Cuando estábamos pequeños nos gustaba soñar con ser superhéroes, de esos guapos, misteriosos, con uno que otro superpoder. Nos gustaba imaginarnos como ellos, seres diferentes, inmunes a las acciones de los malos, los cuales, de paso, siempre acababan perdiendo ante la irresistible fuerza y habilidad del héroe. Y es que éste, en el último momento y aún en la peor de las situaciones, acababa sacando fuerzas de flaqueza y, estando a punto de sucumbir, derrotaba irremediablemente a los malos de la historia. El problema es que a veces la vida no es como las películas.
A Manuel de Jesús Jurado lo recuerdan los vecinos de la “Comunidad 15 de Marzo” – donde vivía en una champa de láminas herrumbrosas y recicladas- como un anciano de figura delgada, de andar pausado pero firme. Según dicen los que lo conocieron, no le gustaba usar bastón, nunca se supo si era porque le gustaba lucir robusto, o porque simplemente no le gustaba aparentar debilidad, aun y cuando ya tenía 81 años cumplidos. Don Manuel siempre fue un héroe, pero no al estilo de las caricaturas. El héroe de esta historia es de esos miles de salvadoreños como él, sacrificándose en silencio, que a diario se rebuscan para llevar el pan a sus familias de forma honrada y se mantienen fieles a sus principios, no obstante las dificultades que atraviesan.
Un buen día, cinco pandilleros entraron por la fuerza a la casa de Flor, vecina de Don Manuel. Flor vivía en la champa de a la par, con sus dos hijos menores de edad. La idea de los pandilleros era buscar una presa fácil para una violación. Cuando entraron, el forcejeo empezó: la mujer y su hijo de 14 años, luchando para defender su honra contra 5 pandilleros armados y endrogados. Lucha desigual. Pandilleros golpeaban. Ella gritaba. Su hijo la defendía con sus escasas fuerzas. Pronto fueron sometidos, pero los gritos de ayuda no cesaron.
Fue en ese momento cuando Don Manuel, sin pensarlo dos veces, cogió un machete y entró en el lugar. A fuerza de machetazos, ese héroe de carne y hueso logró desarmar a varios de los pandilleros, pero el resto se le abalanzó para someterlo a golpes de martillo y cadena, hasta matarlo. Por la intervención de Don Manuel, Flor no fue violada pero su acto heroico le costó la vida a él.
La PNC llegó al lugar y logró capturar a algunos de los pandilleros. Ahora todos los vecinos tienen miedo. Flor, sus hijos y Carmen, la viuda de Don Manuel, han sido desalojados -bajo custodia policial- a otro cinturón de pobreza, donde nada ni nadie les puede garantizar que estarán a salvo de los pandilleros que cometieron el ultraje, pero viven con la frente en alto, con la satisfacción que fue salvada su vida y su honra por ese hombre que acudió en su ayuda.
Cuando leí la historia, me di cuenta que Don Manuel bien puede ser el último héroe salvadoreño, de esos salvadoreños que éramos antes: hombres de acción, dispuestos a comprometernos y dar nuestra vida por un ideal o por una buena causa. Ahora vemos cómo el país se desmorona a nuestro alrededor, pero a pesar de los gritos de auxilio que escuchamos de las personas en necesidad, de los que experimentan la criminalidad, de los jóvenes que no ven un futuro en nuestra tierra, de la cantidad de muertos diarios, de los niños que emigran solos por falta de esperanza… nos hacemos de oídos sordos, encerrados en nuestras cómodas realidades, sin asomar la cabeza ni dar la cara, esperando que alguien más haga algo para frenar el desastre.
Ojalá hubiera más “Don Manuel” entre nosotros, estoy seguro de que con un puñado de hombres de valor como él, nuestro país sería diferente. Y es que por Dios, la honra, la libertad y la patria, bien vale la pena dar la cara, actuar, comprometerse, esforzarse, ¿y por qué no? Hasta dar la vida. Yo me niego a creer que estoy pidiendo demasiado. Me niego a creer que las épocas en que había héroes ya pasaron. Me resisto a creer que Don Manuel era el último héroe salvadoreño. Creyente como soy, estoy seguro de que en estos momentos oscuros, Dios nos hará ver la luz al final del camino y nos dará la forma y las fuerzas para salvar a El Salvador. Así sea.
*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica