La realidad siempre supera la ficción. Y en El Salvador esto se vuelve palpable con las
noticias que nos desayunamos constantemente en los temas de la administración del Estado.
La semana antepasada fueron los excesivos desembolsos en alimentación y bebidas de la
Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma y esta semana son los gastos extravagantes de la
Corte de Cuentas. Y es que, a menos que hubiera habido alguna auditoría que necesitara
realizarse de forma incógnita en la plaza El Trovador, no tiene ninguna lógica que, por
ejemplo, la Corte de Cuentas de la República haya gastado en el lavado y planchado de dos
“trajes de mariachi”; y a menos que los cuarenta y tres mil dólares en refrigerios en un mes
hayan alimentado a unas ocho mil personas necesitadas, el gasto está de más.
La única lógica posible para justificar los gastos innecesarios en estas y otras instituciones,
es que los funcionarios a cargo de administrar fondos del Estado no tienen ni idea de la
realidad en la que vive la mayoría de la población. Probablemente nunca les han faltado los
recursos necesarios para darle de comer a sus hijos; cuentan con los medios para pagar
buenos médicos y hospitales cuando se enferman; nunca les ha tocado prestar dinero para el
bus o para solventar algún gasto necesario. Y creen que todos los salvadoreños viven en la
misma condición y, por tanto, un gastito en un almuerzo, fiesta, impresión de fotos, no
resulta significativo.
Según los datos del Banco Mundial (2015), el veinticinco por ciento de la población
salvadoreña vive en pobreza crónica (es decir, no disponen de los recursos que les permitan
satisfacer al menos las necesidades básicas de alimentación y, siguiendo la línea de
pobreza, equivale a vivir con un dólar diario). Y según el último Informe de Desarrollo
Humano para América Latina y el Caribe, presentado por el Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), existe la amenaza de que millones de personas recaigan en la
pobreza en la región; si tenemos en cuenta que El Salvador es uno de los países más pobres
de América Latina, es probable que muchos salvadoreños regresen a vivir en una situación
de miseria.
Como lo mencionó la Subsecretaria-General de Naciones Unidas y Directora Regional del
PNUD para América Latina y el Caribe, Jessica Faieta, es urgente que los Estados brinden
respuestas a las múltiples dimensiones que influyen en el desarrollo y establecer políticas
que permitan a las personas “vivir vidas que consideran valiosas”; también recalcó que “en
este momento, por un lado hay que proteger los logros alcanzados, lo cual incluye prevenir
la caída en pobreza de millones de personas y por otro lado hay que impulsar políticas y
estrategias inclusivas e integrales adaptadas a poblaciones que sufren de discriminaciones y
exclusiones históricas”. Este tipo de políticas podrían ser posibles en la medida que los
fondos públicos se inviertan adecuadamente, eliminando los gastos innecesarios y
reorientando los recursos hacia tales objetivos.
Después de revisar estos (nada alentadores) datos sobre la pobreza en El Salvador, resulta
más indignante ver como se justifican los gastos innecesarios en las distintas instituciones
financiadas con fondos del Estado. Y como no basta con quedarnos en el enojo, sino hacer
propuestas para corregir los problemas identificados, aquí va una propuesta: campaña
“lonchera para tu funcionario”. Si usted es funcionario y está leyendo estas líneas, lo invito
a que de ahora en adelante se tome un par de minutos para preparar su comida y la lleve a la
próxima reunión en cualquier tiempo de comida; rechace el uso de fondos públicos en algo
que usted mismo puede costearse con su sueldo. Y si usted dirige u organiza este tipo de
reuniones, pida a los invitados que costeen su propia comida o que lleve su lonchera. Y si
usted dirige la unidad de Adquisiciones y Contrataciones de su institución no autorice este
tipo de gastos. Los ciudadanos invitamos a todos los funcionarios a que sean más
responsables en la administración de estos fondos y demuestren un poco más de empatía
por los salvadoreños que viven en extrema pobreza. Recuerde que hasta los mínimos
detalles marcan la diferencia.
La realidad siempre supera la ficción. Y en El Salvador esto se vuelve palpable con las noticias que nos desayunamos constantemente en los temas de la administración del Estado. La semana antepasada fueron los excesivos desembolsos en alimentación y bebidas de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma y esta semana son los gastos extravagantes de la Corte de Cuentas. Y es que, a menos que hubiera habido alguna auditoría que necesitara realizarse de forma incógnita en la plaza El Trovador, no tiene ninguna lógica que, por ejemplo, la Corte de Cuentas de la República haya gastado en el lavado y planchado de dos “trajes de mariachi”; y a menos que los cuarenta y tres mil dólares en refrigerios en un mes hayan alimentado a unas ocho mil personas necesitadas, el gasto está de más.
La única lógica posible para justificar los gastos innecesarios en estas y otras instituciones es que los funcionarios a cargo de administrar fondos del Estado no tienen ni idea de la realidad en la que vive la mayoría de la población. Probablemente nunca les han faltado los recursos necesarios para darle de comer a sus hijos; cuentan con los medios para pagar buenos médicos y hospitales cuando se enferman; nunca les ha tocado prestar dinero para el bus o para solventar algún gasto necesario. Y creen que todos los salvadoreños viven en la misma condición y, por tanto, un gastito en un almuerzo, fiesta, impresión de fotos, no resulta significativo.
Según los datos del Banco Mundial (2015), el veinticinco por ciento de la población salvadoreña vive en pobreza crónica (es decir, no disponen de los recursos que les permitan satisfacer al menos las necesidades básicas de alimentación y, siguiendo la línea de pobreza, equivale a vivir con un dólar diario). Y según el último Informe de Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, presentado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), existe la amenaza de que millones de personas recaigan en la pobreza en la región; si tenemos en cuenta que El Salvador es uno de los países más pobres de América Latina, es probable que muchos salvadoreños regresen a vivir en una situación de miseria.
Como lo mencionó la Subsecretaria-General de Naciones Unidas y Directora Regional del PNUD para América Latina y el Caribe, Jessica Faieta, es urgente que los Estados brinden respuestas a las múltiples dimensiones que influyen en el desarrollo y establecer políticas que permitan a las personas “vivir vidas que consideran valiosas”; también recalcó que “en este momento, por un lado hay que proteger los logros alcanzados, lo cual incluye prevenir la caída en pobreza de millones de personas y por otro lado hay que impulsar políticas y estrategias inclusivas e integrales adaptadas a poblaciones que sufren de discriminaciones y exclusiones históricas”. Este tipo de políticas podrían ser posibles en la medida que los fondos públicos se inviertan adecuadamente, eliminando los gastos innecesarios y reorientando los recursos hacia tales objetivos.
Después de revisar estos (nada alentadores) datos sobre la pobreza en El Salvador, resulta más indignante ver como se justifican los gastos innecesarios en las distintas instituciones financiadas con fondos del Estado. Y como no basta con quedarnos en el enojo, sino hacer propuestas para corregir los problemas identificados, aquí va una propuesta: campaña “lonchera para tu funcionario”. Si usted es funcionario y está leyendo estas líneas, lo invito a que de ahora en adelante se tome un par de minutos para preparar su comida y la lleve a la próxima reunión en cualquier tiempo de comida; rechace el uso de fondos públicos en algo que usted mismo puede costearse con su sueldo. Y si usted dirige u organiza este tipo de reuniones, pida a los invitados que costeen su propia comida o que lleve su lonchera. Y si usted dirige la unidad de Adquisiciones y Contrataciones de su institución no autorice este tipo de gastos. Los ciudadanos invitamos a todos los funcionarios a que sean más responsables en la administración de estos fondos y demuestren un poco más de empatía por los salvadoreños que viven en extrema pobreza. Recuerde que hasta los mínimos detalles marcan la diferencia.
*Columnista de El Diario de Hoy.