La serie “House of Cards” ha cobrado cada vez más popularidad mundial, con la historia de un congresista estadounidense que es capaz de hacer cualquier cosa para lograr sus propósitos y aspiraciones políticas. La serie se adentra así en un mundo repleto de avaricia, manipulación y corrupción. Sin embargo, “House of Cards” muestra que estos políticos, cuando sus corruptelas y abusos de poder quedan expuestos ante la sociedad, se ven obligados a pedir disculpas públicas y a renunciar al cargo, ante el reproche y la condena social. En este último punto, la serie muestra un estado más avanzado y civilizado, en comparación con la realidad salvadoreña.
En nuestro país, los funcionarios se rehúsan a pedir disculpas y mucho menos a renunciar a su cargo, por muy grave que sea la conducta o el delito que se les atribuya, con lo cual evidencian que no están allí por un espíritu de servicio, sino por codicia. Muchos de ellos carecen de méritos y aptitudes suficientes como para recibir un salario equivalente en el sector privado, y son conscientes de ello. Además, se benefician del hecho de que los ciudadanos hemos actuado de forma permisiva y que no hemos demandado con firmeza su renuncia, lo que nos ha convertido en cómplices.
Por ello, tenemos funcionarios enjuiciados por presunto enriquecimiento ilícito que siguen emitiendo leyes o ejecutando políticas de Estado, en lugar de apartarse del cargo hasta que se aclare su cuestionado enriquecimiento. Al igual, tenemos a un diputado de oposición que negoció con las pandillas, mientras hipócritamente criticaba al Gobierno por haber hecho lo mismo, y a un ministro de la Defensa Nacional que reconoció haber ideado la “estrategia no ortodoxa” de la tregua, misma que estuvo rodeada de hechos ilícitos que ahora están siendo investigados por la Fiscalía General de la República.
Asimismo, contamos con un presidente de Anda de quien se filtró un audio en el que utilizaba un lenguaje obsceno al dirigirse a los empleados de la autónoma; además, hay otro funcionario que intentó denigrar públicamente a una diputada, insinuando que tenía una relación amorosa con el presidente de Anda. Y qué agregar del presidente de CEPA, que justificó y calificó de “insignificante” el gasto de más de 200 mil dólares en bebidas embriagantes, discotecas, banquetes y cigarros. Están también los jefes de todos los grupos parlamentarios, que están consintiendo una cantidad exorbitante de empleados y asesores en la Asamblea Legislativa, lo cual representa un gasto de $33.4 millones al año. Muchos de estos “asesores” han sido contratados como pago por favores políticos. Tal es el caso del exalcalde de San Miguel, cuya esposa, hija, hermana y cuñado aparecen en la planilla de la Asamblea Legislativa.
Tenemos además el ejemplo del Secretario de Comunicaciones de la Presidencia, quien a pesar de ser la voz oficial del Presidente, mintió acerca de la ratificación de la nefasta Ley de Probidad aprobada en diciembre de 2015, al sostener que el Presidente de la República seguía analizándola, cuando ésta ya había sido enviada al Diario Oficial. O el caso del Embajador de El Salvador ante Alemania, quien sigue representando al país, a pesar de estar siendo acusado por la Fiscalía General de la República de presunto tráfico ilícito de armas. Para cerrar esta lista con broche de oro, debe mencionarse al presidente de Proesa, que ha optado por guardar un bajo perfil y asegurarse su salario de 7 mil dólares mensuales, en lugar de responder públicamente por todos los señalamientos que se hacen en su contra.
En cualquier país medianamente más civilizado que el nuestro, todos estos funcionarios habrían tenido que renunciar. En Guatemala, que ahora nos lleva la ventaja también en temas anticorrupción, dos diputados acaban de renunciar a su curul por estar siendo señalados de haber solicitado plazas fantasmas en el Congreso; además, estos fueron suspendidos como miembros de sus respectivos partidos políticos. En Canadá, la Ministra de Cooperación Internacional tuvo que pedir disculpas públicas y regresar al fisco 16 dólares que gastó en un jugo de naranja durante un viaje oficial, luego de que esto causara una gran indignación entre los contribuyentes; ella finalmente optó por renunciar a su cargo. En España, hasta el Emérito Rey Juan Carlos tuvo que pedir perdón, en múltiples ocasiones, antes de optar por entregar la corona.
Lo cierto es que en El Salvador vivimos peor que en “House of Cards” y, de seguir así, los partidos políticos actuales están destinados a desaparecer. Puede parecer improbable ahora, pero el PDC y el PCN, que en el pasado alcanzaron la presidencia del país, ilustran muy bien esta idea. Mientras tanto, debemos ser más firmes y demandarles a este tipo de funcionarios, por lo menos, ¡que renuncien!
*Abogado e investigador.
@Arevalo_Rengifo