Conocí a Adela Recinos por ser auxiliar contable en una reconocida empresa dedicada a la construcción, a la cual tengo el privilegio de asesorar profesionalmente. Adelita, como la llaman sus allegados, es una joven que se desenvuelve como madre, compañera de vida, hija, amiga, empleada y estudiante universitaria. Ella no tiene muy claro lo que es un nini –porque simplemente no tiene tiempo para leer los periódicos o navegar por las redes sociales, que tanto hablan sobre el tema-, pero lo que sí es claro es que el término no le aplica a ella.
El término “nini” (ni estudia, ni trabaja) proviene del acrónimo en inglés “NEET”, utilizado para abreviar la expresión “not in employment, education or training”, lo que significa “ni trabaja ni estudia ni recibe formación”. El término se introdujo formalmente por primera vez en el Reino Unido en 1999, habiéndose extendido en otros países de habla inglesa, mientras en los países de habla hispana se utiliza la denominación “nini”.
Adelita podría ser un nini, pero optó por no serlo. Como muchos jóvenes en El Salvador, se acompañó desde muy joven, prácticamente saliendo del Instituto “Jesús María Bran”, en el que atendió su bachillerato. No obstante que a sus veintidós años es madre de dos lindos niños, decidió continuar sus estudios superiores, inscribiéndose en la universidad, en donde actualmente estudia cuarto año de Contaduría Pública.
Adelita no tiene tiempo para sutilezas y análisis políticos, por ello quizás no ha prestado mayor atención a los ofrecimientos de ayuda del Presidente para los jóvenes, “de todos modos no aplico a ellos, porque trabajo y estudio” me expresó cuando le pregunté sobre el tema. Adelita está clara en que no tiene tiempo para perderlo, ya que su día empieza muy temprano. A las 4:30 a.m. se levanta para alistar al niño más “grande”, quien a sus 4 añitos tiene que estar listo a las 5:00 a.m., porque a esa hora pasa el microbús para llevarlo al kínder. Su hijo menor –de 1 año- puede dormir un poco más, pero a las 5:30 a.m. tiene ya que estar listo y levantado, porque a esa hora lo pasa a recoger una vecina, quien, por una cantidad mensual, lo cuida hasta que ella y su pareja –otro muchacho joven y dinámico, que trabaja de bodeguero- regresan por la noche de sus trabajos.
Ella, con sus estudios universitarios en curso, pudo encontrar trabajo de auxiliar contable, ganando un poco más del mínimo. Salario que le alcanza para “ir pasándola”, ya que todos los días toma cuatro buses para ir y venir hacia y desde su casa, trabajo y universidad. De ahí tiene que pagar el “micro” del niño, sus estudios universitarios, el kínder de su hijo mayor, más sus almuerzos. El resto lo paga su pareja con el salario que percibe de bodeguero.
Adelita se despide con un tierno beso de su familia y se apresura a iniciar su día lleno de actividades: las clases en la “U” empiezan a las 6:20 a.m., de ahí a la empresa, en la que labora de 8:00 a.m. a las 5:30 p.m. Después, se apresura para regresar a la universidad para una nueva jornada de estudios desde las 6:30 hasta las 8:00 p.m. A esa hora se “rebusca” para tomar un bus que la lleve a su casa, a la que finalmente llega alrededor de las 9:00 p.m.
Aún no llega el momento para descansar. Su pareja –que va llegando más o menos a la misma hora- la espera para cenar y revisar los deberes del niño. Ella cocina la cena de esa noche y el almuerzo del día siguiente, mientras lava el uniforme de su niño. Por su parte, él hace limpieza en casa y acuesta a los niños. Finalizadas las tareas domésticas, Adelita empieza a estudiar y hacer las tareas universitarias. Su día usualmente termina a las 11:00 p.m., solo para volver a empezar de nuevo a las 4:30 a.m. del día siguiente. Y sigue así de lunes a viernes.
En El Salvador el problema es que tenemos un gobierno que se solidariza con los ninis, mientras deja a un lado a las “Adelitas”, es decir a jóvenes emprendedores y trabajadores como ella, quienes no encuentran espacios para progresar. Adelita nos demuestra que los salvadoreños no queremos las migajas que caen de la opípara mesa de los políticos, no queremos subsidios, no queremos regalos, lo que queremos son oportunidades para progresar y trabajar. Adelita, yo y muchos salvadoreños más, estamos a la espera de que algún día nuestros dirigentes lo puedan entender.
Cuando le pregunté a Adelita cuál era su sueño, con un suspiro me contestó “ser una gran auditora”, y yo le contesté: no lo dudes, Adelita, si sigues así, lo serás.
*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica