Venezuela es uno de los países políticamente más dinámicos y problemáticos de América Latina. Tuvo una relativa estabilidad durante la administración del presidente Hugo Chávez, pero cuando él murió la estabilidad murió con él. Su sucesor, Nicolás Maduro, está siendo cuestionado no sólo por los ciudadanos molestos, que emprendieron una lucha para resolver necesidades esenciales de vida y alimentación, sino también por los políticos dentro y fuera de su propio partido.
Los líderes del oficialismo todavía buscan la manera de salir de las crisis que gradualmente los envuelve. El 5 de octubre, el presidente Maduro dijo que la celebración de elecciones no era una prioridad para él. La declaración hizo referencia no sólo al referendo que la oposición ha estado exigiendo y que el gobierno ha estado evitando, sino también a las elecciones de gobernadores que han sido programadas para efectuarse en noviembre próximo. Bajo la creciente presión de la oposición, a la que se suma la de Estados Unidos, al presidente Maduro se le hará difícil aplazar indefinidamente las elecciones. No obstante, su posposición o la amenaza de posponerlas podría comprar algún tiempo al gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
A pesar de que legisladores estadounidenses hacen llamados para aumentar las sanciones a Venezuela, la administración Maduro tiene más que perder al no poder detener el revocatorio y las elecciones de gobernadores atrasando su calendario. Los graves problemas económicos del país han costado al PSUV y a sus líderes la popularidad que otrora tuvieron. Si las elecciones para gobernadores se llevaran a cabo en noviembre, como está previsto, lo más seguro es que les va a ir muy mal. Del mismo modo, si Maduro fuese retirado del poder este año, el PSUV bien podría perder todo su potencial en la próxima elección presidencial. Aunque muchos gobernadores del PSUV culpan a Maduro por su menguante apoyo, preferirían proteger sus posiciones y la del partido posponiendo las elecciones y el referéndum revocatorio.
Además, varias figuras de alto nivel en el partido están bajo investigación por parte de los Estados Unidos por delitos como el tráfico de drogas y lavado de dinero. Es probable que Maduro espera utilizar su cacaraqueo de suspender las votaciones para un canje de concesiones de Estados Unidos, o atenuar los cargos penales o las sanciones. Sin embargo, Washington ya ha abierto un diálogo con Caracas, con el envío del Secretario de Estado, John Kerry, a reunirse con Maduro en Colombia el pasado 26 de septiembre. Pero a la fecha no está claro cómo los Estados Unidos responderá a las pretensiones de Maduro cuando amenaza las elecciones, ya que Washington tiene poco que ganar negociando con Caracas.
De cualquier manera, las elecciones en Venezuela tendrán que realizarse en algún momento. Por mucho que el partido en el poder pueda llegar a perder en un referéndum este año, éste no puede permitirse el malestar interno y el aislamiento internacional que causaría no realizar elecciones. Mientras tanto, el PSUV estará trabajando para averiguar su próximo movimiento.
El gobierno venezolano no es capaz de tomar responsabilidad por los fracasos que están ocurriendo en toda Venezuela; siempre está echando culpas a otros de sus miserias. Y de todas las ideas que aplica el régimen para resolver la crisis, no logra nada.
La forma de gobernar Venezuela es ejemplo del fracaso en la conducción económica y social de un país, a pesar de la suerte de este país de contar con abundante riqueza petrolera.
Dar la espalda a la iniciativa privada fue el signo de ese fracaso. Empoderar a la sociedad para que ésta pueda hacer las cosas, es lo correcto.
* Columnista de El Diario de Hoy.
resmahan@hotmail.com