La muerte de un pandillero en Los Planes de Renderos fue clave para esclarecer matanza de Opico

En un hecho no planeado, la Policía encontró un botín que los llevó hasta los autores de los asesinatos.

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El suegro de Ascencio llora su muerte a minutos de entrar a la casa donde lo velaron, en Santa Catarina Cuisnahuat. La víctima deja a cuatro menores de edad huérfanos. 

/ Foto Por Marvin Romero

Por Focus

2016-07-12 9:30:00

Los investigadores de la Policía sospechaban que la Mara Salvatrucha era la responsable de la masacre de los 10 obreros de una empresa eléctrica ocurrida el 3 de marzo de 2016 en San Juan Opico. Y en eso estaban empecinados.

Realizaron capturas, entrevistaron a sospechosos y a confidentes, analizaron pruebas, pero nada los llevaba a algo concreto, a un nombre, a una orden o a un arma homicidio.

Pero un día de abril, una circunstancia inesperada lo cambió todo. En el cadáver de José Alfredo Landaverde, un pandillero de la 18 Revolucionarios que murió al enfrentase a policías, encontraron un teléfono, que pronto se convirtió en el norte de una brújula que parecía extraviado.

Al abrir uno de los archivos contenidos en ese aparato, se comenzó a reproducir un vídeo aterrador: La forma en que un grupo de pandillero mató a los 10 trabajadores de la empresa eléctrica


Imágenes fuertes: Así mataron a los obreros


En el vídeo se observaba como un joven, con ropas oscuras y el rostro descubierto, empuña un machete y agrede en la cabeza a uno de los obreros, boca abajo y condenado a morir. Mientras en el fondo se escuchaban voces enalteciendo a la pandilla 18.

Este hallazgo significó un punto y aparte, ya que la Policía perdía el tiempo en un camino equivocado. De hecho, días después  de la matanza fueron detenidos varios integrantes de la Mara Salvatrucha y liberados inmediatamente, ya que no había nada, sólo especulaciones.

El lugar donde ocurrió el múltiple crimen es una zona limítrofe entre ambos grupos, entre San Juan Opico y Quezaltepeque. A unos cinco kilómetros al noreste, después de una zona montañosa y boscosa, está la vivienda de Valle Landaverde.

A partir de entonces, los detectives comenzaron a hilvanar más fino hasta identificar la estructura y a todos los integrantes de ese grupo de la pandilla 18 Revolucionarios, responsable de la matanza que conmocionó a la sociedad salvadoreña. Actualmente, al menos unos 10 integrantes de este grupo están detenidos y acusados de esos crímenes.

Uno de los responsables de la masacre fue Landaverde, conocido como el Coche, palabrero de la 18 R en Quezaltepeque, pero que murió lejos, en los Planes de Renderos en abril pasado.

Tarde de sorpresas

La tarde del 14 de abril de 2016, el Sistema de Emergencias 911 de la Policía recibió una denuncia vía telefónica: En una casa de la colonia San José, en el kilómetro 4 de la carretera que conduce a la cumbre de los Planes de Renderos, estaban reunidos muchos pandilleros. La mayoría no era del lugar.

La Policía activó la alerta y ordenó el envío de una patrulla del 911 al lugar, una zona con estrechos pasajes, al borde de quebradas que parten la montaña en dos.

Al llegar a la dirección, los policías se toparon con unos pandilleros armados fuertemente, con los que iniciaron un intenso intercambio de disparos. Atrincherados en la casa, los pandilleros respondían sin parar, por lo que los agentes pidieron refuerzos.
En pocos minutos, llegaron policías de la unidad élite, el Grupo de Reacción Policial (GRP), mientras el helicóptero comenzó a sobrevolar la zona.

Pasados 15 minutos de balacera y, al verse en desventaja, los pandilleros comenzaron a huir por los techos de las casas y a intentar perderse en lo escabroso de la zona, entre las quebradas.

La cacería prosiguió hasta que unos 25 minutos después de iniciado el incidente sólo quedó un incómodo silencio y un temeroso abrir de puertas. Pronto, comenzaron a llegar periodistas, médicos forenses e investigadores.

Con el procesamiento de las diferentes escenas, no sólo quedaron evidencias al descubierto, si no una serie de sorpresas, un botín de oro en pocos metros cuadrados.

La primer sorpresa

Al ingresar a la vivienda, los investigadores caminaron meticulosamente entre charcos de sangre y casquillos de balas, hasta que en una de las habitaciones se toparon con varias armas poco comunes: Una sofisticada escopeta con cargador múltiple y una pistola calibre nueve milímetros con silenciador. Con un alto precio, no se encuentran con facilidad en el mercado salvadoreño.

Al avanzar, encontraron el cuerpo de un joven, en calzoneta, ensangrentado, tirado hacia su costado izquierdo, tatuado y con una pistola detrás de su espalda. Al revisarlo y buscar su perfil en las bases de datos vino la segunda sorpresa: Se trataba del principal sospechoso de haber matado a unos soldados en la estación del Sitramss en las cercanías de la terminal de Oriente.

En las afueras de la casa, en las riveras de la quebrada encontraron otros dos cadáveres y más armas.El segundo cuerpo estaba en posición similar al primero, boca abajo con el torso desnudo y con tatuajes alusivos a la pandilla. Y una pistola a unos 15 centímetros.

Al indagar, se enteraron que se trataba de José Alfredo Valle Landaverde, perfilado como palabrero de la Pandilla 18 en la zona de Quezaltepeque. En su cuerpo estaba el teléfono que contenía el video de la masacre.

Al final, en ese hecho murieron tres pandilleros y uno más fue detenido, todos considerados cabecillas de la estructura.

El coche

Nacido en 1989, José Alfredo Valle Landaverde fue conocido desde pequeño como el Coche o Juilín en la comunidad San Rafael, ubicada en la afueras – hacia el norte – de Quezaltepeque, en el central departamento de La Libertad.

Muy joven, adolescente aún, ingresó a la pandilla junto con su hermano, Ernesto, e inició una carrera delictiva repleta de acusaciones de todo tipo de crímenes, hasta que llegó a convertirse en el palabrero (el que dirige) de la estructura en la zona de Quezaltepeque.

Estuvo detenido en varias ocasiones, algunas veces señalado de agrupaciones ilícitas y otras bajo la sospecha de haber participado en algún crimen. Aún así, siempre salió libre, tal como consta en documentación judicial.

El crimen ocurrió en diciembre de 2005 y así consta en la acusación de la Fiscalía:  El Coche comenzó a sospechar que su hermana se relacionaba con rivales, los de la Mara Salvatrucha. Ante, esto le pidió al Sami, de la misma estructura, que diera seguimiento a Juilina.

Y así fue. La joven asistió días después a una discoteca en Quezaltepeque a una “Tarde Juvenil”, sin sospechar en ningún momento que tenía una sombra que no se le despegaba.

Al salir del lugar, Juiliana se fue con un joven, a quien Sami (el espía) identificó como integrante de la MS. Esto es imperdonable, según los códigos que rigen en las pandillas, por lo que informó de inmediato a el Coche.

Ya con la incógnita despejada, el Coche y otros palabreros de la zona de entonces, entre los que estaban el Macuca (quien “llevaba la palabra” en todo el territorio), el Chuki, el Slapi y el Huevo se reunieron para tratar el caso de Juliana.

Sin tanta discusión, resolvieron matar a Juiliana, ya que al enamorarse de un MS “podría vender o regalar la vida de un home boys”. Y eso era grave.

Ante tal veredicto, el Coche lo aceptó, pues, tenía que demostrar que era “dieciocho de corazón”.

Acto seguido, planificaron el crimen: Sería asesinada en los días venideros en un río que está detrás de las granjas avícolas en la hacienda Ataspasco, siempre en Quezaltepeque.

Llevada con engaños al río, Juiliana fue entregada a los pandilleros, quienes la mataron y enterraron su cuerpo en las riveras del río, mientras Juilín o el Coche esperaba la confirmación del crimen de su propia hermana.

Y la vida seguiría así. Más crímenes, detenciones y liberaciones hasta participar en la masacre de los Obreros en Opico y encontrar su propia muerte en una quebrada de los Planes de Renderos un mes después. Una puerta se cerró y se abrió otra, reveladora.