Estuvieron inmovilizadas por culpa de un tumor

En menos de seis meses, una neurocirujana recibió a cinco pacientes quedaron paralizados por tumores.

descripción de la imagen

Con 21 años a Abigail se le detectó un tumor a los 8 meses de embarazo. Mientras el tumor progresaba la joven madre perdió la movilidad en sus piernas. 

/ Foto Por elsalvador.com

Por Xenia González Oliva

2016-08-03 7:00:00

Todo fue tan rápido. Un leve dolor en la pierna izquierda pasó de ser una ligera molestia a perder la fuerza para caminar, para pararse, para dejar de sentir sus miembros. 

Para Abigail la desesperación de quedar prácticamente inmovilizada a sus 21 años era amplificada por el hecho de que todo pasó en el lapso de su último mes de embarazo e incluso aceleró el parto. 

El recuerdo de no poder cargar a su primer hijo entre sus brazos aún la persigue.

Abigail recuerda el dolor en el pie, pero para entonces ella creía que se debía a una caída; la dificultad para caminar la asoció al peso provocado por tener ocho meses de embarazo. Pero cuando ya no podía levantarse ni moverse, los médicos que la atendieron decidieron que su parto fuera por cesárea. 

Los últimos días de su embarazo los pasó hospitalizada. Le habían detectado preeclampsia, una condición de riesgo en la que la mujer desarrolla hipertensión arterial, y lo relacionaron con sus problemas en los miembros. 

A partir del 17 de noviembre del 2015 todo empeoró, iniciaron los dolores de parto antes de la fecha en la que habían programado la cesárea. 

“Fue bien duro (…) no podía tenerlo normal, empecé con más dolores, me llevaron a cesárea de emergencia. Después de la cesárea me afectó más, no sentía las piernas”, cuenta. 

Al despertar de la cesárea,  Abigail ya no sentía más sus piernas. Los médicos tenían varias hipótesis, pensaban que quizá la anestesia le había afectado. 

Su hijo fue dado de alta a los dos días de haber nacido, pero ella tuvo que quedarse en el hospital. La pasaron al área de Infectología porque desarrolló una infección en el área donde le hicieron el corte para la cesárea. 

Como Abigail les había comentado de su caída, los médicos creían que quizá se había fracturado la pierna, pero seguían sin tener un diagnóstico seguro. 

Como estaba en el Hospital Nacional de la Mujer le dijeron que la llevarían al Rosales para hacerle unas pruebas, pero ella se sentía deprimida y desesperada, por lo que le pidió a su madre que mejor le diera el alta. “No estaban seguros de qué era lo que tenía (…) me entró depresión, quería salir de ahí”.

Al llegar a casa ella seguía sin poder moverse, su familia decidió llevarla al Policlínico Zacamil del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) donde le hicieron una radiografía que no encontró nada. 

Por lo complicada de su condición la enviaron de urgencia al Hospital General para que le hicieran una Resonancia Magnética con la que descubrieron que tenía una masa alojada entre las vértebras dorsales T7 a T9; era un tumor. 

Norma Sánchez fue la neurocirujana del ISSS a la que le asignaron el caso de Abigail. Pero para la especialista no era la primera paciente que llegaba en esas condiciones. 

En un lapso de seis meses, Sánchez recibió y operó a cinco pacientes a los que les habían encontrado un tumor cerebral o dorsal que ya había provocado daños en su capacidad para moverse. 


Vea infográfico sobre los tipos de tumores que pueden ubicarse en la médula: 

Un tumor que puede paralizar


Antes de Abigail, Sánchez había operado en septiembre a Marta, de 36 años. La paciente fue referida por un dolor en la parte dorsal derecha. 

“Nadie pensó que tuviera un origen de nivel nervioso, pensaban que era un problema gástrico, de lumbago, y pensaron que era una enfermedad desmielinizante cuando presentó debilidad en las piernas”, dice Sánchez. 

Fue hasta que le hicieron una resonancia que encontraron una masa entre las vértebras T8 a T9. 

Sánchez expone la dificultad para diagnosticar estos casos, y que entre más se tardan en encontrar los tumores más difícil se vuelve operar. 

Por suerte, en el caso de Marta, era un tumor sólido y lograron resecarlo en la primera cirugía. 

En esos casos, los médicos logran identificar qué tipo de tumor es hasta que extraen la masa. El de Marta era un Schwannoma, un tumor benigno en el tejido nervioso compuesto por células de Schwann.

En noviembre, llegó una paciente referida de San Miguel, presentaba convulsiones y no podía mover la mitad de su cuerpo. Su trabajo demanda actividad física y es madre de tres hijos. 

En la resonancia magnética apareció una masa a nivel frontal del lado izquierdo del cráneo. “Es nuestra parte dominante, si eres diestro, es el lado izquierdo el que controla el conocimiento, el habla, el entendimiento, el cálculo”, explica Sánchez. 

La cirugía era complicada por la ubicación del tumor, Sánchez señala que la misma manipulación para extraer la masa podía dejarla con secuelas del habla o de la comprensión, pero la operación fue un éxito. 

Actualmente la paciente de San Miguel ya camina y no presenta secuelas.  Los otros dos pacientes también ya están culminando su tratamiento. 

Rebeca, de 32 años, presentó el tumor más largo, desde la vértebra T5 a la T9, pero era extramedular, es decir que está fuera de la médula, y lograron extraerlo por completo. 

Al hacerle la biopsia se comprobó que era un linfoma, por lo que ha necesitado quimioterapias. 

El otro paciente era un joven que tenía un tumor frontal y necesitó tres operaciones, pero ya se está recuperando. 

Pero de todos los casos el más complejo ha sido el de Abigail, debido al tipo de tumor que tiene. 

El hemagioblastoma, al ser un tumor del vaso sanguíneo que está conectado a la médula y los vasos, no ha podido ser retirado de una sola vez. 

Abigail ya ha sido sometida a dos operaciones en la que se le ha retirado porciones del tumor. 

El tumor, que medía seis centímetros, tiene que ser resecado, se va pellizcando el tumor y coagulando al mismo tiempo porque sangra demasiado. 

“Cuando le resecamos los primeros dos centímetros, en menos de cinco minutos ya había sangrado más de un litro”, revela Sánchez. 

Por la localización no se puede usar radiación, ya que el calor dañaría la médula. 

Aunque aún no le han extraído por completo el tumor, Abigail reconoce la diferencia que ha sentido, sobre todo después de la segunda cirugía. 

“Cuando me operaron la primera vez no sentía mucho las piernas o lo que sentía era dolor si me tocaba. Después de la segunda operación, al abrir los ojos, sentí rápido el cambio, sentía más el pie, que lo podía mover”, cuenta la joven. 

Sánchez expone que el desarrollo de este tipo de tumores se puede dar por un componente hereditario. 

“Todos nacemos con cierta predisposición, será el ambiente, los antecedentes familiares, exposición a ciertas sustancias, que le pueden desarrollar este problema”.  

Aunque no son pocos los casos, la neurocirujana dice que persiste una dificultad para diagnosticar los casos de forma oportuna, sobre todo cuando son problemas cerebrales. Los problemas de la médula se vuelven evidentes hasta que aparecen los síntomas de adormecimiento de los miembros o pérdida de la fuerza. Los casos de tumores cerebrales suelen ser tratados como migrañas o cefaleas. 

Por ello Sánchez señala la importancia del equipo para diagnosticar que tiene el ISSS, ya que los casos deben ser tratados con rapidez. 

“Lo que nos lleva a operar con urgencia es que la presión que ejerce sobre la médula las va a dejar parapléjicas”. Dependiendo del nivel donde esté la lesión, los pacientes pueden perder el control de los esfínteres y tener problemas para hacer sus necesidades, además de no poder caminar. 

Y si pasa mucho tiempo, llega un momento en que la médula no se podrá recuperar a pesar de las cirugías. 

“Nuestra urgencia es ir a descomprimir esa médula, darle espacio, por eso se retira el hueso, porque después de la manipulación, por más cuidado que tengamos, siempre la médula tiende a inflamarse”. 

Actualmente Abigail aún tiene pendiente una tercera cirugía. Los últimos meses han sido muy difíciles para ella, ha estado a punto de darse por vencida en ocasiones, pero al mismo tiempo ha reforzado sus ánimos con el apoyo de su familia y el querer avanzar al lado de su hijo. Sánchez comenta que los casos necesitan no solo de fisioterapia, pero también terapia psicológica. Para Abigail es duro hablar sobre su experiencia, por eso prefirió ya no seguir con la psicóloga y ha puesto todo su empeño en las terapias físicas. Aunque su esposo debe cargarla para subir gradas, ella ya logra dar varios pasos en espacios planos con la ayuda de una andadera. Abigail espera que con la tercera cirugía pueda garantizar el final de su lucha contra el tumor. 

Sánchez resalta la importancia de poder atender los casos y esforzarse por lograr que todas sus operaciones sean un éxito, sobre todo al ver que son madres que quieren luchar para sacar adelante a sus hijos. 

“Gracias a Dios podemos ayudarle oportunamente a esas mujeres. Es una dicha”, dijo la doctora.

En este reportaje no se utilizaron los nombres reales de las pacientes.