Rechazan la indigna paz; ¡Viva Colombia!

La "paz" acordada por Santos, además de cubrir con un manto de impunidad a criminales de la peor especie, sería el punto de partida de las bandas narcoterroristas militando en política. 

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Más de 100 saltadores participan en el evento en Malasia.

/ Foto Por EFE/Fazry Ismail

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2016-10-03 8:50:00

El pueblo colombiano rechazó el acuerdo de paz maquinado en La Habana entre los narcoterroristas de las FARC y el Estado colombiano, un rechazo que debería forzar la renuncia del actual presidente Santos, quien no vaciló en igualar una nación de nobles tradiciones y extraordinaria dimensión hemisférica y mundial, con bandas de forajidos.

Los votantes se niegan a perdonar los abominables crímenes perpetrados a lo largo de 52 años, por sicópatas que vienen secuestrando, asesinando, traficando con drogas, aterrorizando comunidades y grandes áreas del territorio, sin ley o conciencia, insensibles al enorme drama que causaban.

Santos se metió a negociar con los castristas en territorio absolutamente hostil a la democracia y la civilización: inclusive tuvo como asesor a un individuo que negoció un rescate con un cadáver.
  
Santos no renuncia a su megalomanía, declarando que hará todo lo posible para llevar la paz a Colombia, una paz manchada con la sangre de decenas de miles de personas inocentes, a lo que deben sumarse las vidas destrozadas por la droga de decenas de millones. Pero ¿puede ser Santos un agente comunista infiltrado?

Quienes movían las piezas en la mesa de negociación fueron los Castro, precisamente los que encendieron el chispazo en 1948 que llevó al horror.

Ese año se celebró en Bogotá una conferencia interamericana en la que tuvo presencia el canciller estadounidense, general George Marshall, el del “plan Marshall”. Y el agente provocador, hasta donde ha podido establecerse, fue Fidel Castro: la chispa fue el asesinato de un líder de izquierda colombiano, Jorge Eliécer Gaitán, cuya muerte violenta desató desórdenes urbanos, destrucción, para convertirse en el justificante de que se formaran los primeros grupos de rebeldes que al poco tiempo iniciaron acciones criminales en diversos puntos del territorio.

A partir de entonces Colombia sufre del terror…

La “paz” acordada por Santos, además de cubrir con un manto de impunidad a criminales de la peor especie, sería el punto de partida de las bandas narcoterroristas militando en política, lo que llevaría al rápido embrutecimiento de sectores populares, poniéndose a favor de los demagogos.

Y de ese punto, llevar a Colombia por el camino de Venezuela, de Ecuador, de la Argentina de los Kirchner, de Chile con la Bachelet.

Esa izquierda cínica, de manos ensangrentadas, sin moral, sin cultura, sin sentido de la historia, se apoya en los más bajos instintos de la población, en manipular las leyes permanentemente, en prometer y no cumplir, en acusar y no demostrar, en perseguir con saña. Son los que nunca olvidan, nunca perdonan y nunca aprenden.
 

Cuando se hacen del poder
desbaratan las naciones 
    

Las bandas, sin pudor pues no conocen lo que es vergüenza, proclaman que eran ellos los agraviados, como si un grupo de secuestradores no cayera bajo la mira de autoridades y les dieran caza.

Por años los narcoterroristas colombianos se vienen presentando como los campeones de “el pueblo”, aunque es precisamente el pueblo el que sufre las consecuencias de la incertidumbre y de las depredaciones que llevan a cabo. Hablan de la mujer pero la esclavizan y las transforman en objeto sexual, como sucedió con Ingrid Betancourt, prisionera de las FARC durante seis años…

Pueden llegar al poder pero desbaratan los países, los hunden en la miseria y el hambre como Maduro con Venezuela.