¿Quién no se ha imaginado dejar todo y escapar hacia lo desconocido? Paisajes exóticos en lugares extraordinarios, descubrir y encontrarnos a nosotros mismos en la experiencia del camino, liberados de la vida lineal y cotidiana.
Viajar es uno de los principales sueños de muchos. Esta es la historia de Sam y David, que viven ese sueño y se han propuesto recorrer el mundo en su velero.
Quien los mira por primera vez, pensaría que han estado juntos de toda la vida, no solo por el brillo que irradia esta sensacional pareja, sino porque forman un gran equipo, pero lo cierto es que lo que cuentan es muy distinto.
Seguramente han escuchado el dicho “son almas gemelas”, pues en este caso esa frase les viene muy bien.
Sam Devine y David Nelson se conocieron a sus 60 años, en San Diego, EE.UU. David vivía en la Marina abordo de un velero llamado Isleña.
En 2007 Sam compró un bote al lado del muelle de quien sería su otra mitad, poco a poco su amistad fue creciendo y se enamoraron.
“Empezamos a salir cuando teníamos 60 años, somos las personas más afortunadas del mundo”, expresa Sam.
Todo empezó con un viaje corto a Baja California, una gran península larga que es parte de México. Planeaban regresar luego de tres meses pero no lo hicieron, Sam quien trabajaba como agente de bienes y raíces llamó para renunciar a su trabajo, y se quedaron en México por 4 años.
En su estadía en tierras aztecas navegaron por toda la costa pasando por Isla Socorro y El Dorado.
Según la pareja, la vida en alta mar resulta mucho más compleja que en tierra, y hay varias medidas de precaución a tomar en cuenta para sobrevivir, ya que el peligro acecha y la madre naturaleza es impredecible.
Por ello, poco a poco David se ha encargado de hacer ajustes al bote para adecuarlo a sus necesidades y garantizarles mayor seguridad en todo momento, un ejemplo es el uso de paneles solares para almacenar energía y utilizar aparatos electrónicos, como radios, computadoras, teléfonos y otros dispositivos.
En sus viajes han tenido que enfrentarse a varias situaciones de riesgo, tal es el caso del huracán Odile, que arrasó Los Cabos.
Afortunadamente salieron ilesos y sin ningún percance, no fue así para algunos de sus vecinos, que quedaron de la nada sin vivienda.
Luego de ese huracán se embarcaron rumbo a El Salvador, a finales de 2014. Desde entonces residen en Costa del Sol, donde el Isleña yace anclado en el estero de Jaltepeque.
En los dos años que llevan en el país han visitado los sitios más emblemáticos e interesantes del “Pulgarcito”, enamorándose de las personas, la comida y nuestras tradiciones.
Asimismo, su visaje les ha permitido desplazarse a otros países de Centro América, como Guatemala, Honduras y Panamá.
Su próximo destino aún es incierto, pero el viento siempre los llevará a donde quieran ir.