La Corte ordena humanizar las cárceles del país

Una persona normal no concibe trabajar a unas pocas decenas de metros de un lugar de aniquilamiento humano, de mazmorras que asemejan los sitios de tortura medievales. 

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por

2016-06-13 8:58:00

Las condiciones infrahumanas en que viven los reos del país fueron declaradas como violadora de los derechos humanos por la Sala de lo Constitucional, que ha ordenado una inmediata corrección de las mismas, lo que incluye la construcción de nuevos centros penales.

Hay partidas presupuestarias, dinero de préstamos, terrenos y hasta planos y estudios para ampliar sustancialmente la actual capacidad de las cárceles, algunas de ellas que albergan tres o cuatro veces el número de reos para las cuales fueron diseñadas.

Por desgracia humanizar las cárceles no es una de las prioridades del régimen, ocupado como está en combatir las oligarquías neoliberales, encubrir corruptos, organizar marchas y apuntalar el régimen venezolano.

Idealmente lo que corresponde hacer es formar una comisión independiente –nada de los figurones rojos– que recopile información sobre los recursos que se tienen, que fije prioridades (lo que va a hacerse primero, etc), que llame a concursos para la ejecución de las obras, etcétera.

Pero un buen punto de partida es que la Corte ordene inspecciones a algunas de las cárceles haciéndose acompañar por periodistas, que son los ojos y oídos del pueblo.

Y un sitio que urge inspeccionar son las bartolinas de la policía, las infames bartolinas de la DAN, que por testimonios que llegan hasta nosotros son lo más cercano del infierno que hay sobre la tierra.

Una persona normal no concibe trabajar a unas pocas decenas de metros de un lugar de aniquilamiento humano, de mazmorras que asemejan los sitios de tortura medievales. Pero los jefes policiales no tienen problema en despachar en sus oficinas de aire acondicionado mientras a poca distancia hay seres humanos, indistintamente de lo que hayan hecho para ser recluidos, que sufren de inimaginables (para gente normal) condiciones, incluido el no poder accesar servicios sanitarios más que una vez por día.

Las cárceles sólo en un porcentaje de casos son lugares para rehabilitar; en el resto las penas obligan a los reos a permanecer tantos años en ellas que al salir simplemente no tienen las posibilidades de integrarse a la vida normal de la sociedad; siempre quedarán al margen.

Lo que lleva a preguntarse no cómo una mayoría de reos pueden “reinsertarse” (lo que no han logrado los antiguos guerrilleros que siempre siguen en los campamentos de odio a lo que difiere de sus fanatismos), sino la manera como deben educarse las nuevas generaciones para ni caer en las pandillas ni sufrir al eterno de resentimientos sociales.
 

Con sus prioridades de cabeza
hay que ayudarles a enderezarlas
  

Hay que comenzar con un hecho: que mientras no se distinga entre educar e indoctrinar, “lavar el coco”, será muy difícil, sino imposible, conseguir que una mayoría sustancial de los pobladores esté en lo suyo, cuide a su familia, trabaje para ganar el pan, conviva en paz con la gente que lo rodea.

Es impensable que en sociedades tranquilas, aunque puede suceder “pues locos siempre los habrá entre vosotros”, que un pasajero de un bus mate a otro en una disputa por un asiento o que un hombre mate a la mujer frente a sus niños. Nadie hace tal cosa en Holanda o el Japón, o inclusive en Panamá o Uruguay, pero sí ocurre en el triángulo norte de Centroamérica.

Las prioridades del actual desgobierno nacional están literalmente de cabeza; es tarea de todos enderezarlas.