La abogada que encontró la vida en un convento de clausura

En el periódico La Vanguardia se publicó un artículo sobre una abogada, de gran éxito, que decide irse a un convento de clausura; es una historia que muestra que más allá del ajetreo diario todavía hay espacios para el silencio, la vida sencilla y llana. 

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Foto Por edhdep

Por Ricardo Chacón*

2016-08-27 6:50:00

Lo único que ha criticado la cúpula del FMLN, después de muchas piruetas y malabares, sobre las investigaciones de enriquecimiento ilícito del expresidente Funes, es su “estilo de vida”; lo demás se dice que es una conspiración de la derecha, es más una abogada se rasga las vestiduras y dice que la Fiscalía ilegalmente “ha expuesto al público los bienes del expresidente”.

En relación al estilo de vida, hay uno, radical, muy radical, el de los conventos de clausura que quiero plantear este día, no a raíz de Funes sino de un artículo publicado en un periódico catalán.

Antes que nada permítanme tocar a vuelo de pájaro tres cuestiones: uno, ¿qué es un convento de clausura? Se trata de hombres y mujeres, por opción libre, porque así lo quieren, deciden dedicar su vida a la oración en un lugar cerrado, en un claustro, sin relación con la vida social cotidiana; es como una cárcel en cuanto que no se puede salir, incluso en algunos lugares, ni hablar.

Dos, ¿para qué sirven o cuál es el sentido de estos monjes o monjas de clausura? Para muchos no sirven para nada, para otros no las entienden ni les interesa entenderlos, pero para otros, especialmente para los que optan por esta vida, no es más que un régimen de oración, silencio, recogimiento, de trabajo manual y físico, de penitencias fuera la dinámica social, principalmente la consumista, donde intentan vivir de cara a la divinidad, en constante oración. Los creyentes, tal como lo dice Dolores Echeverría en el Catholic.net, “la oración de las monjas de clausura es como el corazón que bombea la sangre a todas partes del cuerpo. Su presencia silenciosa y orante da vida a la Iglesia y además es un consuelo constante a Cristo”; es cuestión de fe entender esta perspectiva que plantea Echeverría.

Y tres, ¿cuándo nace, si es una tradición cristiana y si hay conventos en la actualidad? La vida monacal, conventual y de clausura siempre ha existido y no solamente en la tradición cristiana como son los esenios, miembros de una secta judía ascética del siglo 1 antes de Cristo que vivían alrededor del Mar Muerto, o de los budistas o jainas que integran la sangha monástica integrado por creyentes que han sido ordenados como monjes. En la actualidad, hay conventos de clausura y forman parte de diversas órdenes religiosas como los agustinos, benedictinos, carmelitas, cistercienses, clarisas; en El Salvador hay al menos un convento de clausura, de la Orden de la Visitación de Santa María, creado en el 2006 e integrado por al menos seis o siete monjas procedentes de México (por lo menos así lo dice el sitio web del convento).

En este contexto lo publicado por el periódico catalán La Vanguardia. Se trata de Leire Quintana, a sus 37 años, abogada, exitosa empresaria, con vida social normal y alegre, con su propio apartamento en Madrid, decide dejar todo e irse a un convento de clausura. Durante sus cuatro años en un monasterio cisterciense, porque luego dejó el convento, aprendió a vivir en silencio, con largas horas de trabajo arduo en medio de muchas, muchas horas de oración y contemplación, que comenzaban a las 4:00 de la mañana.

Más duro que esto, además de dejar de lado el estilo personal por lo general determinado por la moda, el rol social, la casa, familia y el celular, fue el convivir con otras mujeres en un mundo muy pequeño, con muchos espacios en soledad, en medio de disciplina y obediencia, combinando por un lado, el riguroso estudio, por ejemplo de la Biblia, con el trabajo manual.

En este ambiente, lo dice casi al finalizar el artículo, encontró la vida, me imagino que el sentido de la vida, de una vida útil, a gusto, plena y tranquila y con ello le surgió de nuevo la intención de vivir en sociedad; dejó el convento por esta razón.

Un par de cuestiones de esta historia: uno, más allá de la vida de clausura, la sociedad actual, las personas de esa sociedad necesitan un momento de paz, soledad y silencio interior, dejar de lado la ajetreada vida de una sociedad de consumo, consumista, determinada por el celular, para detenerse y encontrarse con sí mismo, con los otros y encontrar un sentido a la vida; y dos, la vida material, propia de los tiempos actuales, está muy centrada en las carreras propias de una sobre vivencia diaria, donde el trabajo, por lo general mal pagado, no es más que un medio para medio sobrevivir junto a su familia… la inseguridad propia de la delincuencia, la falta de oportunidades, y la exclusión social, generan altos índices de frustración que necesitan un momento de silencio, paz interna para continuar con el camino.

No sé si sirven y si tienen sentido los conventos de clausura, lo que sí sé, es que los que están en esa vida, son un testimonio de que hay otra forma de vivir, donde se pone el énfasis en la vida natural, junto a otros, con posibilidad de encontrar la vida, el sentido de la vida, no solo en un estilo de vida superfluo, lleno de cosas, sino desde el interior, espiritual, intelectual dirían algunos.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
ricardo.chacon@eldiariodehoy.com