De nuevo, El Salvador ha aparecido en todos los noticieros internacionales. Esta vez lo que nos ha hecho famosos en CNN en español, Univisión y Telemundo es que, según la aplicación de navegación vial y tráfico Waze y sus estadísticas sobre satisfacción del conductor, San Salvador es la peor ciudad para manejar de todo el listado global.
Muchos — incluido un reportaje de este periódico — agregaron la noticia como una más en la lista de cosas que en El Salvador no funcionan: “El Salvador no saca buena nota en casi nada”, dijeron. Sin embargo, vale la pena recordar que la otra cara de todos los problemas son las oportunidades. La más reciente noticia presenta un reto, tanto para las autoridades gubernamentales como para el sector privado, en el que la innovación, la creatividad, la tecnología y el emprendedurismo deben ser parte de la solución.
Y eso del tráfico hay que tomárselo en serio. Piense que el tiempo que pierde la ciudadanía atorada en nuestras calles es tiempo que no están creando. Es tiempo que podrían pasar quizás con la gente que quieren. Momentos que podrían servir para grandes proyectos de los que depende el desarrollo del país: desde mejorar el tejido social o la economía nacional. El problema afecta a ricos y a pobres (como todo en la vida, en diferente proporción a quienes tienen más o menos) y la solución no es exclusivamente una reforma de ley o una implementación de políticas públicas. Hasta en el lugar con el mejor diseño de carreteras, o la más estricta limitación de circulación vehicular (que muchas veces, termina siendo una arbitraria intervención al uso de la propiedad que afecta en mayor medida a quienes solamente tienen un vehículo y lo necesitan para trabajar) depende de una cosa básica: el respeto de los conductores del estado de derecho.
Lo anterior no significa más que el respeto de la ley, y el ejercicio de los derechos propios de una manera que no limita para los demás, el ejercicio de sus derechos. Cada persona que intenta salirse con la suya, quebrantando leyes con tal de salir adelante, es una persona que le impone segundos de pérdida de tiempo a los demás. Multiplique ahora por los miles de conductores e individuos similares a la imposible de olvidar familia Díaz, imponiendo la ley del más fuerte detrás del timón. Aumente a eso calles en mal estado que arruinan vehículos. Sume exceso vehicular derivado de la inseguridad que no ha dejado fomentar una cultura de caminar o andar en bicicleta, incluso para acortar distancias que peatones de otras ciudades encontrarían risibles. Agregue la falta de infraestructura para implementar medios alternativos de transporte: imposible circular en bicicleta/patineta o cualquier otro medio si no hay carriles adecuados para hacerlo. No olvide sumar un sistema de transporte colectivo estructurado para beneficiar a los dueños de rutas, diseñado de manera arbitraria y sin obedecer a las inescapables leyes de la oferta, la demanda y el sentido común. Su resultado es el caos absoluto, y un impacto negativo para la calidad de vida de la ciudadanía que depende de su capacidad de transportarse de un lugar a otro para llevar a cabo las actividades necesarias para sacar a nuestro país adelante.
El tráfico no es cosa de risa. La situación de insatisfacción del conductor no es un tema que deberíamos tomarnos con la misma resignación con la que la afición perdona a la Selecta por su desempeño en torneos y eliminatorias. La insatisfacción del conductor es un reto que tanto autoridades como sociedad civil, tanto miembros de la academia como artistas, periodistas, opinadores, creadores, inventores y emprendedores, tenemos que tomarnos muy en serio. Tomémonos las estadísticas de Waze como un reto para abrir una discusión de mente abierta sobre soluciones creativas, más allá de ideologías o politiquerías. Como electorado, pongamos el tráfico como uno de los retos que esperamos que los políticos, cuando vengan a pedirnos nuestro voto, tengan en su lista de prioridades para resolver, pues sus impactos en la movilidad y la calidad de vida son gravísimos.
*Lic. en derecho de ESEN con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg