Se terminó Río 2016. Con sus estrellas fulgurantes como Bolt, Phelps o Biles en primer plano. Con el fútbol olímpico al fin con Brasil en su lugar. Con la supremacía estadounidense en el medallero y la lucha rusa a pesar de las ausencias.
También, lejos de las luces y de la TV, de las cadenas internacionales “latinoamericanas” que solo daban cobertura a los atletas mexicanos, hubo un grupo de orgullosos salvadoreños. Que fueron a competir contra sus rivales y también contra el ya famoso “poco apoyo”, contra la desidia y el pesimismo. Hubo voluntad de hacer lo mejor; hubo resultados dispares.