Solo un hospital da cuidados paliativos gratuitos en El Salvador

El Hospital Divina Providencia recibe un aporte estatal de 100 mil dólares, muy por debajo del millón que necesita al año para funcionar

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La privacidad de los pacientes y sus familiares es respetado por el personal.

/ Foto Por Jessica Orellana

Por Lilian Martínez

2016-06-13 6:06:00

Personas, no números. Juana, José, Pedro. Eso son los pacientes con cáncer atendidos en el Hospital Divina Providencia: el único en El Salvador que ofrece cuidados paliativos gratuitos a los enfermos de cáncer de escasos recursos  y a sus familias.

El Programa Nacional de Cáncer en manos del Ministerio de Salud desde abril incluye ese componente, pero aún no ha sido implementado.
“Usted cuando va a un hospital le gusta que le llamen por su nombre, no por un número”, afirma la directora de este centro, la hermana María Julia García. “Tratamos de que esta sea la casa del paciente, no un hospital”, añade. Es así como médicos, pacientes y enfermeras se llaman por su nombre de pila y no por su cargo o estatus en el hospital.

Administrado por las hermanas Carmelita Misionera de Santa Teresa,  El Hospital Divina Providencia tiene convenios con el hospital Rosales, el Instituto del Cáncer de El Salvador y el ISSS, para que le refieran los pacientes oncológicos para quienes “no hay oportunidad de curación”. También se convierte en el lugar de residencia temporal para los  enfermos con esa patología que viven en el interior del país y necesita quedarse en San Salvador mientras reciben tratamiento en el Instituto del Cáncer.

En el 2013, la Asamblea Legislativa aprobó un decreto en el que se incluyó al hospital Divina Providencia para recibir 100 mil dólares anuales que se entregan a través del Ministerio de Salud, explicó la hermana María Julia. No obstante, el costo de atender un paciente es de $200 diarios. Eso incluye: comida, atención médica, medicamentos, enfermería, ropa de cama.

Actualmente el hospital tiene 70 camas habilitadas. “Tenemos un promedio diario de 50 a 60 pacientes”, detalló García. Si se multiplica ese número de pacientes diarios (50) por el costo de atención ($200), el hospital necesita un presupuesto de 3.6 millones de dólares para cumplir su cometido. No obstante, la hermana María Julia firma que su presupuesto ronda el medio millón de dólares. La cifra es difícil de calcular para ella pues no solo trabajan gracias a donativos monetarios, sino con donativos de alimentos, insumos hospitalarios e implementos de higiene personal para los pacientes.

La directora explicó que en cuidados paliativos lo ideal es que el paciente no muera en el hospital, sino en su casa. Por ello, cuando el paciente tiene controlado el dolor y molestias como las náuseas  y los vómitos es enviado a casa con los medicamentos necesarios. El paciente regresa al hospital para que los médicos revisen su estado y si está tan delicado que no puede salir de casa, la familia visita el nosocomio para informar cómo se encuentra.

“Lo ideal es que un médico y una enfermera hicieran visitas domiciliares”, pero implica otro costo y no tenemos el recurso para ir a hacer esas visitas”, explica García.

“Nadie quiere morir lejos de la familia. Todos queremos estar con la familia y en casita. Ese es el objetivo de los cuidados paliativos: la calidad de vida y el confort”, añade.

Cálidos saludos y conversaciones son comunes entre enfermeras, médicos y pacientes, asegura la directora: “Calidad de vida no es lo que les das materialmente, sino el acercamiento que tienes con el paciente”.

El hospital tiene 20 enfermeras, hombres y mujeres; 5 médicos, dos en año social; dos sicólogos y fisioterapistas en año social. “No sé por qué razón el Ministerio de Salud no nos da estudiantes de enfermería en año social. Empezaron pero desde hace unos años acá no nos han enviado y para mí es cuestionante, porque la primera que tiene que cambiar y conocer esta disciplina de cuidados paliativos son las enfermeras”, lamenta la hermana María Julia, quien también es enfermera.

A los pacientes que están  en tratamiento se les da transporte gratuito al Instituto del Cáncer y se les  mide la hemoglobina y cura la piel que les quema la radiación.

Para la directora no hay ninguna diferencia entre atender pacientes con esperanza de cura y pacientes terminales: “Los dos son seres humanos y los dos necesitan atención. Si nos van a poner una inyección que nos la pongan bien y no que nos la tiren de a kilómetro”.