¡Es la gente, estúpido!

En el amor, en los negocios, en la guerra, en el matrimonio, en la educación, en la política: todas las actividades, sin excepción, toman el giro que toman por las personas que en ellas participan.

descripción de la imagen

Irvin Herrera con Saint Louis FC

/ Foto Por Tomada de USL

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo*

2016-06-11 9:30:00

Para resaltar la importancia de su disciplina, los economistas gustan referir la célebre frase de la campaña presidencial de Clinton contra Bush, padre en 1992: “It’s economy, stupid”. El entonces presidente enfocó su campaña en su exitosa política exterior pero cometió el error de relegar a segundo plano los problemas y las necesidades diarias más acuciantes de los ciudadanos. La frasecita resultó un éxito. En cambio, prefieren olvidar la anécdota de H. Truman que no los deja muy bien parados: desesperado el presidente porque siempre que solicitaba opinión sobre un problema, cada economista consultado, luego de sugerirle “On the one hand…” un plan de acción, añadía “…but on the other hand” y presentaba las consecuencias negativas que podrían derivarse de ese mismo plan que acababa de sugerir. “Consíganme un economista manco” fue la frase lapidaria.

Desde las humanidades, con humildad, creemos “veras veritas” que lo que realmente importa es la gente. En el gobierno, en las empresas, en el fútbol, en el amor, en los negocios, en la guerra, en el matrimonio, en la educación, en la política: todas las actividades, sin excepción, toman el giro que toman por las personas que en ellas participan. Ahí reside la verdadera esencia del líder: la persona (no el cargo) que sabe entender, a tiempo y bien, las necesidades de su gente, aquel que asume el compromiso (y su cuota de responsabilidad) de guiar al grupo por el camino que los lleve al final deseado. Moisés, Gandhi, Churchill, Castro, Kennedy, los hay para todos los gustos; líderes indiscutibles de sus pueblos en momentos particulares de sus historias. No todos los líderes sirven para todos los tiempos. Para ser un buen líder (nadie nace líder, se convierte en uno), la persona debe entender, primero, la situación que enfrenta: con inteligencia, con franqueza, con valentía. Tanto para surgir como para ceder la posta a otros.

A continuación, por muchos aires de grandeza que tenga, debe aceptar que solo no llegará a ningún lado. Saber rodearse de las personas idóneas, las más competentes para cada aspecto de la solución que se busca es, por rara, una de las capacidades más apreciadas en los líderes. Los familiares pueden querer mucho al líder y éste confiar en ellos más que en nadie, pero no suelen ser los mejores aliados al momento de decisiones difíciles, justamente por la relación entre ellos. Además, para cargos públicos, nuestras leyes, creo que sensatamente, le prohíben al líder rodearse de los suyos.

Luego viene la parte dura: trabajar para hacer realidad la solución visionada. Dicen algunos que nuestra América se descubrió por azar; yo creo que por valiente empeño del líder. ¿Quién, en su sano juicio, emprendería un viaje –cuando se creía que la mar ignota terminaba en abrupta e infinita catarata- sino un hombre valiente, convencido de su destino?

Tomar decisiones duras pero necesarias; oír a todos, no solo a quienes le endulzan el oído; separar de posiciones directivas a quienes no funcionan, aunque le halaguen; mantener la cabeza fría, el corazón latiendo, los músculos a punto, los sentidos alerta, la ilusión viva. Tales, algunas responsabilidades del líder. Pero sobre todo, dar la cara, aparecer en las turbulencias, asumir responsabilidad por los yerros y cuando haya aciertos, distribuir entre todos sus colaboradores el orgullo y la alegría que produce el trabajo bien hecho.

– Y todo esto… ¿a raíz de qué, se puede saber? ¿Por los dos años de gobierno? 

– No, para nada, o ¿encuentra usted acaso alguna relación entre liderazgo y dos años de gobierno?

Son solo algunas consideraciones espontáneas surgidas en torno al papel de los participantes en la educación virtual. Aquí también: no son las computadoras, los artefactos o las redes. Es la gente la que importa. Pero el título es llamativo ¿no?

*Colaborador de El Diario de Hoy