Defendiendo lo indefendible

La incapacidad para reconocer errores y los esfuerzos por minimizar su impacto están llegando a unos niveles que asustan.

descripción de la imagen
Foto Por edhdep

Por Humberto Sáenz Marinero*

2016-06-15 9:11:00

Dale Carnegie decía que hay un cierto grado de satisfacción en tener el valor de admitir los errores propios. El escritor estadounidense añadía que eso no solo limpia el aire de culpa y de actitud defensiva, sino que, a menudo, ayuda a resolver los problemas creados por el error cometido.

Como en toda actividad humana, el “arte de gobernar” no está exento de errores; de hecho en nuestro país los vivimos y sufrimos todos los días. Pero más que los errores en sí mismos, lo que nos está haciendo tremendo daño, es que estos nunca son reconocidos y que, lejos de eso, los yerros intentan ser disfrazados o justificados con argumentaciones que solo dejan entrever que a los ciudadanos nos están subestimando feo.
 
No hay manera de defender el oscurantismo en que quieren permanecer los partidos políticos negándose a revelar sus fuentes de financiamiento. ARENA dice que es fiel cumplidor de la ley pero que al mismo tiempo le tiene sin cuidado lo resuelto por la Sala de lo Constitucional cuando esta dice que la información debe ser revelada. El FMLN, por su parte, se atreve a sostener que tras la petición de información, se esconde una mal sana intención y denuncia presiones internas al Tribunal Supremo Electoral.

Es la acción de la ciudadanía la que está presionando y la que lo seguirá haciendo hasta que se entienda que las exigencias de transparencia no tienen marcha atrás.

Tampoco hay manera de defender el hecho de que los partidos políticos hayan estado dispuestos a tolerar y alentar, que algunos de sus miembros sostengan con las pandillas, conversaciones o negociaciones o diálogos o reuniones sociales, o como quieran llamarle, con fines eminentemente electorales. Con una mal entendida lealtad partidaria, los partidos políticos están excusando adentro de sus propias filas, prácticas que visceralmente atacan en su adversario; las negociaciones con pandillas es tan solo un ejemplo de ello.
 
Lo mismo acontece con las investigaciones iniciadas hace unos días. La presunción de inocencia es fundamental en cualquier Estado de Derecho y por supuesto que los funcionarios también gozan de esta presunción. Pero no es posible que cada vez que surge una investigación contra “uno de los suyos”, la defensa inmediata sea la existencia de una persecución política o la confabulación de los parcializados medios de comunicación. Ya cansan con eso.

El tráfico de armas es indefendible, como indefendible es la utilización de bienes o fondos municipales con fines ilícitos. No es a fuerza de comunicados y muestras de solidaridad partidaria que las imputaciones quedarán desvanecidas; si son inocentes de los hechos que se les imputan, tendrán oportunidad de comprobarlo.
 
La incapacidad para reconocer errores y los esfuerzos por minimizar su impacto, están llegando a unos niveles que asustan. Es difícil entender que luego de más de dos años de gobierno, el Presidente no haya reconocido que varios de sus ministros y representantes de otras instituciones, deben ser removidos de sus cargos. 

Ocultamiento de información, notoria incapacidad, abusos de autoridad, inadecuado manejo de los bienes públicos y despilfarro, han quedado a la vista de todos sin consecuencia alguna. No es que estemos pretendiendo que todo salga bien o que todo se haga conforme nosotros pensamos que debe hacerse; tan solo pedimos que en los casos más evidentes –que son varios-, se adopten los remedios correspondientes.

La defensa de lo indefendible ha llevado a tildar de normal el gasto en opíparas comidas y costosas bebidas, bajo el pretexto de que con ellas se atiende a inversionistas o se participa en capacitaciones. Utilizando el repetido argumento de que así ha sido siempre, se organiza una supuesta rendición de cuentas en que las invocaciones a Baco se presentan como algo natural a la función pública.
 
Ese mismo afán ha llevado a situaciones en las que, quién sabe con qué intenciones, se defiende un grave caso de contaminación, argumentando que al ser comestible la melaza y pretender comprobarlo así en un medio televisivo, nada pasa si esta es derramada en toneladas y sin con ello mueren cientos de animales o se afectan decenas de pobladores de la región. Una verdadera muestra del desprecio a la inteligencia de la ciudadanía.

No defiendan lo indefendible. Al pueblo pan y circo, se decía en el imperio Romano; con esas defensas, acá parece que solo abunda lo segundo.
 

*Colaborador de El Diario de Hoy