La última vez que la recesión castigó a Australia, Ronald Reagan le ordenaba a Mikhail Gorvachev que botara el muro de Berlín. Eso fue en 1987, y desde entonces, su economía ha navegado mares de crecimiento anual entre el 3 y el 7 %. Por semejante trayectoria, ni cosquillas le hizo la crisis financiera mundial, ni el desplome de los precios de los commodities.
Con razón Australia es uno de los 10 países que ofrecen mejor calidad de vida en el globo que habitamos. Todo ordenado: Política, economía, medio ambiente, seguridad, salud, educación, transporte, servicios públicos y deportes.
Reciente dije presente en el lejano continente, atendiendo un llamado del maravilloso deporte del triatlón; un viaje inolvidable que comparto con ustedes a raíz de petición de una chalchuapense en Australia.
La niña Carmencita vive en Sidney desde el año en que el FMLN hizo trizas el Puente de Oro ¡Cómo le brillaron los ojos cuando se enteró que éramos pipiles! “Por favor, cuando regresen, cuenten sobre lo que les pareció Australia, aquí habemos un montón”.
¿Qué nos pareció? ¡Maravilloso!
Ansioso por ver tierra después de 15 horas en las nubes, me clavé en la ventanilla del Airbus A380, seguro con el asombro que sintió Colón al ver tierra americana.
¡Qué vastedad! 7.6 millones de km2 (El Salvador tiene 21 mil), con tan solo 24 millones de homo sapiens, 72 millones de canguros y un ecosistema marítimo que se alborota en el arrecife de coral más grande del mundo (le sigue Belice).
Conseguir la visa costó uno y la mitad del otro, pero con solo digitar mi nombre, aparece, en pantalla, hasta mi tipo de sangre; ningún papel que llenar, ni sello que presentar.
Con la sonrisa y eficiencia que le hizo falta al negrote de migración en Los Ángeles, la chelita de Melbourne me despide con un “No worries mate”, sinónimo de “de nada”, automático cada vez que das las gracias.
Ni idea qué día y qué hora era. Lo que sí sabíamos es que el tiempo había que aprovechar: bañito de agua caliente, un cafecito y a descubrir Sidney. Ya nos habíamos dado cuenta de la eficiencia del transporte aeropuerto ciudad, y muy pronto aplaudimos sus trenes, tranvías, ubers, buses y una red de barquetas y ferries, entre las múltiples bahías que conforman la metrópolis de 4 millones. Tanto Bondi (bohemio) como Manly Beach (surf y juventud divino tesoro) están a $3 en barqueta. ¡Valen la pena!
Primera foto, un selfie con el Sydney Opera House, ícono arquitectónico avant-garde de velas en movimiento. Segunda foto, un pedazote de salmón del mar de Tasmania, descansando sobre una cama de papas fritas, en el mercado de pescado de la ciudad. ¡Omega 3 (y grasa) para un buen rato!
Nos contó la ña Carmencita que los cipotes crecen pollones Down Under. Medicinas, pañales, consultas y escuelas “de chootoo”. Además, la religión que enseñan en la escuela es el deporte. Canchas de rugby, tenis, básquet, tracks, piscinas y gimnasios públicos, pulcros y en todos lados.
En política, tanta risa me causó el escándalo que nos recibió. Resulta que un diputado no regresó los viáticos de su viaje, luego que salió a la luz que Beijing le había pagado el hotel. Me voy enterando de que el pícaro tuvo que renunciar. Y los nuestros choteando en Londres con cheque en blanco.
Hablando de Beijing, China es el principal socio comercial de los Aussies, con apetito voraz por sus minerales, trigo y carne. También es su principal emisor de visitas, con hambre por viajar y educar a sus hijos en inglés. ¿Medio ambiente? Ya se imaginan. La playa adonde fue la competencia es un lugar quizás tan bonito como el Cielo. Había que pellizcarse para validar nuestra existencia terrenal.
¡Tanto más que contar, tan poco espacio! Mejor voy concluyendo con el consejo de una chalchuapense en Australia: “Paciencia, hermanos, no hay mal que dure cien años, pero si ya no aguantan, vénganse aunque sea nadando”.
Dimos las gracias por la charla y el café y, con sonrisa de oreja a oreja, ña Carmencita responde “no worries mate”.
*Columnista de El Diario de Hoy.
calinalfaro@gmail.com