Manuel Alcántara: ???Los partidos grandes han sido incapaces de llegar a grandes pactos???

El politólogo español afirmó que la polarización está generando un clima de rigidez e inflexibilidad que pone en riesgo la efectividad y la confianza del sistema político en El Salvador.

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Manuel Alcántara, de la Universidad de Salamanca, hizo énfasis en que la calidad de la democracia es importante al analizar el desempeño de un país.

/ Foto Por elsalv

Por Ricardo Avelar

2016-07-07 9:02:00

El académico español Manuel Alcántara teme que el sistema político pierda efectividad y confianza si no se establecen pactos sobre temas importantes. En su más reciente visita al país, en la que fue homenajeado como Miembro Honorario de Fusades, conversó con El Diario de Hoy sobre esas áreas donde urgen los encuentros de la clase política. También comentó el gran riesgo de la corrupción y la amenaza de la inseguridad a la democracia del país.

¿En qué etapa ve el desarrollo democrático de El Salvador y hacia dónde se está moviendo?

Desde la perspectiva de estudios de calidad de la democracia, El Salvador está en lugar, digamos, ‘intermedio-alto’ y el nivel de la calidad de su democracia ha ido lentamente en ascenso. Uno puede mirar atrás y hacer una evaluación del último cuarto de siglo y resulta positiva. 

Eso no significa que las cosas estén totalmente bien y no haya problemas. En mi opinión hay algo que quizá esté trabando las posibilidades de un mejor rendimiento de la política salvadoreña: la incapacidad de los dos grandes partidos de llegar a grandes pactos. Estos partidos están encasillados en posiciones muy extremas. Deberían establecer terreno de colaboración común en problemas básicos del país, que solo se pueden arreglar si hay entendimiento entre las dos fuerzas políticas, pero hay una suerte de rigidez e inflexibilidad a la hora de buscar ese gran pacto.

¿En qué áreas es prioritario establecer esos acuerdos básicos?

Yo creo que tres: la primera, un pacto nacional con respecto a la violencia, que no solo atañe a la clase política, sino a toda la sociedad salvadoreña, incluyendo medios de comunicación, ONGs, universidades, empresarios, sindicatos. 

La segunda, la crisis fiscal, un tema complejo que no se soluciona estrictamente vía la austeridad. Debe haber políticas que enfaticen la restricción del gasto, pero debe haber otras que busquen incrementar el ingreso, bien sea evitando el fraude fiscal o siendo efectivos en cobro de ingresos. El Salvador tiene un déficit de “estatalidad”, hay poca presencia del Estado en temas necesarios y pocos recursos para hacerlo.

El tercer eje es una mayor comprensión de la circunstancia migratoria, que además beneficia mucho a la economía salvadoreña a través de las remesas de los migrantes. Debe haber una política más inteligente y así poder generar un poder blando de la comunidad salvadoreña fuera del país, aprovechando el talento presente en el exterior.

Me parece que esos tres elementos son ineludibles.

Durante sus estudios sobre la institucionalidad del país, ¿qué evolución ha visto en esta democracia?

Nosotros (la Universidad de Salamanca y él) apostamos por fortalecer las instituciones y hay recomendaciones que sí se han logrado poner en marcha y creo que el país está mejor. Áreas como el voto domiciliario, por recordar un caso. 

Un caso opuesto está en la naturaleza de la vida política salvadoreña: la polarización, que inicialmente pensé que no era mala, pero ahora la considero peligrosa si no deja que se aborden los tres problemas que mencioné. Está bien si un sistema de partidos polarizado representa a la población, pero acá parece haber una polarización artificial: los partidos están muy polarizados, la población no tanto.

¿Qué riesgo trae la falta de efectividad producto de esta polarización?

Uno muy alto. Al final la gente dice:  “estos políticos están jugando su partido en una cancha que no es la de la gente”. Parece que se ocupan de sus problemas nada más y no de aquellos de la gente. Esto termina generando desafección con los políticos y se termina votando a un “outsider” que llega como una figura mesiánica.

¿Está El Salvador en riesgo de caer en esta tentación mesiánica?

Sí, totalmente. Si los políticos siguen siendo autistas y preocupados solo de su “parcelita” o su negocio, evidentemente puede darse esta circunstancia. Si a esto se le sumara un problema como una crisis económica o un mayor exacerbamiento de la violencia, puede llegar el típico “salvador” que venga con supuestas fórmulas mágicas. No solucionarán nada pero son capaces de hacerle creer a la gente que les resolverán sus problemas.

En este sentido, ¿qué sucede cuando estos líderes mesiánicos convierten la política en espectáculo?

Algo como lo que sucede con Podemos en España. El riesgo principal es la banalización y superficialización de la política. Esto lleva a la desafección, a ciudadanos más volátiles que cambian de “A” a “Z”, a individuos que deciden no votar y se vuelven cínicos ante la institucionalidad y la democracia.

En un país con problemas tan apremiantes, ¿se debe apostar a solucionar lo urgente a corto plazo o lo importante a largo plazo?

Ese es el drama de la política y en esto no hay recetas milagrosas. Si las hubiera, no estaríamos en estos problemas. Lo verdaderamente urgente es el pacto, ese gran acuerdo nacional, pero ciertamente no resolverá todos los problemas. Lo que sí sabemos es que la inacción y la polarización terminan en esterilidad y esto solo agrava el problema. 

Uno de esos dilemas se da en la seguridad. ¿Cuál debe ser el balance entre efectividad y apego al Estado de derecho y derechos humanos?

El apego debe ser total. No hay atajos en el Estado de derecho y no se pueden violar los derechos humanos. Es más, hay que reforzar al Estado. La capacidad punitiva debe ser fuerte, pero el problema de la violencia es muy integral, que requiere grandes pactos, apoyos de la comunidad internacional y la generación de un clima de colaboración de todo el país para confrontar la inseguridad desde muchos aspectos. 

¿Cómo debe reaccionar un Estado ante la tentación de medidas extremas en la violencia?

Se deben tener abiertas las ventanas y escuchar a la gente, pero no solo a través de las encuestas públicas. Se debe escuchar a los rectores de las universidades, a líderes sindicales, comunidad internacional y otros actores y estar listos a rechazar las medidas fáciles que pueden traer resultados peligrosos.

No solo la inefectividad en la seguridad genera desconfianza: hablemos del dinero en la política. ¿Por qué urge tocar el tema?

La falta de transparencia en la política partidaria es un cáncer por varias razones: puede haber un dinero sucio que entra en la política y la contamina. También incrementa la sospecha permanente a todo aquel que se acerca a la política. En esto urge legislar, pero también capacitar pedagógicamente y en esto los medios tienen un rol importante. 

Los políticos ahora tienen la oportunidad de transparentar sus acciones por medio de páginas web, sitios personales y otras plataformas. Esta es una buena forma de generar un código ético y esto tiene más impacto que legislar.

Hay otro dilema, el de efectividad y transparencia. Se dice que la corrupción “aceita” los procesos…

Eso es falso y está en la literatura sobre la corrupción. Me gusta mucho la frase empleada “aceitar” la máquina política, pero creo que es muy cínico hablar en esos términos. Además la eficiencia está reñida con la corrupción. Es más, la transparencia genera un hálito de moralidad pública que contribuye a que las cosas se hagan mejor, pues los fines están perfectamente definidos y los medios para ellos también.

Hay casos como el nicaragüense, donde hay un aparente crecimiento a costa de la institucionalidad…

Nicaragua está hoy ética y políticamente peor que con Somoza. Este gobierno ha traicionado todos los ideales de quienes lucharon en los ochentas. Ese crecimiento y la seguridad aparente son poco sostenibles, y no se deben ver solo esos indicadores: también hace falta ver la calidad de la democracia. 

A los medios y la academia nos sirve mucho hablar de la calidad de la democracia. ¿Qué tanto es prioridad del ciudadano?

La evidencia empírica nos indica que a la gente la política le importa muy poco. Otra cosa son los productos que la política puede generar, que sí le importan a la gente, como la seguridad. 

Se cree que para paliar un poco esta desconexión, entra el rol de las reformas políticas…

Sí, las reformas son positivas, pero tampoco son la panacea. Puede haber prácticas sociales o clientelares que terminan anulando los efectos de las reformas. Estas son muy necesarias, pero a veces son machacadas por la propia sociedad. En fin, ya hemos dicho que hay que avanzar en determinadas reformas. La principal es que no se haya avanzado en controlar la financiación de la política.

Algunos partidos afirman que si se da a conocer quién los financia, estos se debilitarán…

Eso es una hipocresía. Hay mucha hipocresía en los partidos que no quieren abrir sus cuentas.

PERFIL:
Manuel Alcántara Sáez es doctor en Ciencia Política y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. 
Es catedrático de Estudios Latinoamericanos, Ciencias Políticas y Administración en la Universidad de Salamanca. 
Es miembro del Consejo Asesor Externo del Departamento de Estudios Políticos de Fusades y fue condecorado como Miembro Honorario 2016 de esta institución.