Así como van las cosas, piensan muchos capitalinos, el Sitramss estaría al borde de causar epidemias…
Se reporta un incremento en los casos de tifoidea, enfermedad que suele propagarse por aguas contaminadas, como las que están corriendo por la cárcava del Tutunichapa.
A causa del Sitramss, rutas de buses que circulaban por la Juan Pablo II se han desviado a calles y avenidas no preparadas para ese tráfico, con el consiguiente daño a las superficies de rodaje pero, más grave, a lo que está en el subsuelo.
Bajo tierra están colocadas las tuberías de agua potable y, muy cerca de ellas, las de aguas residuales.
Profesionales en salud deben explicar al Viceministro de Transporte, con gráficas y testimonios, el gravísimo daño que se está causando a las tuberías al desviar el tráfico a calles secundarias.
Las tuberías de cemento han superado su vida útil y se incrementa el riesgo de que se rompan bajo ese peso. Al romperse, se forman charcos internos, grandes lodazales, lo que a su vez se convierte en un medio propicio para que proliferen patógenos, “que no sólo nadan hacia abajo, sino en todas las direcciones”.
Y al suceder esto y producirse fisuras, puede contaminarse el agua potable.
Aguas contaminadas fueron la causa de pestes a lo largo de la historia, ya que aguas servidas corrían a media calle; la gente arrojaba los contenidos de bacinillas sobre la vía pública al grito de “¡agua va!”, sálvese quien pueda… los transeúntes tenían que portar paraguas para protegerse.
Múnich, en Baviera, Alemania, fue de las primeras ciudades que canalizó las aguas servidas precisamente para acabar con las pestes.
Las plagas se combaten potabilizando el agua, cuidando a los enfermos, inyectándolos con antibióticos y prodigándoles la adecuada alimentación… Pero si Salud Pública ni siquiera tiene los medios para atender las incidencias de enfermedades “normales”, estremece pensar en lo que sucedería si se desata una epidemia.
Basta recordar lo ocurrido durante la tormenta tropical Ida en 2009; la respuesta del régimen de Funes fue paupérrima, casi nula, a lo que se suma que el señor ministro encargado se escondió para no hablar con nadie.
¿Del Segundo Mundo
a una somalianización?
El escenario es crecientemente tétrico: el gobierno está al borde de la insolvencia, no rectifica políticas ruinosas, está despedazando la ciudad para mantener un negocio privado, no puede garantizar la seguridad de los ciudadanos, no logra frenar la corrupción, sus políticas agrarias están arruinando la agricultura, ha ahuyentado la inversión y con ello incrementado el desempleo.
Y todo esto sin que haya decretado los cambios profundos, lo que de golpe generarían una hambruna a lo Venezuela, a cuyo régimen incondicionalmente apoya. No sabemos si hay una estricta definición de lo que es un “Estado fallido” o cuáles son las señales de que estamos acercándonos a esa situación, a somalianizarnos.
A esto se agrega un hecho: que durante los veinte años de ARENA, que pudieron haber sido mejores, El Salvador estaba alcanzando el rango de “Segundo Mundo”, modesto pero Segundo Mundo, erradicando la extrema pobreza (y pese a haber tenido que reconstruir el desastre causado en la guerra de los 80 y el régimen democristiano.
Sánchez C. vio “señales rojas” respecto a los equilibrios fiscales, haciendo recordar que el color rojo es indicador de desastre…