emocracia de la Atenas del siglo V a.C, en los tiempos de Pericles, Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes, siempre ha sido un punto de referencia para los que buscan el comienzo de la democracia antigua, porque se le considera como la raíz principal de las democracias modernas y el modelo, par excelence, implantado en el subconsciente político de la civilización occidental, todavía hoy en día.
Se dice que en Atenas las decisiones las tomaban el pueblo soberano en la Asamblea, sin intermediarios individuales ni institucionales. Los líderes que hablaban con mayor contundencia influenciaban al pueblo con su flamante retórica, honesta o deshonesta, y el demos votaba directamente, levantando la mano. Es decir que la democracia de la Atenas clásica era una democracia directa. Las decisiones del pueblo eran tomadas en una suerte de referéndum directo. No había intervención de cortes ni constituciones. El líder que lograba ganarse la imaginación y la emoción del pueblo, podía guiar o manipular la polis sin la interferencia de, digamos, una Corte Suprema o una Sala Constitucional. El voto directo era la modalidad de la democracia directa de la Atenas antigua.
Pero lo descrito es el pasado de un país extranjero y, allí, hicieron las cosas de una manera distinta. Por ejemplo, los derechos humanos inalienables eran un concepto desconocido en la antigüedad. En esa sociedad, hace más de 2500 años, era válida la práctica del ostracismo, el infanticidio, el genocidio y la esclavitud. Los ciudadanos que podían participar de la vida política y votar lo podían hacer porque no tenían que cumplir con el trabajo que sus esclavos sí.
Entender la democracia directa de Atenas es un tema envuelto en controversias, visiones ilusas e ideas malentendidas. No obstante, la democracia, aún la directa, el modelo sagrado de las ilusiones románticas y decimonónicas de Atenas, se conceptualiza como un orden legal distinto de la tiranía, una forma de funcionamiento gubernamental arbitraria sin control.
Antes de dibujar algunas personalidades políticas, episodios y actuaciones en la democracia del pueblo ateniense, que votaba con base en ideas fomentadas por líderes bien entrenados en la retórica política, que argumentaban a veces en forma tan compleja que llevaban a los ciudadanos a no sentirse capaces de debatir o cuestionar sus propuestas, es de rigeur establecer una premisa básica: los líderes políticos necesitan una educación que los prepare para esta tarea de guiar al pueblo sustentados en principios honestos. No se puede establecer una democracia con líderes sin la experiencia ni la educación necesaria para liderar una polis, un estado, una nación.
Aristóteles en su Retórica define, en una larga lista, las habilidades que los líderes políticos tienen que manejar. Mucho más adelante en la historia, en el siglo XVIII, Edmund Burke, con su fina ironía, dijo no poder imaginar a su sastre o a su peluquero gobernando un estado, por su falta de preparación y educación para gobernar.
Los líderes eran, y son, un elemento crucial en una democracia directa donde el demos necesita una variedad de información y la guía de expertos para ayudarles a tomar decisiones. El gran historiador Sir Moses Finley, filólogo y especialista en la Antigua Grecia, declaró, en el siglo XX, que nadie debe ser denominado como demagogo, salvo si hace promesas falsas al pueblo para servir a sus propios intereses.
Ahora, de vuelta en la Atenas antigua, el gran líder de todos los siglos, Pericles, muere durante la peste y deja un vacío de poder. Surge entonces un nuevo líder en la democracia directa de la polis de Atenas: un tal Cleon.
Cleón, para tomar un ejemplo real e histórico, gozaba de una alta influencia entre algunos sectores, pero su presencia y actuación vulgar lo llevó a un choque con el sistema político en general porque no tenía mucha educación, hablaba con un estilo rudo y agresivo, y recurría a nuevos métodos para hacerse con el poder y establecerse en la arena pública. Dijeron algunos que Cleón zarpó en una ruta populista para ganar el poder por sí mismo y luego servirse de él.
Tucídides, su contemporáneo, en la Historia de la Guerra del Peloponeso, nos presenta el comportamiento político de Cleón, cuando Mitilene, una de las colonias de Atenas, entra en rebelión contra Atenas y Cleón instiga el castigo más fuerte imaginable contra sus habitantes, manipula a la Asamblea para que vote por la ejecución de todos los hombres adultos y la esclavitud de las mujeres y los niños de Mitilene. La Asamblea, bajo la presión de la fuerte retórica populista de Cleón votó de manera unánime por el genocidio y la esclavitud. Atenas decide entonces mandar una flota naval lista para ejecutar el plan. ¿Dónde estaba la Sala de lo Constitucional que pudiera examinar este voto y su legalidad?
Pero el pueblo que había votado esta medida se despertó a la siguiente mañana, dice Tucídides, y cambió de repente su decisión. Querían enviar otra flota naval para alcanzar a la primera que llevaba la orden de masacrar a la población de Mitilene. El desenlace de esta situación aparece en las palabras de un ciudadano anónimo, un tal Diodotus, quien argumentó en contra de la propuesta de Cleon y el pueblo de la Asamblea.
Cleón, nos dice Tucídides, estaba furioso y argumentaba que se debía seguir con la matanza recurriendo a las palabras huecas, sin contenido, que son propias del populismo y la demagogia, pero actuando dentro de los parámetros de una democracia directa. Tucídides nos cuenta que la segunda flota llegó a tiempo para revertir la orden de masacrar a los de Mitilene. ¡He aquí la democracia directa en acción, sin instituciones de por medio!
Como se puede ver, el período de Cleón al frente de la Asamblea ateniense, ejerciendo la democracia directa con su vulgar populismo impactó la vida política de la democracia. Introdujo el populismo por la vía de la demagogia: convenciendo al pueblo con promesas populistas. El gran dramaturgo Aristofanes, con fina ironía, declara que la herramienta necesaria para liderar es la demagogia: la voz vulgar, el comportamiento sin freno.
La democracia directa de Atenas la llevó a tomar otras decisiones parecidas a la que se describe en la situación de la rebelión de Mitilene, por la misma metodología del voto directo, para decretar masacres y acciones absurdas, sin pensar que los llevaría – y los llevó- a traspasar los límites morales que les marcaron el camino hacia su decadencia. El fracaso era inevitable, Esparta los conquistó en 404 a C. en Aegispotomi.
El populismo y la demagogia requieren no solo instituciones intermediarias entre el pueblo y las estructuras de liderazgo sino que cabezas pensantes y educadas que no pierdan la virtud y la humanidad en el ejercicio del poder; la preparación y la educación son requisitos irrenunciables para ejercer el liderazgo político de la polis, del estado y de la nación. Pero la democracia no puede funcionar en una forma directa como en el caso de Atenas. No se necesitan políticos tipo Cleón quienes nos llevarían directamente a nuestro propio Aegispotomi.