El amor por la docencia no mide las distancias

Dos profesoras deben viajar entre hora y media y dos horas cada día, para poder dar clases en una escuela rural unionense.

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Foto Por elsalv

Por Insy Mendoza/Lucinda Quintanilla / comunidadesl@eldiariodehoy.com

2016-06-21 8:00:00

Martha Yanet López y Ana Elizabeth Sorto, ambas maestras del Centro Escolar Caserío Las Chachas, del cantón Las Maderas, en La Unión, son un ejemplo de amor a la docencia. Comprueban que para enseñar, no se miden las distancias.

Ambas profesoras viajan entre una hora y media y dos horas y media cada día, para llegar desde sus casas a la escuela donde trabajan desde hace varios años.

La maestra López tiene 12 años de estar viajando de lunes a viernes desde Chinameca hasta la escuela. Cada día sale a las 5:00 de la mañana de su vivienda y aborda el bus que le lleva hasta San Miguel, de ahí toma una unidad de la ruta 324 que la lleva hasta la cabecera unionenese, se baja en el desvío conocido como Los Mangos, para esperar el transporte que va para Santa Rosa de Lima, y luego bajarse en el desvió de la comunidad donde esta la escuela.

Pero para llegar, debe caminar tres kilómetros, al menos 50 minutos.

Una cansada travesía que recorre a diario por el amor a enseñar a las nuevas generaciones.

La profesora López tiene a cargo el tercer grado en el turno de la mañana, y por la tarde cuarto y quinto grado.

“Tengo doce años de tener esta rutina de levantarme antes de la cinco y emprender mi ruta hacia el trabajo, al regreso tengo que caminar cuarenta minutos para agarrar el bus y estoy llegando a las 7:00 de la noche a mi casa en Chinameca”, explicó la sacrificada docente.

Mientras que la profesora Sorto, tiene 16 años de laborar en la escuela Las Chachas y es la directora.

Sorto comentó que hace diez años le salió la oportunidad de traslado a la escuela de Punta de Jocote, en el cantón Huisquil, de Conchagua, pero no aceptó, al ver a sus alumnos llorar porque su maestra se les iba.

“Se me dio esa oportunidad pero no hubo el valor de hacerlo cuando miré a los alumnos tristes y llorando porque me iba y me pidieron que no me fuera, me conmovieron y terminé por quedarme por amor a mis estudiantes”, reveló la docente.

La calle donde les toca caminar para llegar a la escuela, es de tierra y poco transitada, el servicio de transporte es tardado, por lo que generalmente se van caminando, y en ocasiones se han encontrado con algunos puntos de asaltos, pero con todo y esto las docentes no se arrepienten de haberse encantado por la noble labor de enseñar y cada día se sacrifican para poder hacerlo de la mejor manera.