De la teoría a la comunidad

Una comunidad con sus necesidades básicas cubiertas, ordenada y apoyada es formadora de superegos sanos. No se necesita ser psicoanalista para entender eso.   

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Los jóvenes líderes conformaron tres mesas de trabajo.

/ Foto Por Eugenia Velásquez

Por José Sifontes*

2016-07-01 8:49:00

El Psicoanálisis es, entre otras cosas, una forma de entender la conducta y explicar el funcionamiento de la mente humana. La mente funciona de forma dinámica; todo está interrelacionado, lo externo con lo interno, lo pasado con lo presente. Freud mencionó tres áreas psíquicas principales: El Id, que contiene todos los instintos, impulsos y deseos. Se rige por el principio del placer y busca satisfacción inmediata, sin tener en cuenta factores morales o normas sociales. El Superego contiene todas las normas que asimilamos en la familia, en la escuela, en la religión y en la sociedad. Nos prohíbe hacer cosas censurables y nos indica la diferencia entre el bien y el mal. Entre el Id, que busca expresar los instintos, principalmente los sexuales y agresivos, y el Superego, que nos detiene, está el Ego. Éste tiene la tarea de mediar entre el Id y el Superego, entre los impulsos y las prohibiciones. Es a través del Ego que se llega a un acuerdo: el impulso puede ser satisfecho pero bajo determinadas reglas. 

Se nace con un Id pero el Superego se desarrolla poco a poco, a través de la educación y la socialización. Necesita de guías, de modelos, de parámetros sociales. Cuando de pequeños íbamos al cine y preguntábamos a nuestros padres quién era el bueno de la película, estábamos formando nuestro Superego. Con el tiempo no solo llegamos a conocer las normas, a poder diferenciar lo bueno de lo malo, sino que lo asimilamos de una forma más profunda, lo integramos a nuestra percepción del mundo y se vuelve un elemento clave de la conducta.

Puede haber extremos. Un Superego demasiado rígido coarta la libertad, lleva al dogmatismo, a la intolerancia, e incluso a la enfermedad. Uno demasiado débil conduce al egoísmo, a la falta de empatía y carácter, y a la conducta antisocial.

Trasladando estos elementos a la vida en sociedad se puede comprender las razones de ciertos problemas sociales y los elementos básicos para corregirlos. Sería simplista decir que con la teoría psicoanalítica se tiene ya una explicación para todo y que, por ejemplo, la conducta criminal únicamente se debe a una débil o torcida formación del Superego; pero al menos es un marco de referencia que nos ubica y nos permite tener indicios de qué está pasando y cuáles son las medidas que tienen sentido.

Un niño que crece en un hogar desintegrado, en un lugar insalubre, que abandona una escuela que de todos modos está en ruinas y que aprende del mundo en la calle junto a otros menores en iguales condiciones, ¿de dónde puede desarrollar un Superego que integre adecuadamente las normas sociales? Obviamente sus esquemas mentales serán incongruentes y sus percepciones de lo correcto, lo justo y lo bueno estarán significativamente distorsionadas.

¿Puede esto ser corregido? No sería psiquiatra si dijera que no. Pero no soy ingenuo y sé, que como en las enfermedades, depende de que el daño no esté tan arraigado o sea demasiado tarde. Las posibilidades de resocialización son mayores si se interviene en los casos menos severos y de forma temprana. No es cosa de dar psicoterapia a todos en riesgo sino de intervenir en las comunidades con lo esencial: mejores condiciones de salud, de educación y de ocupación productiva. Una comunidad con sus necesidades básicas cubiertas, ordenada y apoyada es formadora de superegos sanos. No se necesita ser psicoanalista para entender eso. 

*Médico psiquiatra y columnista de El Diario de Hoy