Hace más de treinta años se nos adelantó mi mamá en el camino al Cielo. Esto fue verdaderamente inexplicable. Pero quiero decir que también para bien. Creo que los que la rondábamos sabíamos que su Casa era esa ya, desde hacía ratos. Pero además, de alguna manera se produjo ese fenómeno, en el que, ante la necesidad de acrecentar el cariño, para arroparnos entre los tres, mi hermano, mi papá y yo, cada uno tuvimos que crecer.
En el mes del día del padre quisiera contar que, también antes, pero sobre todo, desde entonces, mi papá ha fungido como protector, enfermero, psicólogo, maestro, amigo, motorista, compañero de juegos, contrincante, entre otros.
Lo de contrincante no es más que por los divertidos partidos de squash y los arriesgados entrenos de go-karts, en los que –no sé cómo- se las arreglaba para no preocuparse y nos dejaba probar, rápido, fuerte, y de verdad. Sus consejos “acelerá en la curva y salí recto y en diagonal, para acortar la distancia a la siguiente y así no perder velocidad”, provocan, ahora, una risa más bien de nervios en mi cabeza de mamá.
Cuando pienso en la educación de mis propios hijos no puedo más que asumir que esa capacidad de multiplicarse y proveerlo todo, lo material, lo intelectual, lo espiritual y demás debe ser, en gran parte, gracias al haber nacido en la post-guerra y saber que la vida es una tarea por conquistar, sin quejas ni lamentos. Aun en medio de dificultades, de verdad.
Mi papá lograba que sus hijos adolescentes se despertaran felices los domingos a las seis de la mañana para ver con él la carrera de fórmula 1, o aun antes, para ir mar adentro con él a pescar. Su dedicación llegó mucho más allá, pues siempre tuvo un tema interesante que platicar, o una pregunta retadora que tirar sobre la mesa. Me acuerdo por ejemplo, de su: “¿ tú estás seguro que ese color que ves en la grama es verde?”. “Porque el que te dice que es verde soy yo, cómo podes saber, tú, que ese es?”.
Gran lector, amante de los libros y de la música. Me dio una enorme alegría darme cuenta, la semana pasada, de una aparente coincidencia. Estábamos leyendo la misma novela electrónica, de ficción, de un autor inglés, nuevo para ambos, que además no habíamos comentado nunca.
Pensé, en ese momento, que empujar a crecer no tiene por qué ser una labor complicada y difícil, ya que se trata básicamente de tres grandes ejercicios.
El primero es el amor, hecho vida con muestras de ternura y cariño y traducido en exigencia, dedicación y empeño; por transmitir y hacer vivir las tradiciones, las costumbres, y las virtudes. El segundo es el ejemplo, que como tanto advierte la pedagogía, es el verdadero y gran educador. El tercero es el respeto a la libertad y a la individualidad del otro. Indispensable ingrediente.
Este último tema es la fuente de la alegría, que es la sal de la educación. Pues da sin duda una enorme felicidad saber que uno facilita o, más bien, no impide al otro que llegue a ser ése con quien Dios ha soñado. Y también, ¿ quien va detrás de un triste ? El que se ve derrotado por la gran aventura del vivir, mejor que se esconda temporalmente.
Un filósofo contemporáneo dice que si a la vida se le preguntara qué es lo que más quisiera, la vida respondería que “ser vivida”. Otro agrega que “no solo ser vivida, sino ser vivida de forma intensa”.
Ya no logramos ir los sábados a dar una vuelta en el aire, o mar adentro, ni ponernos tanques de buceo. Ahora un café juntos, comentando las últimas noticias, es de suficiente intensidad. Pero creo que ya no nos hace falta tampoco. Aquí guardamos, bien custodiada, la memoria de los que nos han querido tanto y nos han ayudado a crecer. ¡Cómo olvidar todo ese apoyo incondicional!
Los fines de semana en los que voy camino a la oficina a trabajar pienso, no pocas veces con una sonrisa, que es fortísimo el buen ejemplo. Queda grabado a fuego lo que uno ha visto hacerse bien. No se borra, y es fuente segura de inspiración.
Yo no soy quizás la persona idónea para decirlo, pero no puedo evitar pensar que ha valido la pena este gran esfuerzo que implicó tanta paciencia y dedicación. En todo caso, creo que este mes cambiamos el café y decimos mejor un Prost! Hay que celebrar ! Además, “Opa”, su club de fans se ha más que duplicado. Sin duda ha recibido alguna sopladita al oído, de por allá, porque creo que ha sido ¡una labor verdaderamente celestial!
*Médico psiquiatra, máster en Bioética.