“¿Sabes quién gobierna estas tierras, quién provoca las guerras, quiénes siembran maldad? ¿Sabes quién mata a sus amigos, quiénes son enemigos de la sinceridad?… ¿Sabes que van siempre elegantes y que son unos farsantes? ¿Sabes que son unos pocos que los vuelven locos dinero y poder?…”.
Esta es una vieja canción de protesta que en más de una ocasión se cantó en algunas iglesias de la teología de la liberación y en la YSAX, la emisora de monseñor Romero, en los años 70. Lo asombroso es que los mismos versos se aplican ahora, ya no al régimen de entonces, sino a los que tanto prometieron que cambiarían al país para bien, pero que hicieron lo mismo que los que tanto denunciaban: terminaron atacando a las instituciones como la Sala de lo Constitucional y a la Embajadora de los Estados Unidos, asumiendo amnesia cuando les requirieron sobre informes para investigar actos de corrupción o el homicidio culposo de la camioneta y se les salió decir que ellos mismos le habían aconsejado no volver al país a un expresidente pese a que tiene cuentas pendientes con la justicia.
Pero además de eso se ve la desesperación por usar los ataques contra la Sala, utilizando a diputados o turbas callejeras, para desviar la atención de todos los errores que han cometido. Miran la paja en el ojo ajeno y no quieren darse cuenta de la viga que tienen enfrente.
Es suicida política y moralmente hacer todas esas cosas, al igual que derrochar el dinero de los salvadoreños y castigarlos con 20 impuestos más, como lo han hecho.
La gente sabe lo que pretenden y ya no se confunde con ese discurso de que “son progresistas” y “luchadores sociales”.
Las medidas desesperadas y el desgaste tendrán consecuencias que no se imaginan y que no podrán enfrentar haciéndose las víctimas como acostumbran o asegurando que fueron errores y que “el partido cambiará”.
No piensan que les resultará caro la movilización de turbas contra la Sala de lo Constitucional, algo que a todas luces es sólo para desviar la atención de todo el desastre al que han llevado al país y los abusos que han cometido.
Rebasó mi capacidad de asombro que cuando le recordaron el principio de que “dura es la ley, pero es la ley”, uno de los voceros encubiertos del partido oficial respondió que “la voz del pueblo es la voz de Dios”, pero no pensando en el Dios de amor en que creemos, sino en su dios de odio y rencor y en las turbas que llaman “pueblo” y que sólo las instrumentalizan para hostilizar a quienes no se prestan a sus antojos para aplicar la justicia.
Eso de que “la voz del pueblo es la voz de Dios” sólo quieren usarlo para establecer tribunales populares estalinistas, que siembren el terror y abusen de los derechos humanos como ha ocurrido en Venezuela.
Recordando la vieja canción de protesta de hace 40 años, pienso que los salvadoreños ahora sabemos quiénes gobiernan estas tierras, quiénes han provocado guerras como la de los 80 y han sembrado maldad; sabemos quiénes han matado a sus amigos, como Roque y Mélida, y quiénes son enemigos de la sinceridad y se fueron a los diálogos sólo a fingir; sabemos quiénes ahora van siempre elegantes y son unos farsantes, pero, sobre todo, sabemos quiénes son esos pocos que se han vuelto locos con el dinero y el poder…
Ahora las antiguas canciones de protesta que hablan de ricos, de opresores, de intolerantes, de retrógrados, de recalcitrantes, les quedan bien a ellos…
*Editor Subjefe
de El Diario de Hoy.