Recientemente, autoridades gubernamentales presentaron a Kevin de León, senador estadounidense para el Estado de California, las medidas “extraordinarias” instauradas en los últimos meses por el Gobierno en un intento por mermar la grave crisis en seguridad que experimenta el país. El funcionario norteamericano aseguró a la prensa que lo expuesto por sus anfitriones salvadoreños lo dejó “impresionado” y, además, felicitó al presidente Sánchez Cerén y a su equipo, aunque matizó sus declaraciones cerrando con la salvedad que “por supuesto nada es perfecto y siempre habrá fallas”.
Es importante no olvidar que estas declaraciones son políticas y no técnicas. La visita del senador de León fue eminentemente política y, en consecuencia, era poco probable que dijese algo negativo durante cualquier interacción con la prensa, en el marco de su tour por El Salvador. Cualquier avance actual en materia de seguridad lo ha ganado la Fiscalía, al dirigir investigaciones complejas y estratégicas en contra de estructuras delictuales, como la “Operación Jaque” con la que desarticuló una complicada red delictual comandada por los principales cabecillas de la Mara Salvatrucha.
Las medidas “extraordinarias” a las que el gobierno les hizo más pompa no han tenido el impacto que se vendió cuando se anunciaron. La creación y despliegue de contingentes de policías y militares uniformados, por ejemplo, no han logrado aflojar el dominio y control que ejercen las pandillas en los territorios en los que operan. Las medidas tampoco han logrado detener la creciente expansión territorial de las pandillas a zonas rurales. Prueba de ello es el éxodo de familias causado por dichas agrupaciones en diferentes jurisdicciones.
Es imposible tener un policía o soldado uniformado en cada esquina. La plantilla actual está abismalmente lejos de alcanzar para eso y querer vender a la ciudadanía que aumentándola un poco se cubrirá el territorio nacional, es tratar de engañarla. La omnipresencia de la seguridad no se logra con el despliegue de personal uniformado, sino creando la percepción de que existe una alta probabilidad de que los que delinquen sean identificados y castigados. Una de las formas más efectivas de lograr esto es mejorando la capacidad analítica e investigativa del aparato de seguridad, los resultados operativos obtenidos de esta forma proyectan celeridad y efectividad en la respuesta a la comisión de ilícitos. Contingentes de personal uniformado, por más nutridos que sean, no lograran esto.
Las pandillas siguen siendo percibidas como una opción atractiva por la juventud salvadoreña, como lo sugiere la reciente captura de una candidata a reina de las fiestas patronales de Caluco, Sonsonate, una de las municipalidades en las que comunidades enteras han decidido huir de sus residencias por miedo a las pandillas. El control de las pandillas en el área rural continúa creciendo, sin que disminuya el que ya tienen ganado en las zonas urbanas. Esto tampoco se detiene ni se revierte con contingentes de personal uniformado.
La expansión del alcance territorial de las pandillas ha permitido que incursionen en extorsiones más complejas y lucrativas, victimizando a empresas menos vulnerables que las que tradicionalmente lo habían sido. Un reciente estudio de Fusades reveló que las extorsiones en la pequeña y micro empresa ha experimentado una reducción, pero que las extorsiones en contra de las empresas medianas y grandes han aumentado. Extorsionar a empresas más grandes es más difícil y complicado que extorsionar a empresas más pequeñas, por diferentes razones. La ampliación de la influencia territorial de las pandillas ha contribuido a este cambio en el perfil de las víctimas de extorsión. Esto tampoco se controla con personal uniformado.
Es importante no dejarse distraer por la explotación política del tema de seguridad. La ciudadanía debe exigir y celebrar el trabajo técnico en contra de delincuencia, aquel con el que se demuestre que las autoridades se han quebrado la cabeza pensando y la espalda trabajando.
*Criminólogo.
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