Turbas divinas, comités de defensa de la revolución, Tonton Macoutes, guardias bolivarianas, esquiroles… Las dictaduras siempre forman grupos paramilitares o de choque para reprimir y callar a quienes no se les someten.
Los sandinistas formaron turbas divinas y grupos de “iglesia popular” en los 80 para reprimir a la oposición y enfrentar a la Iglesia Católica, que denunciaba los abusos que cometía el primer régimen orteguista y el exilio de varios sacerdotes solo porque le eran incómodos.
Los Tonton Macoutes eran los temidos grupos paramilitares del régimen de los Duvalier en Haití para someter a la oposición.
Esas son las tristemente célebres páginas de la historia que me recuerdan los grupos de choques oficialistas que están hostigando a la Sala de lo Constitucional. En menos de tres semanas, a falta de argumentos y de cordura, han protagonizado varios hostigamientos contra los magistrados.
Queda claro que quienes no pueden vencer con la fuerza de la razón, quieren lograrlo con la “razón de la fuerza”, como siempre lo han hecho. Es lo único que saben hacer. Lo más fácil no es construir, sino destruir, derribar, presionar, amedrentar, silenciar.
Un exmagistrado lo explicaba así: como vivieron tanto tiempo en la montaña, solo quieren que prevalezca la ley de la montaña, es decir, la ley de la selva.
Los reiterados ataques contra la Sala de lo Constitucional solo demuestran que a los grupos oficialistas no les resulta fácil comprender que todo está cambiando y que ya no pueden torcer la institucionalidad a su antojo. La realidad es que se le acabó la gasolina a la corrupción y la imposición; es mejor portarse bien y hacer las cosas como Dios manda, porque todavía hay tiempo.
Ahora se puede tener el poder, pero mañana las cosas irreversiblemente serán diferentes y ni las rabietas ni las turbas callejeras podrán impedir que se aplique la ley a quien corresponda. Si no, vean a Belloso, preso y abandonado por quienes lo embrocaron. Imposible justificar y defender un crimen, ya sea un asesinato o actos de corrupción, por muy revolucionarias que se aleguen sus motivaciones.
Ahora pueden reírse, dilatar, fingir demencia, decir medias verdades y retruécanos y restar importancia a los informativos que envía la Sala a la Fiscalía, pero sus efectos legales los perseguirán como la maldición de Caín.
Muchos parecen haber entendido la lección y ahora se muestran más sensatos.
Hay cosas que se sabe cómo comienzan, pero no cómo van a terminar.
*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.