Daño colateral

 Es hasta cierto punto natural que, ante tanta violencia, la población esté frustrada y clame por castigo a los malhechores, pero la población tiende a ser muy ligera en apuntar con el dedo.

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Ciberespacio y medios impresos en la mira del Foro de Sao Paulo / Foto Por Archivo

Por José Sifontes*

2016-06-17 7:49:00

Estamos tan acostumbrados a los sucesos trágicos que ocurren en nuestro país que cuando nos enteramos de uno más, este solo ocupa en nuestra mente un breve espacio de tiempo. Rápidamente pasa al olvido o al lugar donde almacenamos los recuerdos negativos, que va llenándose y llenándose. Juntamos una historia con otra y, aunque nos conmueven en conjunto, no advertimos que cada caso es único, irrepetible, digno de ser tomado en cuenta y atendido. Para cada familia que sufre la pérdida de un ser querido, que tiene que cerrar su negocio o dejar su fuente de ingresos por amenazas o que manda con temor a sus hijos a la escuela, su pesar se vuelve individual, diferente al de los demás. Aunque nos impactan las cifras debemos reflexionar que detrás de cada número hay un ser humano, una víctima particular.

Tenemos idea de quiénes son las víctimas, las etiquetamos, y se vuelven parte del conjunto. También tenemos idea de quiénes son los victimarios e igualmente les ponemos una etiqueta. Con esto creemos que conocemos toda la problemática, y exigimos soluciones que vayan de acuerdo a nuestra perspectiva. Pero este enfoque sólo nos permite ver una parte, la más grande quizá, de la situación; pero se nos escapan otros casos, tal vez menos llamativos, de otras víctimas: los encarcelados inocentes. El sufrir un castigo sin merecerlo es una tragedia tan inmensa como el de las otras reconocidas víctimas. Hemos conocido de casos de personas que sufren o han sufrido prisión siendo inocentes, pero no lo consideramos una grave tragedia humana, sino como desgracias accidentales, como mala suerte.

Alguien dijo que es preferible que un criminal quede suelto a que un inocente esté en la cárcel. Esto no lo comparten muchos. Claro, siempre y cuando no sean ellos o sus familiares los que sufren dicha situación. Se llega a ver estos casos como incidentes esperados, como daño colateral. Ni modo, a veces tienen que pagar justos por pecadores, se dice, y ahí queda la cosa. Sin embargo, la más simple noción de la justicia nos indica lo que debe prevalecer.

En Los Miserables, Víctor Hugo escribe un pasaje en el cual el protagonista Jean Valjean, quien anda huyendo, se entera que un hombre ha sido detenido porque lo han confundido con él. Incapaz de aceptar que un inocente pague, y aun siendo él también inocente, se entrega a las autoridades y evita una injusticia que le parece intolerable. Gran lección moral de la que deberíamos tomar ejemplo.

Cuando en una sociedad los crímenes se producen por cientos la Estadística nos lleva a asumir que habrá mayor riesgo de que se tomen por delincuentes a personas inocentes. No es necesario mencionar cuáles son las razones, pues sabemos que son muy diversas. Pero por eso mismo es que se debe tener más cuidado. La Justicia no solo implica castigar al culpable sino, con igual empeño, evitar dañar al inocente. En esto tienen mucha responsabilidad los que imparten justicia, pero también todos nosotros.

Es hasta cierto punto natural que, ante tanta violencia, la población esté frustrada y clame por castigo a los malhechores, pero la población tiende a ser muy ligera en apuntar con el dedo. Se deja llevar más por el corazón que por la razón. Pero la sociedad, todos nosotros, debemos darnos cuenta que somos los parámetros, los modelos, de cada individuo que la compone. No debemos aceptar que el daño colateral es inevitable. 
 

* Médico psiquiatra
y columnista de El Diario de Hoy