Lady D y el moribundo de San Miguel

No es que nosotros no cometamos errores ni que seamos infalibles, mucho menos mi intención es pontificar, pero día a día luchamos contra los vicios que trae una educación con muchos vacíos y la improvisación de profesionales.

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Foto Por edhdep

Por Mario González*

2016-08-20 8:33:00

Hace un tiempo vi en televisión a un reportero presentar la historia de una pobre mujer que pide limosna en una carretera en El Salvador. La nota me pareció altruista y humanitaria hasta que el comunicador reveló que la mujer sufría de trastornos mentales y que quedó así porque fue violada por desconocidos en la vía.

Por si fuera poco, mostró el rostro de la señora y hasta la “entrevistó” sobre los hechos…

Para bien de la protagonista de esta historia y del empleo del reportero, la nota pasó inadvertida entre la maraña de asesinatos y otros hechos de violencia que presentó el programa.

Pero esto no ocurrió con una reportera de televisión que hace unos días se puso a entrevistar a un moribundo que poco antes había sido atropellado por un automóvil.

La joven comunicadora ha sido desde entonces el centro de cuestionamientos y rechazo, incluso a nivel internacional, pero sobre todo de parte de los francotiradores de siempre que se creen perfectos James Bond con licencia para matar, que sólo ven la paja en ojo ajeno y no quieren darse cuenta de la viga que tienen enfrente.

Es que es fácil criticar y acabarse a la gente, pero no aportar para ver en qué estamos fallando y cómo podemos preparar más a las nuevas generaciones de periodistas, comenzando por evitar que asuman aires de grandeza con sólo andar provistos de cámaras y micrófonos.

Muchos periodistas jóvenes, con esas herramientas, llegan a sentirse con autoridad hasta para matar el idioma tratando de “hablar fino” y llegando a extremos como el que hemos mencionado. Sólo hay que oír cómo repiten la jerga judicial o económica incomprensible para las audiencias comunes (intimación, medidas cautelares, medidas sustitutivas, caución, excusa absolutoria, el PIB, etc).
     
Y no es que nosotros no cometamos errores ni que seamos infalibles, mucho menos mi intención es pontificar, pero día a día luchamos contra los vicios que trae una educación con muchos vacíos y la improvisación de profesionales.

El incidente de la periodista con el moribundo me trae a la memoria el caso de los paparazis que fueron condenados por propiciar el accidente y no atender a la princesa Diana y a su prometido en París el 30 de agosto de 1997.

Quedó registrado en el proceso que los fotógrafos siguieron tomando fotos, mientras la princesa Diana se quejaba diciendo “Oh, Dios…” y posteriormente “cómo duele…”.

La policía detuvo a los siete paparazzis que estaban en la escena y luego los tribunales determinaron que ellos al perseguir el auto, además del estado de ebriedad del conductor de Lady D, fueron los causantes del percance.

Esto nos dice que en todas partes se cuecen habas, pero no quiere decir que no podemos tratar de mejorar cada día.  

Podemos tratar de entender que hay momentos difíciles en que no sabemos qué hacer por mucha experiencia que tengamos, pero debe regirnos la ética y el humanitarismo, aunque ciertamente en esos momentos poco podemos hacer hasta que llega la ayuda.

Podemos tratar de ayudar a las víctimas confortándolas, pidiéndoles sus datos para notificar a sus parientes, repitiéndoles que el auxilio llegará pronto, etc., preocupándonos más por que puedan ser atendidas.

Con el tacto debido podemos recabar información que pueda ser determinante incluso para aclarar el hecho, pero no olvidando que debe prevalecer el respeto.

La atención humanitaria en esos casos vale más que una primicia.

Lo más importante es que podamos ir construyendo un mejor periodismo, dejando a un lado los egos y superar nuestras deficiencias en beneficio de nuestras audiencias, que es a quienes nos debemos.
 

* Editor Subjefe de El Diario de Hoy.