Que nadie diga que no se advirtió a tiempo: los efemelenistas estaban y siguen estando tan preparados para gobernar en el sentido de ocuparse del progreso de una nación, como la recordada elefanta Manyula estaba preparada para volar.
El objetivo de la extrema izquierda es hacerse con el poder y mantenerse en el poder, importando muy poco el bienestar ajeno: la partidocracia opulenta, el pueblo en graves penurias.
Cuando el encargado de un negocio pierde clientelas, deteriora grandemente la calidad de lo que vende, se echa encima a los empleados, insulta a los proveedores, permite que roben dinero de la caja, atrasa los salarios del personal, deja que las instalaciones se deterioren a pasos agigantados, los accionistas lo echan a la calle.
Aquí estamos en una similar situación, con el agravante de que los acreedores del país ya prácticamente se dieron por vencidos; no están dispuestos a prestar más dinero a El Salvador.
Las principales calificadoras de riesgo (Moody’s y Standard & Poor’s) bajaron la calificación a El Salvador, casi convirtiendo en papeles sin valor lo que el gobierno saca al mercado. Y el principal trancazo está por venir, cuando no puedan pagarse bonos a su vencimiento.
Una de las respuestas a la falta de liquidez y los despilfarros la dio el gobierno hace un par de días: perseguir a los morosos o deudores al fisco hasta con penas de cárcel y picota pública, aunque se trate de cargos que estén en revisión o de negocios que simplemente no pueden pagar por haber caído en graves problemas de liquidez a causa del creciente desplome económico.
Emprenderla contra muchos de los que todavía están funcionando no sólo generaría mayor desempleo, sino que empeora el alto grado de desconfianza imperante.
¿Siguen los entrenamientos con armas de juguete?
El sector productivo al igual que el principal partido de oposición, ARENA, hacen esfuerzos para impedir un despanchurramiento general, pero tal cosa no implica concederle un cheque en blanco al partido en el poder, pues hacerlo sólo llevaría a un empeoramiento de la situación.
El enfermo, el gobierno, está en una situación similar al del dipsómano en shock: hay que darle algo de alcohol para que pueda gradualmente desintoxicarse, pero no tanto que reviva el problema y a la corta lo mate.
La corrupción y el despilfarro deben combatirse con efectividad, renovar el equipo de seguridad y diseñar una estrategia efectiva contra la violencia como la propuesta por el exalcalde Giuliani, así como poner fin a la siembra del odio, como la que expuso Medardo al hablar de los lavados de cerebro que su partido realiza en las visitas “casa por casa”.
Es imposible recomponer el país si se mantiene la prédica del odio de clases, así como en su momento se denunciaron entrenamientos clandestinos de las facciones violentas del partido, que encabezaba un exministro con “armas de juguete”.
No transcurre un día sin que se perpetren crímenes espantosos, como el asesinato de una pareja frente a sus muchachitos casi bebés, el del hombre mayor al que mataron cuando quiso defender a su vecina que la violaban, el cardiólogo de Ciudad Arce. Cada caso “llora sangre”, dejando imborrables heridas de dolor en familias y comunidades.
El grupo en el poder, a causa de sus odios y su fanatismo, puede hundir a El Salvador en un estado de desastre que tomaría mucho tiempo superar. Sólo su “lucha de liberación”, una carnicería brutal, retrocedió en dos generaciones a una nación que estaba saliendo del subdesarrollo.