Todos sabemos que para descifrar la edad de un chucho (medida en años humanos), multiplicamos sus años por 7. Pocos sabemos que para saber la edad de un país, dividimos sus años de existencia entre 14. Por ejemplo: El Salvador acaba de cumplir 195 años; entre 14, nos da un cipote recién emplumado de 13. La mera edad del chucho.
Con razón somos tan tercos, hablamos sin pensar y andamos enamorados tanto de la gringa de 17 años del Norte, como del pana de 14 del Sur. Uno de cipote es tonto.
Todos los americanos somos cipotes. Costa Rica con ínfulas de suizos. Panamá cuando le conviene es de la mara Centro América (CAM), aunque quiere más a los del Sur (SAM). Honduras, todo cheque. La prima Guatemala es la más coqueta, bendecida por la eterna primavera. ¿Y de ay, Nicaragua? Maldecida por darle posada a la corrupción viviente.
La corrupción ha contagiado a Brasil, una chica du país tropical que le encanta la samba, la playa, la caipiriña, el fútbol y el hilo dental. A los 13 anduvo de novia de Venezuela, el busero del Continente, un gorila que repite como lora una obsoleta ideología.
Mercosur se llama la mara de SAM, y se la pasan de cumbre en cumbre, arreglando el mundo, gozando viandas, bebiendo fino y quien sabe que otras picardías.
Los de SAM también le coquetean a la gringa del Norte. Aunque no tanto como los de CAM, ni como el cuate de sangre azteca, quien, loquito por ese lunar que tiene junto a la boca, le endulza el oído con Cielito Lindo. Una gringa que, disfrazada de Estatua de la Libertad, siempre participa en los concursos de belleza de Trump, y bombardea otros continentes en nombre de life, liberty and the pursuit of happiness.
De hecho, ya le cayó con bombas y sanciones a Irak e Irán, dos primos hermanos forrados en billete, gracias al oro negro que brota sin cesar de sus pies. ¡Quién los manda a andar experimentando con uranio!
Hay países gemelos, como las Coreas; la del Sur, imperio del progreso, y la del Norte, imperio del mal, torcida desde que estaba en el vientre.
Hay países, como Australia, que no se meten en lo que no les importa. Un señor grandote con la dicha de la primavera de Guatemala, y lo tropical de Brasil. Lástima que por estar tan lejos, no muchos le paran bolas. Esto los tiene sin cuidado. “No worries mate”.
China es la abuela de todos: 1,200 años entre 14, nos da 85. Con razón se la pasa comiendo arroz. Bucza, Miss Liberty, que más sabe el dragón por viejo que por dragón. Si te descuidás, te quitan la corona.
España, nuestra mamá, nos abandonó recién nacidos, pues héroes como Bolívar, Hidalgo, O’Higgins y Matías Delgado le hicieron la vida imposible. Empacó maletas con nuestro oro y retrocedió en la ruta de Colón. Ahora ahoga la pena, bebiendo caña, comiendo tapas y corriendo toros, ¡Olé!
Inglaterra también tuvo un cachimbo de hijos. Adicta a la navegación, zarpaba las noches de luna, y nueve meses después, popcorn de islas paraíso. ¡God save the Queen!
Otro aventurero es Rusia quien, empalagado de vodka, regó un montón de “…Istanes”. Padre irresponsable que también abandonó a sus pollitos.
Italia es la reina (y Perú el rey) de la cocina. Francia, de la cava; Suiza, del chocolate, los relojes que le encantan a Funes (y la mejor bicicleta); Holanda, del Gouda y la mota; Suecia y Dinamarca, dos viejonas pero buenas; Noruega, desubicado asignando nobeles equivocados.
Alemania, el primo de Austria, es preciso, disciplinado y adicto a la velocidad. Un Oktoberfest iba, sin control, en un camión Mercedes Benz, y atropelló a un cipote intelectual llamado Israel.
¡Viva la diversidad! Al igual que en el Carnaval de San Miguel, en el mundo hay pobres (El Salvador), ricos (Qatar), jóvenes (Sudán), viejos (Egipto), cheles (Islandia), prietos (Somalia), hembras (Georgia), machos (Siria), altos (Finlandia) bajos (El Salvador).
Todo es igual en San Miguel en Carnaval, pero nada es igual en los 195 países que componen el globo terráqueo.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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