Eduardo Javier Alcántara Sigüenza estudia quinto año de Doctorado en Medicina en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente (FMO) de la Universidad de El Salvador (UES). Llegar hasta aquí no ha sido fácil, reconoce, sobre todo porque proviene de un hogar humilde.
“Cuando pensé en estudiar medicina, lo pensé mucho porque es una carrera cara y yo solo vivo con mi mamá, porque mi hermana ya tiene su propio hogar”, dice el joven universitario.
Te puede interesar: Colegio Monte Carmelo realizó entrega de libros de Guanaquín Escolar
Con lo que su madre obtiene de salario ayudando en una iglesia y lo que su hermana le brinda de vez en cuando ha logrado salir adelante.
Pero no solo el tema económico ha sido uno de los obstáculos, sino también la zona de difícil acceso de donde proviene que es un área rural ubicada carretera a Acajutla, en Sonsonate.
Cuando llegó a retirar los documentos para ingresar al recinto universitario, en el año 2011 recuerda que no dejaba de pensar en las tres horas diarias que tendría que invertir para ir desde su casa hasta la Universidad, utilizando dos autobuses. De hecho, sus primeros meses fueron difíciles, puesto que su horario le exigía estar a las 6:45 en la Universidad y terminar a las 6:00 de la tarde.
Su angustia vio una luz en el camino cuando durante el curso de orientación llegaron a hablarles sobre el proyecto de la “Residencia estudiantil”, que existía.
También: El fuerte de estos alumnos son las matemáticas
Esta consistía en albergar a alumnos de escasos recursos económicos que viven lejos del centro de estudios superior, impulsado por la Asociación Enlace, una organización no gubernamental integrada por empleados de la UES y ex alumnos.
“Decidí llenar la solicitud y a las tres semanas me avisaron que había sido aprobado”, recuerda.
La presidenta de la entidad y actual docente del Departamento de Matemáticas de la FMO/UES, Delmy Duarte, explicó que el proyecto fue una idea que surgió en su corazón desde que ella era estudiante de Licenciatura en Matemáticas. “Yo pasé por las mismas situaciones de los chicos. Yo soy originaria de un cantón y me veían en dificultades grandes cuando yo era estudiante. No tenía dónde quedarme y salía de noche”, explica la docente.
Ella asegura que se hizo una promesa a sí misma: “al tener yo la oportunidad de poder tener una casa para albergar a jóvenes que vengan de las zonas rurales que quieran estudiar en la universidad, yo lo iba a hacer”. Y efectivamente, así fue.
Además: Colegio Citalá gradúa a su primera promoción con éxito
Aunque el sueño comenzó a gestarse en el año 2004, cuando empezaron a crear la organización no gubernamental, el albergue para jóvenes pudo materializarse hasta el año 2011, cuando recibieron a los primeros 11 jóvenes. Entre ellos, Alcántara Sigüenza, quien asegura que de no haber existido este proyecto, no hubiera podido seguir sus estudios.
De igual forma piensa Mayra Xiomara Pérez, quien estudia cuarto año de Licenciatura de Ciencias de la Educación para primero y segundo ciclo, y es residente en una zona rural de Sonsonate.
Ella tiene un año y medio de ser parte de este proyecto; y explica que se animó a ingresar, debido a que le tocaba viajar de noche, porque había días en que salía casi a las 7:00 de la noche. “Me salía a las 5:30 de la tarde de clases para irme y agarrar el último bus”, dice.
Además del viaje en autobús, al llegar a Sonsonate tenía que caminar media hora más para llegar hasta su vivienda. “Gracias a Dios este proyecto está para uno; y gracias a él he podido salir adelante y me he mantenido. Espero hacerlo hasta que termine la carrera”, manifiesta Pérez.