Dejémonos de romanticismos, sueños y trampas semánticas: los colombianos no le dijeron “NO” a la paz, como se dice en diversos medios, sino que le dijeron “NO” a la impunidad y al narcoterrorismo. Así de sencillo.
Siendo un pueblo alegre, hospitalario, de principios, como todos sabemos, no es justo que se trate como “guerreristas” a los colombianos que votaron contra los acuerdos de paz que tendían una alfombra dorada, privilegios e impunidad a quienes los victimizaron por tanto tiempo.
Lo que sí se puede decir de ellos es que son sabios y consecuentes, porque seguramente se vieron en el espejo de El Salvador.
Los colombianos le dijeron que NO:
— A los violentos y al peligro de que desde la legalidad siguieran convulsionando a la sociedad.
— A la impunidad y a dar un cheque en blanco a quienes han cometido atrocidades como secuestros, asesinatos y masacres contra campesinos hasta dentro de iglesias, como todo el mundo ha contemplado estos años.
— A la burla de quienes han sido reiteradamente acusados de tener parte con el narcotráfico y su satánica herencia de muerte y destrucción de la juventud.
— A los privilegios y ganguerías tales como escaños gratuitos en el Congreso y un territorio dos veces El Salvador para quienes han causado daño y destrucción.
— A acuerdos apadrinados desde La Habana por una de las dictaduras más oprobiosas.
— Sobre todo, le dijeron que NO al peligro de que en un golpe de suerte, estos lleguen al poder y se dediquen al saqueo del país y protejan la corrupción y la impunidad, busquen a toda costa la venganza y el aniquilamiento de sus adversarios políticos y cometan toda clase de abusos usando la maquinaria del Estado contra quienes no piensan como ellos.
Los colombianos les dijeron que NO y tenemos que respetar su decisión, en lugar de criticar y caer en la propaganda mentirosa de que “ganó Uribe” o que “ganó la guerra”.
Es loable la búsqueda de la paz del presidente Santos, pero sus compatriotas le dijeron que no puede ser a costa de sus libertades.
Nosotros no hemos sido capaces de evaluar nuestra experiencia de estos 25 años de frágil paz, pero ellos sí que lo hicieron y vieron que la izquierda extrema y militarista –que no es la verdadera izquierda democrática y progresista– nunca abandona su proyecto de venganza y de establecer una dictadura.
Solo hay que ver atentados contra la democracia tales como todas las maniobras legislativas para aprobar paquetazos e impuestos que, además de vulnerar la Constitución, solo han empobrecido más a la gente y le han quitado la pujanza y la capacidad de desarrollarse a El Salvador.
Lo último son madrugones para imponer leyes injustas y manosear los ahorros de pensiones de los trabajadores, con el peligro de que ese dinero se lo acaben y dejen hambreando a los jubilados a futuro.
A esto hay que agregar la intolerancia y la utilización de masas para acosar a la Sala de lo Constitucional porque falla en contra de impuestos y leyes que vulneran la Carta Magna.
Todos estos hechos son impensables en un país que se precia de democrático, como Colombia, que ha logrado estabilidad y paz a fuerza de mucho sacrificio y tolerancia en la sociedad. Nuestros hermanos colombianos no quieren un borrón y cuenta nueva; ellos quieren justicia.
A diferencia muy abismal de El Salvador, realmente en Colombia ganó la sensatez…
*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.