Muchas veces son los pequeños detalles los que nos hacen darnos cuenta de grandes realidades. Precisamente eso me pasó hace unos días en el aeropuerto de El Salvador al leer la mala traducción al inglés de muchos de los rótulos. Algunos están horriblemente traducidos, y no creo que sea porque no hayan podido encontrar a una persona bilingüe para hacerlo, pues al final la traducción es de español a inglés y no al esperanto o árabe. Me golpeó nuevamente nuestra realidad: nos hemos acostumbrado a hacer las cosas a medias.
Y así como estos rótulos mal traducidos, cada día me encuentro con más ejemplos de este conformismo en el que estamos viviendo. Por ejemplo, todos los días paso por el túnel de las Naciones Unidas, que desde hace varias semanas está sin iluminación… a pesar de tratarse de un proyecto relativamente nuevo, que debería funcionar a la perfección.
Y antes, cuando usaba la Autopista Monseñor Romero, sucedía lo mismo: la carretera no tenía iluminación. En su momento, allá por 2014, le pregunté al ministro de Obras Públicas por qué sucedía esto. La respuesta fue que se robaban los cables y que lo solucionarían instalando un puesto de la policía, para que evitar que siguiera sucediendo. Hasta la fecha, esto no ha sucedido y esta calle sigue a oscuras. Pero esto no es nada nuevo, desde mucho antes la carretera a Comalapa está sin iluminación, por motivos (o excusas) similares.
Lo peor de todo es que estamos hablando de obras millonarias que hemos pagado todos nosotros con nuestros impuestos y no decimos nada. O lo olvidamos, como el caso del Puerto de La Unión (que sigue sin utilizarse) o simplemente evitamos pasar de noche por estas carreteras sin luz.
Estamos permitiendo que se desperdicie millones de dólares que se ha invertido en estas obras. Esto que el gobierno está haciendo con nuestros impuestos es el equivalente a comprarnos un carro de lujo sin tener el dinero para darle mantenimiento, pues se irá arruinando poco a poco, hasta quedar en calidad de chatarra.
Si somos un país con recursos limitados, los proyectos en los que se invierte lo poco que tenemos deben ser sostenibles. No podemos seguirnos dando el lujo de desperdiciar el dinero en obras que van a quedar a medias. Y nosotros, no podemos seguirlo permitiendo, pues cada dólar malgastado es un dólar que pagarán con intereses las futuras generaciones.
Si bien es cierto nosotros no somos quienes manejamos el dinero, por lo menos sí tenemos en nuestras manos el poder de elegir a quienes lo van a administrar. Al final de cuentas, todo sale de los impuestos que nosotros mismos pagamos. Y tenemos todo el derecho –y el deber– de exigir que nos rindan cuentas de lo que se hace con nuestros fondos.
No podemos seguirnos permitiendo vivir en un país en el que todo queda a medias. No nos podemos conformar con esto. Pero comencemos por nosotros mismos a generar el cambio que queremos ver en nuestro país. ¿Cómo? No dejando a medias nuestros proyectos, no dejando a medias los estudios, no dejando a medias nuestros sueños ni tampoco dejando a medias o en “intenciones” cuando tenemos que pronunciarnos en contra de algo. Insistamos y perseveremos hasta alcanzar lo que nos proponemos, porque a medida que nosotros salgamos adelante, nuestro país también lo hará.
* Emprendedor salvadoreño.
@aatanacio