El país que quiero

En el país que quiero, la polarización extrema dio paso a un sano diálogo de ideas y propuestas.

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elsalvador.com

Por Max Mojica*

2016-09-18 6:32:00

En el país que quiero, los políticos dicen la verdad. La mentira ya no paga, no paga por lo que los ciudadanos están informados y educados y saben –lo huelen a kilómetros- cuando un político les miente. En el país que quiero, los políticos ejecutan normas sensatas aunque duelan y le resten votos, pero lo hacen porque es lo correcto de hacer. Saben que debido al déficit fiscal, no queda de otra que recortar paulatinamente personal no esencial en el Estado, a efecto de que esa medida, combinada con políticas de fortalecimiento de la empresa privada, permitan que personal estatal pase poco a poco al sector privado; ya que -luego de levantarse la ceguera ideológica- se reconoce que en él está la verdadera fábrica de empleos.

A pesar de que duele, en el país que quiero se han cortado los subsidios. Esas pequeñas contribuciones que no ayudan en nada a las familias, pero sí generan clientelismo político, corrupción y un peso fiscal enorme, el cual –desde años atrás- llegó a asfixiar financieramente al Gobierno. Los subsidios se fueron cortando poco a poco, a medida que se enseñó a las familias a ser productivas y a optar por mantenerse solas, en vez de pedir limosnas estatales.

El país que quiero hace cambios constitucionales para privilegiar la educación pública. La educación es la partida privilegiada en el presupuesto y no otras partidas no funcionales como los gastos en recepciones, fiestas y bienes suntuarios o lo que se gasta en la Fuerza Armada –que a esas alturas, ya no tiene fuerza y a duras penas conservó armas-. 

Las escuelas públicas son de primer nivel y los maestros están bien pagados, educados, motivados y desideologizados. En las escuelas se señala el inglés tan bien como el español, por que los maestros ya no lo ven como la lengua del Imperio, sino como la “lingua franca” del mundo. Ellos saben –por experiencia propia- todas las puertas que se le abrirán a sus alumnos, por el solo hecho de hablarlo.

En el país que quiero, el Estado beca a los alumnos –privados y públicos- que obtienen las mejores notas. A los alumnos sobresalientes, el Estado los envía a estudiar con gastos pagados a los países más desarrollados tecnológicamente: Israel, Taiwán, Corea del Sur, Singapur, Japón y Estados Unidos. Los alumnos traen a El Salvador nuevas formas de ver la vida, de hacer negocios y de emprender empresas. Además, el Estado promueve y practica constantemente intercambios estudiantiles internacionales.
      
En el país que quiero, el Estado criminaliza las acciones violentas de los jóvenes y delincuentes y las juzga con severidad, pero al mismo tiempo, brinda oportunidades de superación y apoyo psicológico a los que han cometido delitos, así como a sus grupos familiares, pero sin olvidar el apoyo que le debe dar a las víctimas. En el país que quiero, las cárceles dejaron de ser mazmorras donde se pudren los presos, para convertirse en verdaderas escuelas de disciplina, transformación y cambio. En el país que quiero, se respetan los derechos humanos de todos.

En el país que quiero, los padres de familia y los jóvenes ya no emigran, por que este país se ha convertido en un lugar con oportunidades. En donde para fundar una empresa no se necesitan cientos de trámites burocráticos, y, asimismo, el Estado apoya con beneficios tributarios la investigación científica y el emprendedurismo. 

En el país que quiero, la polarización extrema dio paso a un sano diálogo de ideas y propuestas. Los partidos luchan por presentar mejores planillas de funcionarios basados en la meritocracia y ya no en la “camiseta sudada” ni en el parentesco. Las cúpulas no tienen miedo a renovarse y los ciudadanos dejaron de ser “voto duro” y ahora votan conforme a las mejores propuestas y no en base a la ideología a la que pertenecen. Las extremas siempre existen, pero han quedado relegadas a sectores fanáticos de derecha o a resentidos sociales de izquierda que nadie escucha.
   
Ese es el país que quiero, ¿y tú? ¿cómo lo quieres?
        

*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica