Entre violines, pianos, guitarras y chelos la familia Rodríguez comparte una misma pasión: la música. Los tres menores Marcelo, Santiago y Juan Marco despiertan sus sentidos a través de la ejecución de los instrumentos, los cuales dominan con gran seguridad.
Por cuatro generaciones, la música ha corrido por las venas de esta familia, originaria de San Vicente. El patriarca de ellos fue el reconocido compositor José Napoleón Rodríguez, de grata recordación. Este salvadoreño compuso más de 500 obras y logró reconocimiento gracias a su vals “Lágrimas de amor”.
A sus 74 años, su hijo, Julio César Rodríguez aún guarda recuerdos de cómo la música marcó su infancia. “La casa de mis padres era una casa pública de músicos, entraban y salían desde las 6:00 de la mañana hasta las 10:00 de la noche. Allí, mi padre se sentaba en una mecedora y enseñaba a todos a solfear”, recuerda Rodríguez.
Esa pasión por la música lo llevó hasta Chile en 1983, donde estudió un post grado en Música. También, ha dirigido el Centro Nacional de Artes desde 1979 hasta 1981 y el Coro Nacional de El Salvador desde 1978. Actualmente, comparte sus conocimientos en su propia academia JCR Studio.
Julio César Rodríguez hijo, padre de los tres pequeños, también siguió los pasos de su padre y abuelo. Tanto en su casa como en su propia academia Forma Acústica, transmite más que conocimiento, una pasión por este arte. Actualmente, es el presidente de la Asociación Suzuki de El Salvador, institución que promueve la utilización del método Suzuki como filosofía para alumnos y profesores de música.
“He visto cómo me ha servido a mí la música y creo que es necesario no solo para mis hijos, sino para todos los niños, la educación musical es fundamental porque desarrolla muchas habilidades”, asegura Rodríguez. Sus tres hijos refuerzan esta idea con la práctica de la música la cual, se les da con mucha facilidad.
Marcelo Rodríguez, el mayor de la cuarta generación, ve con orgullo el legado de sus antecesores. “A través de la música (mi padre) se esfuerza para que seamos felices y tengamos de comer cada día, eso me alegra, tener un papá así”, responde el pequeño, al preguntarle sobre la música en su familia.
La transmisión de la pasión por este arte ha sido desde temprana edad en todos los casos. Santiago Rodríguez, recuerda que su padre le dio a escoger entre tres instrumentos: violín, guitarra y chelo. Eligió el último porque quedó cautivado por su sonido.
“El sonido del violín es muy agudo, no me gusta mucho. El de la guitarra es bonito, pero lo siento muy suave. El chelo, en cambio, es como una combinación de ambos”, explica Santiago con seguridad.
Lee más en nuestro especial del Día del padre