Los recientes hechos de violencia registrados en Jucuarán, Usulután, han provocado una reducción del 50 por ciento de las visitas en la playa El Espino, su principal atractivo turístico. Así lo aseguran algunos comerciantes de la zona y lo confirma la Policía Nacional Civil.
“La concentración de los turistas es entrando a la playa y caminando dos cuadras al oriente y dos al poniente. De ahí para allá es solo: la gente ya no camina por la misma delincuencia”, aseguró un agente policial.
La crisis en esta zona costera, que es asediada por la Mara Salvatrucha, se ha agudizado este año: han habido varios homicidios y varias personas están desaparecidas.
El último hecho de violencia que hubo en la localidad fue el pasado 13 de julio, cuando dos agentes de la Policía Rural fueron emboscados por pandilleros en el caserío Puerto Caballo, del cantón El Jícaro. Uno de ellos oficiales Francisco de Jesús Lizama Lovo, murió y el otro resultó lesionado.
Minutos después, la zona, que generalmente es patrullada solo por dos policías que se quedan de turno, se llenó de agentes de diferentes unidades y militares en busca de los responsables del hecho.
“Eso (el ataque contra los policías) nos vino a fregar más. La gente tiene miedo de venir, pero esperamos que en la vacación (de agosto) nos vaya mejor; de esto vivimos”, dijo el dueño de un negocio.
En un recorrido hecho la semana pasada en la zona se pudo observar que la presencia de visitantes era mínima en cuatro kilómetros de playa: solo había una pareja de esposos con su hijo y una docena de estudiantes que llegaron en excursión de San Miguel.
Solo un par de negocios estaban abiertos, algunos habitantes dijeron que esto se debía a que el resto de comerciantes atendían solo los fines de semana.
Sin embargo, durante el recorrido se vieron vestigios de lugares donde funcionaron ramadas o pequeños ranchos. Algunos, a decir de las fuentes, los cerraron porque ya no eran rentables.
Alza de homicidios y de personas desaparecidas
Siete días antes de que los policías fueran emboscados en Puerto Caballo, las autoridades registraron un triple homicidio en el mismo caserío.
Los cadáveres de dos mujeres de 48 y 42 años, junto con un hombre de 20, fueron hallados a la orilla de la playa. Estaban atados de las manos.
Preliminarmente las autoridades informaron que los tres tenían poco tiempo de haber llegado a vivir a la zona y presuntamente tenían vínculos con pandillas.
Antes de estos hechos, el 1 de febrero, el municipio fue escenario de otras dos muertes violentas: las víctimas fueron los hermanos José Roberto y José Samuel, ambos de apellidos Machado Mejía.
Este último tenía más de seis años de estar de alta en la Sexta Brigada de Infantería.
Ambos vivían en una zona atestada de la Mara Salvatrucha, por lo que el soldado siempre andaba armado y nunca salía solo.
Los Machado fueron acribillados con fusil, rociados con gasolina y quemados a dos kilómetros de su casa cuando viajaban en moto a realizar algunas diligencias.
Además, el 22 de junio, empleados de la Fiscalía General hicieron excavaciones en varias fosas clandestinas en un manglar del cantón El Jícaro, tras recibir información de que ahí estaban enterradas varias personas que han desaparecido en esa zona costera.
Tres días después, la institución informó que había encontrado tres cadáveres y esperaban los resultados de ADN para identificarlos.
Se presume que uno de los muertos sería un líder comunal a quien unos pandilleros habrían matado por creer que era informante de la Policía.
Tras estos hechos los pobladores supusieron que las autoridades desplegarían más policías y soldados para contener la violencia, pero, según ellos, nada ha cambiado.
Tres masacres en menos de un año
Algunas fuentes policiales presumen que la violencia en Jucuarán se ha desatado por una lucha de poder dentro de la Mara Salvatrucha. No descartan que algunas muertes las hayan cometido supuestos grupos de exterminio.
El 9 de mayo de 2015, siete hombres fueron ultimados en el caserío Ojo de Agua, del cantón El Zapote, de Jucuarán, por hombres vestidos con ropa oscura y militar.
Tres de ellos, según la Fiscalía, tenían orden de captura por homicidio y agrupaciones ilícitas. Algunos vivían en el lugar y otros llegaron de visita desde San Miguel.
Ocho meses después, el 1 de enero pasado, otros seis hombres fueron acribillados en la poza El Remolino, del mismo cantón.
Cuatro eran pandilleros de la Mara Salvatrucha, entre ellos estaba un cabecilla apodado “Buitre”. Todos vivían en el centro del municipio.
Los mataron hombres encapuchados, quienes portaban un listado que tenía nombres y fotos de varios pandilleros.
Tras cometer el hecho dejaron ir a otros delincuentes que estaban en el lugar y les mandaron a decir a sus cómplices: “Díganles que los próximos serán ellos”.
Un mes y medio después, fue cometida otra masacre en el caserío El Marañón, del mismo cantón El Zapote.
Un grupo armado mató a tres hombres y a dos menores de edad. Tres fueron ultimados mientras trabajaban en la construcción de un muro perimetral de una casa.
Dos sobrinos de uno de ellos también fueron ejecutados, minutos después, a un kilómetro de distancia, entre unos matorrales.
La madre de los adolescentes dijo que ellos y su hermano llegaron al cantón El Espino, de la misma jurisdicción, para trabajar como albañiles.
Puerto El Triunfo tiene un problema similar
El centro de Puerto El Triunfo, en Usulután, ha cambiado su aspecto en los últimos meses.
Los grafitis de pandillas que, hasta hace un tiempo, tapizaban las paredes de algunos inmuebles de esa zona turística han sido cubiertos con pintura o mensajes religiosos.
Pero eso no quiere decir que la Mara Salvatrucha y la pandilla 18 hayan abandonado la localidad. Muchos integrantes de estos grupos que tienen orden de arresto se han ido a islas o manglares para evadir a las autoridades, según fuentes de la Policía.
Las muertes violentas tampoco han cesado. En mayo pasado fue asesinado por la mara 18 un policía que estaba de licencia. Cinco días después, militares mataron a uno de los supuestos homicidas.
Luego fue asesinada una mujer en el barrio La Playa. A esta muerte se sumaron los homicidios de dos hombres en la isla Espíritu Santo y el de un trabajador de una platanera, en el centro del municipio.
Algunas personas que se ganan la vida ofreciendo servicios de transporte o vendiendo productos advierten a los visitantes que no se embarquen hacia ciertos lugares porque podrían ser víctimas de los pandilleros.
Según las fuentes, la Policía y la Fuerza Naval hacen patrullajes, pero sus esfuerzos no son suficientes.
En el pasado, las autoridades han reportado varios homicidios múltiples los en manglares y la desaparición de personas. La última masacre que los pobladores recuerdan ocurrió en mayo de 2015, en la hacienda El Tercio.
Un hombre y sus tres sobrinos fueron atados y degollados mientras buscaban cangrejos y curiles para vender.
Antes de eso, seis mecánicos de barcos que laboraban en Puerto Barillas fueron hallados muertos y enterrados en una fosa del río El Papayal.
Otros tres hombres fueron encontrados muertos en los manglares Los Lagartos, en San Dionisio, Usulután. Sus familiares dijeron que los privaron de libertad cuando estaban trabajando en Puerto El Triunfo.