Es parte del trágico destino de El Salvador el ser gobernados por personas que no saben que no saben porque nunca creyeron tener necesidad de saber algo para sobrevivir o para no pasar vergüenza. Por eso, cuando tienen un problema, nunca se les ocurre que muchas personas, a través de los siglos, tuvieron problemas similares y encontraron soluciones o axiomas que llevan a ellas, y que luego los escribieron y fueron ordenándolos en las variadas ciencias del saber humano. De esta forma, por ejemplo, es obvio que cuando diseñaron los pasos a desnivel y especialmente el del redondel Masferrer, demostraron que ignoran el viejo axioma griego que dice que dos sólidos (dos carros, digamos) no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. Al no saber que el axioma existía, trataron de violarlo con consecuencias que pueden ser catastróficas para los que usen estos túneles.
Es necesario aclararle al gobierno que lo que dice el axioma es cierto aunque los dos cuerpos estén en movimiento, ya que podría ser que ellos piensen que si los sólidos se están moviendo los carros que vienen en un carril pueden fusionarse con los que vienen en otro. No. Eso no se puede. Si tratan de hacerlo, se encaraman el uno en el otro. Aunque se vayan moviendo.
Esto podrían haberlo comprobado con experimentos en los corredores del Ministerio de Obras Públicas, con carritos o con personas tratando de meterse corriendo en el mismo ladrillo al mismo tiempo. Allí se hubieran dado cuenta de la sabiduría de los antiguos griegos.
Pero el Ministerio no violó solo esta versión del axioma, que podemos llamar “el axioma dinámico”, sino también la otra, que podemos llamar “el axioma estático”. Este indica que si usted construye una bajada de dos carriles, digamos, del redondel Masferrer a la avenida Jerusalén, y al llegar abajo la bajada choca contra una casa, los carros no podrán ocupar el lugar de la casa o pasar a través de ella sin botar sus paredes en un accidente espantoso.
Aprovechando el ejemplo, es claro que los usuarios de las calles de San Salvador igual podrían haberse beneficiado si los del gobierno hubieran sabido que los antiguos griegos también habían estudiado hidráulica, haciendo observaciones que no pierden su valor por el hecho de que los niños desde el tiempo de ellos han logrado descubrir en tiernas edades lo mismo que los grandes griegos encontraron y el gobierno no.
Lo que los del gobierno deberían haber intuido es que en los embudos el flujo máximo de agua está determinado por el ancho de la boca angosta, no por el de la boca ancha. De esta forma, por más que usted haga más ancha la boca grande, no pasará más agua si no aumenta el ancho de la angosta.
Esta verdad hidráulica tiene la ventaja de que puede ser expresada en muchas otras dimensiones, como que si usted tiene una calle que tiene en un tramo cuatro carriles y en otro, dos, la cantidad máxima de vehículos que pasarán por la calle estará limitada por el tramo de dos carriles. Construir más carriles, túneles o puentes que mueren en un tramo de dos carriles no aumentará el flujo de vehículos a menos que se viole el axioma de los dos cuerpos en el mismo lugar. Los carros no pueden pasar por las casas. Ignorar este tema solo aumentará la velocidad con la que los carros llegarán a la trabazón.
Esto, por cierto, es lo que está pasando ahora que el túnel de la Masferrer está terminado, y es lo mismo que pasó en el otro paso a desnivel que el gobierno hizo en el otro extremo de la Jerusalén. Nunca, nunca jamás se habían armado trabazones tan terribles como las que hay ahora. Y el gobierno no entiende por qué.
Lo aterrorizante del caso es que estos son ejemplos de las cosas más sencillas que el gobierno no sabe y no sabe que no sabe. Al fin y al cabo, podrían haberse dado cuenta de los errores con unos cuantos dibujitos y unas carreritas en los corredores. Imagínese usted lo que pasa en cosas complicadas como la economía y las políticas sociales y de seguridad. Da vértigo pensarlo.
*Máster en Economía,
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy.