Sabiduría: Solo sé que no sé nada

El síndrome Dunning-Kruger no es sólo para las personas tontas, que no se dan cuenta de lo tontas que son, se trata de psicología humana básica. 

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La ley le garantiza un escalafón a los médicos. El gasto se ha hecho excesivo.

/ Foto Por Leonardo González

Por Ricardo Esmahan*

2016-08-15 8:58:00

La relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural sistemáticamente tienden a pensar ilusoriamente que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son. El fenómeno fue rigurosamente estudiado por Justin Krugger y David Dunning, reconocidos psicólogos de la Universidad de Cornell de Nueva York, estudio publicado en “The Journal of Personality and Social Psychology”, 1999.

El síndrome Dunning-Kruger parece ser epidemia incontrolable en la política de las democracias modernas, especialmente virulenta entre funcionarios, líderes políticos, analistas,  asesores y asesores de asesores. La evidencia empírica es abrumadora cuando ellos están frente a micrófonos y cámaras.

El síndrome se basa en dos principios: 1) Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades, y 2) los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás. 

Antes que estos estudios lo evidenciaran científicamente, Charles Darwin ya había sentenciado que…“la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento…”,  y aquellos que tienen el buen hábito de reflexionar, concordarán que la mayoría tendemos a valorarnos a nosotros mismos por encima de la media, lo que lógicamente es, estadísticamente, imposible.

El aporte de Krugger y Dunning a las ciencias fue sencillamente el demostrar la existencia del síndrome, mediante un experimento consistente en medir las habilidades intelectuales y sociales de una serie de estudiantes, y pedirles al final de un buen período, una auto-evaluación. Los resultados fueron sorprendentes,  reveladores: Los más brillantes estimaban estar por debajo de la media; los mediocres, se consideraban por encima de la media; y los menos dotados, los inútiles, estaban convencidos de estar entre los mejores. Estas observaciones empíricas, además de curiosas son preocupantes, pues su lección por dolorosa que resulte aparenta ser que los más incompetentes no sólo tienden a llegar a conclusiones erróneas sobre si mismos y tomar decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello.

Pues bien, hoy, estos parámetros vienen al pelo para catalogar e interpretar muchas de las decisiones y desaciertos de tantos pretendidos “expertos” en economía y política, que durante décadas nos han llevado a donde estamos. No estoy aludiendo a ningún personaje en particular, ni a ninguna opción política en especial. Me atrevo a proponer el modelo Krugger-Dunning para diagnosticar a tantos falsos líderes, charlatanes y desatinados que pululan por doquier y padecen, sin saber, los efectos de este síndrome. Y de paso recomendar, hacérselos ver, ya que ellos solos por si mismos, son incapaces de reconocer esta patética realidad. Y finalmente hacer un llamado a la prudencia y humildad para quienes nos la damos de sabios, no sea que estemos afectados por este síndrome.

El efecto no visible en las personas realmente bien dotadas, prodigiosos y sin lugar a dudas expertos en sus temas, es que no hacen alarde de sus habilidades. Es comprensible que de vez en cuando muestren y presuman, sólo para confirmar credenciales. Es difícil imaginar a un Albert Einstein ir por ahí cacareando que era fenomenalmente inteligente.

La próxima vez que observemos una combinación de egos inflados y ambiciones salvajes tiradas al aire, combinación que impulsa a ciertas personas a querer convertirse en presidenciables, sin duda serán señales para reconsiderar dichas candidaturas. Estas personas en realidad podrían estar sufriendo de una incapacidad para poder  reconocer su propia ineptitud. Y de cinismo hay epidemia.

El síndrome Dunning-Kruger no es sólo para las personas tontas, que no se dan cuenta de lo tontas que son, se trata de psicología humana básica. Dunning-Kruger se aplica a todo el mundo. No sólo en la política.
  

*Columnista de El Diario de Hoy
resmahan@hotmail.com