Poco a poco, la vida como funcionario me ha llevado a ser tolerante y comprender que, muchas veces, los señalamientos de los que uno es objeto son parte de un juego político, ingrato a veces, pero un juego a final de cuentas.
Sin embargo, el salvadoreño se está desencantando de este juego y demanda, especialmente de los políticos, un cambio radical para llevar al país hacia mejores derroteros y eso pasa por asumir con responsabilidad nuestros errores, no culpar a otros cuando nos cuestionan y, lo más importante, decir siempre la verdad.
Recientemente ha habido múltiples publicaciones en las que se cuestiona los procesos de adjudicación de un millonario proyecto de cambio de luminarias en ciertos municipios del Gran San Salvador. Léase bien, se cuestiona el proceso, no así el proyecto.
Por lo tanto, especialmente en el caso de la capital, para salir bien parado no tiene sentido atacar la administración anterior porque es mentira cuando se dice que hace dos años la mitad de la ciudad estaba a oscuras, trabajo se hizo y lo podemos detallar.
Entre las vías intervenidas, por estar a oscuras y ser puntos de asalto, estuvieron el bulevar Los Ángeles, que viene desde el Cristo de la Paz hasta el monumento Hermano Bienvenido a Casa, incluyendo ambos espacios; sin embargo, ahora este último está nuevamente a oscuras.
Las otras calles principales intervenidas fueron la avenida Jerusalén; la Masferrer Norte; la prolongación de la Juan Pablo II (desde la 75ª. Avenida Norte hasta la Masferrer Norte); la 75ª. Avenida Norte (entre la Juan Pablo II y el redondel Thelma Davidson de López) y quedó encaminado el proceso para iluminar el bulevar José Antonio Rodríguez Porth, que desconozco por qué sigue a oscuras. A excepción del último proyecto, en los anteriores se invirtió más de $200 mil.
Además, al año se destinaba aproximadamente $600 mil en reparación de decenas de luminarias o en sustituir el cable que era robado; y, para atender esa demanda, invertimos en la compra de siete camiones especializados, uno de ellos con grúa hidráulica.
Por otra parte, también iluminamos y recuperamos plazas como la del Salvador del Mundo —que hoy sucumbe a merced de los patinadores, alejando a las familias—; San José, Morazán, Gerardo Barrios, Beethoven, que espero yo, sigan siendo puntos de encuentro para los capitalinos; además de los redondeles Monseñor Rivera Damas —con el monumento a los símbolos patrios (torogoz, maquilishuat y flor de izote)—, Thelma Davidson de López —en el que se colocó a Higia, diosa de la salud—, Árbol de la Paz —que embellecimos con obras de artistas nacionales—, los cuales eran puntos de asalto.
Creo que el problema es que el Alcalde no ubica bien en el tiempo las realidades, y sí, posiblemente en 2009, la mitad de San Salvador estaba a oscuras, pero ese era el legado de su partido FMLN. Al llegar, nosotros nos pusimos a trabajar y así hicimos un esfuerzo por recuperar el alumbrado público de la capital, ya que esto iba íntimamente ligado a nuestra propuesta en seguridad.
Sin embargo, sabíamos que esas inversiones focalizadas además de necesarias eran onerosas, de ahí que era necesario renovar las luminarias de la capital, invirtiendo en nueva tecnología. Por lo tanto, esa renovación del parque de lámparas es un proyecto que no es una idea nueva, como tratan de hacerlo creer.
Esa fue una iniciativa de nuestra administración, que si bien es cierto no se concretó, fue precisamente por nuestro interés supremo en actuar con total honradez y transparencia.
Para quienes no lo saben, a diferencia de la administración actual, nosotros desarrollamos un proceso en el que se involucró a un grupo de especialistas ajenos a la Alcaldía de San Salvador.
Ese grupo, formado por un delegado de la ASI, un representante de la Universidad Don Bosco y un técnico costarricense, trabajó en la elaboración de las bases de competencia, no había espacio para que se hablara de requisitos hechos a medida. El proyecto era atractivo y producto de ese interés retiraron la documentación unas 30 empresas, pero al final solo ofertó una y, fue precisamente por eso que no lo adjudicamos.
Si nosotros hubiésemos asignado a dicha empresa el cambio de 27 mil luminarias y colocación de unas 8 mil más, esta inversión que superaba los 20 millones de dólares, los seudodefensores de la transparencia —esos que hoy defienden con su silencio que se oculte los datos de viajes del expresidente Funes, quién manejaba la camioneta de Casa Presidencial o los oscuros arreglos de El Chaparral—, se hubiesen lanzado a las yugulares de su servidor y de los miembros del Concejo Municipal.
Debemos entender que los ciudadanos expresan una profunda desafección hacia la clase política y, por eso, exigen de sus funcionarios honradez, transparencia y eficiencia en la administración de los recursos que nos confían; especialmente, debemos recordar que no vivimos en una burbuja, la sociedad y los medios de comunicación, como parte de ella, tienen la obligación de fiscalizar nuestro trabajo.
Si no queremos señalamientos, actuemos con honradez y desarrollemos los procesos de cara a los ciudadanos, esos que se levantan todos los días a dar su esfuerzo para construir un mejor futuro y a quienes es un honor estrechar su mano o recibir un abrazo sincero.
Por cierto, fiscalizar no es lo mismo que señalar y atacar sin pruebas, como suele hacerlo cierto columnista de este periódico que escribe con tanta vehemencia contra su servidor. Ese veneno que destila con su tinta llevaría a creer lo que muchos dicen y es que es una “pluma pagada”.
A los que me atacan, con mentiras o medias verdades, les reitero que mi único compromiso es con los ciudadanos y me he mantenido fiel a él, eso es lo que me da la solvencia moral de ver a los salvadoreños a sus rostros y tener la bendición de ser acreedor de su confianza. Esa confianza es producto de años de verdadero trabajo, de compromiso, de estar permanentemente a su lado acompañando el esfuerzo de hacer realidad sus sueños, y no de espectáculos baratos.
*Diputado