Muhammad Alí

Quería con toda el alma que Alí ganara. Era mi héroe. Su frase “El hombre que no tiene imaginación, no tiene alas” me guiaría por toda mi vida.

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Este día un militar dio fe que 5 armas que la FGR le atribuye a Benitez están en el museo del Estado Mayor desde 2012.

/ Foto Por Archivo

Por Marvin Galeas*

2016-06-10 7:50:00

El 8 de marzo de 1971 viví una de las noches más tristes. Tenía entonces 13 años y estaba pasando de los héroes de las historietas a los de carne y hueso. Mi profunda tristeza no se debía a la muerte de algún ser querido. Por esos días, la muerte para mí, no existía. 

Tampoco se debía a una ruptura amorosa. Hasta esa edad todos mis amores habían sido imposibles. ¿Cómo me iba a amar Bárbara Eden, la actriz que personificaba a Jeannie en la serie “Mi Bella Genio”? Estaba triste porque Muhammad Alí había sido derrotado tras 15 trepidantes asaltos por Joe Frazier.

Alí había llamado mi atención cuando todavía se llamaba Cassius Clay y se había convertido en campeón mundial de los pesos completos al vencer a Sonny Liston. Clay, arrogante, ya había pronosticado su victoria con una pasmosa certeza.

Yo no vi esa pelea. No había transmisión en vivo en la tele. Pero leí sus declaraciones en el periódico. Me atrapó la fotografía en blanco y negro de aquel joven que miraba la cámara de manera resuelta. En una mano tenía el cinturón de campeón del mundo y con la otra señalaba al público. Las gotas de sudor perlaban su frente, mientras gritaba algo.

El pie de foto decía: “Soy el más veloz, el más guapo, el más grande”. El público enloqueció y aplaudió a morir al oír esas palabras. Los periodistas hicieron crónicas en las que no ocultaban sus simpatías por el nuevo campeón. 

En otra ocasión le dijo al contrincante antes de comenzar la pelea: “Si sueñas con ganarme, será mejor que despiertes y me pidas perdón”. Y luego agregó: “Soy tan rápido que anoche apague el interruptor de la luz y cuando se apagó yo ya estaba en la cama”.

Prefirió perder su título de campeón del mundo y su carrera antes que ir a la guerra de Vietnam. No lo hizo por miedo, sino por principios. “Ningún vietnamita me ha llamado negro, ni me han hecho nada. “¿Por qué tengo que ir matarlos?”, argumentó.

Cuando regresó al cuadrilátero, la peleas ya se transmitían en vivo. Lo vi contra Jerry Quarry. Esa fue la primera vez que vi completa una pelea de boxeo hasta que terminó en el tercer asalto. Muhammad Alí ya no admitía otro nombre, estaba de vuelta. Lo vi en aquel inolvidable combate contra “Ringo” Bonavena. No me perdía ni sus combates, ni sus declaraciones. Sus frases, que en otros hubiesen generado repudio, aumentaban su tremendo carisma y su luz.

Hasta que llegó aquella noche en que se enfrentó a Joe Frazier por el campeonato del mundo. Nunca en mi vida había deseado tanto una victoria como en esa noche. Quería con toda el alma que Alí ganara. Era mi héroe. Su frase “El hombre que no tiene imaginación, no tiene alas” me guiaría por toda mi vida.

Alí, tras un duelo memorable, perdió. Lloré esa noche como un niño desconsolado. Fue derrotado una vez más y el mundo lo dio por muerto. Hasta que llegó el día 30 de octubre de 1974. Muhammad Alí se enfrentó a George Foreman en Zaire.

Este gigante había noqueado a Joe Frazier en el segundo round, tras derribarlo media docena de veces. Nadie le había resistido más de tres asaltos. Nadie daba un centavo por Alí. El corazón se me salía del pecho cuando Foreman golpeaba sin piedad durante 7 rounds al excampeón. Pensé que me estaba despidiendo de mi héroe. Pero en el octavo round Alí, mágico, voló como una mariposa y picó como una abeja. El gigante se derrumbó lento para no levantarse más.

Alí, el más grande, el más carismático, el rebelde, el pacifista, era de nuevo el rey del mundo. Volvía a llorar pero de alegría. Lloré como cuando clasificamos la primera vez a un mundial. Como cuando Mirza me dijo que sí. Como cuando se terminó la guerra.

Después de Alí, nunca más he vuelto a ver boxeo. Ahora que mi héroe, el héroe de millones se fue, me suena en mi cabeza una de sus memorables frases: “Odié cada minuto de entrenamiento, pero me dije, no renuncies. Sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón”.
    
*Columnista de El Diario de Hoy.