Kandinski y el nacimiento del arte abstracto

Más y más la representación natural --el impresionismo de Kandinski, puentes, paisajes, marinas, árboles-- fueron transformándose en juegos de color, en líneas negras, liberándose de lo que el ojo ve para ir tocando lo que el alma imagina.

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El INJUVE pide no estigmatizar a los jóvenes.

/ Foto Por EDH

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2016-06-23 8:54:00

En la ciudad bávara de Murnau, con una población actual de más de 12,000 habitantes, nació entre 1903 y 1905 el arte abstracto, una visión interna que logró independizar la pintura y la escultura de “lo material”, de lo que ven nuestros ojos para dar cuerpo a lo que ve nuestro espíritu.

¿Qué hizo el prodigio? En Murnau y atraídos por la exuberancia de sus bosques y vegetación, por la prístina luz del ambiente, el encanto de una comunidad acogedora y por la posibilidad de escapar del mundano bullicio de las grandes ciudades, se asentó la pareja formada por Vasili Kandinski, un joven pintor ruso, y su alumna, la pintora Gabriele Munter.

Entre ambos compraron una casa en las afueras de Murnau, en una suave colina llena de flores en la primavera y el verano y los cautivadores follajes del otoño. Kandinski y Gabriele, pintores del impresionismo, comenzaron a ensayar nuevas formas, más libres, de retratar la naturaleza. Eso les condujo a crear una comunidad de pintores influidos en parte por el movimiento del “jinete azul” nacido en Múnich y fundado por Franz Marc, lo que como dice la Wikipedia, “…agrupó, entre otros, a August Macke, Ernst Ludwig Kirchner, Alexei von Jawlensky, Marianne von Werefkin y Paul Klee. A todos ellos les unía su interés común por el arte medieval y primitivo, así como los movimientos coetáneos del fovismo y el cubismo”.

Cada uno de ellos fue incorporándose a otras corrientes pictóricas e instalándose en París, golpeados por la Gran Guerra y posteriormente por el nazismo, que coincidiendo con el comunismo, calificó esas tendencias como degeneradas y llegó hasta a prohibir a los artistas que pintaran, como fue el caso de Nolde.

Más y más la representación natural –el impresionismo de Kandinski, puentes, paisajes, marinas, árboles– fueron transformándose en juegos de color, en líneas negras, bloques sólidos de azul, naranja, verde, liberándose de lo que el ojo ve para ir tocando lo que el alma imagina.
Hasta que se produjo el milagro y se pasó al abstracto, al color por el color, la forma por la forma, las líneas en plena libertad…

  Un día de tantos Kandinski se va de Murnau, abandona a Gabriele y se incorpora al gran mundo de aristócratas, pintores famosos, elegancia… Kandinski se convierte en un fenómeno del arte, incluye decisivamente a pintores como Picasso, Braque, Juan Gris, Paul Klee, Miró… 

Y por el resto de su vida, Gabriele llora su gran amor. Al morir, deja a Baviera su obra y lo que había pintado Kandinski en ese período, todo lo cual se atesora en la Galería Lehnbach de Múnich. Recorrer las salas de la Lehnbach es recrear los procesos de creación en el espíritu de Kandinski.
 

En memoria de un amigo
muerto trágicamente

 
Fuimos a Murnau para visitar la Munterhaus, pero asimismo por otro motivo.

Hace unos años, nuestro desaparecido amigo Hans Usko, de Bayer, nos contó que su ilusión era retirarse en Murnau, sin duda pensando en el apacible ambiente de la ciudad y su privilegiada ubicación entre Múnich y los Alpes, cerca de lagos tan hermosos como el de Kochel.

Usko era corredor de carros, se casó con la hija de un alemán, enviudó y más tarde fue asesinado por una mujer que robó su patrimonio.

Vayan esta líneas en su memoria…