Ana tiene 22 años. Estudia, de lunes a viernes, en una universidad privada de San Salvador a la que asiste con dos libros y un depósito con 20 quesadillas.
Todas las mañanas vende quesadillas para poder pagar su licenciatura en Comunicación Social, pues tiene 4 hermanos y los gastos en su casa son limitados. “Mis padres no pueden pagar los estudios de todos. Dos tenemos que trabajar”, dice.
Ana pidió la receta de las quesadillas a una amiga que trabaja en una panadería. “Ella hace unas quesadillas deliciosas. Me dio la receta y 20 moldes para hacerlas”.
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Al finalizar sus clases, Ana compra la harina, el queso rallado, la crema, los huevos, el azúcar y el ajonjolí, con eso hace las quesadillas. Ana relata que por la noche prepara la masa y la deja en refrigeración con los moldes hechos. “A las 4:00 de la mañana me levanto a hornearlas para llevarlas calientes a la universidad”.
Ana ofrece las quesadillas en un pupitre a la par de la puerta de su salón de clases. “A veces las vendo todas, en otras ocasiones me sobra una o dos”, dice.
Cada quesadilla tiene un precio de un dólar y Ana vende 20 quesadillas diarias. En compra de ingredientes gasta 10 dólares. “Mi ganancia diaria son 10 dólares si solo traigo 20 quesadillas. Cuando traigo más gano más”.
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Carolina es catedrática y cliente de Ana: “Me gustan mucho (las quesadillas). A veces le encargo 5 quesadillas, porque se le terminan rápido”.
Ella, como muchos otros estudiantes, vende dentro de la institución para poder pagar las cuotas universitarias, el transporte, la papelería y otros gastos.
Gracias a la venta de las quesadillas y a su esfuerzo, a Ana solo le falta un año para ser licenciada.
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