Gran reserva

Un gobierno al que no se le pide cuentas, tarde o temprano (en realidad más temprano que tarde) termina en el totalitarismo, sino en la tiranía.

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Foto Por edhdep

Por Carlos Mayora Re*

2016-06-24 7:47:00

Pues no, no voy a hablar de vinos, aunque me gustaría, sino de la “moda candado” que en instancias gubernamentales prolifera con respecto a la información que el gobierno, sus personeros e instituciones generan. 

Da la impresión de que en este tema se parte de un equívoco, pues se tiende a actuar como si quienes gobiernan tuvieran vocación democrática… Pero no. Es muy difícil que quienes forjaron su pensamiento con categorías marxistas, renuncien a las mismas. Pueden, aparentemente, manejar el lenguaje de la democracia, alabar la concertación y el diálogo, el pluralismo y la transparencia, presentarse como gobierno de unidad, etc.; pero de eso, a creer en la democracia, hay todavía gran trecho. 

“Muda el lobo dientes, pero no las mientes”, reza el dicho. Quien ha sido amamantado con marxismo crece convencido, convencidísimo, de que la democracia como sistema político —no solo como sistema electoral—, es un escalón necesario, una parada enojosa en el camino que lleva a hacerse con el poder absoluto. No vale que los lobos se disfracen de corderos, no vale que cambien discurso, que intenten dar la imagen de políticos dialogantes: lobo es lobo. Cambia sus tácticas, se mimetiza con el demócrata que respeta la opinión de la gente, pero no muda su forma de pensar centralista y autoritaria.

En cambio, quienes creen en la libertad, y ven en los demás personas pensantes, inteligentes, con criterio propio y posibilidad de tomar decisiones, entienden que la información pública es oxígeno, sangre, agua y humus de la democracia. Saben que un gobierno al que no se le pide cuentas, tarde o temprano (en realidad más temprano que tarde) termina en el totalitarismo, sino en la tiranía.

Por eso se comprende que quienes tienden al centralismo y a la manipulación se nieguen, simplemente, a proporcionar información; y que vean en cualquier intento de adquirirla, desestabilización, derrocamiento, conspiración y contubernio. Se entiende pero no se disculpa.

El acceso a la información pública, la posibilidad de que la gente pueda conocer el desempeño de los funcionarios gubernamentales, no es una concesión hecha mediante la promulgación de leyes de transparencia y creación de institutos ad hoc: es nuestro derecho como ciudadanos.

Un derecho —pido disculpas por adelantado por lo prosaico del ejemplo— como el que tiene una persona que ha pagado por su comida por adelantado en un restaurante. Si paga y no se la dan, le están robando. Si paga y le dan comida de una calidad o cantidad menor a la pactada, le están robando. Nosotros, por medio del Estado, pagamos a los funcionarios, si no nos dan lo que nos corresponde, nos están robando. 

Para que la democracia sea sana, es importante oír no solo la campana, que “endulza” ojos y oídos con eslóganes y cancioncillas sobre lo bien que va todo y el paraíso que se ha logrado en el país; es necesario, imprescindible, pedir cuentas; y para ello es importante, pero no basta, la divulgación de noticias que hacen los medios de comunicación sobre fechorías políticas o económicas protagonizadas por funcionarios públicos. 

Es verdad, actos de corrupción de personajes de éste y anteriores gobiernos han sido publicados por la prensa y en las redes sociales, pero eso no basta. No todos los funcionarios son réprobos ni corruptos; de acuerdo, pero ¿cómo nos vamos a enterar del modo en que gastan nuestros dineros, de la realidad acerca de metas alcanzadas y progreso social, de información vital para poder evaluar la gestión de los funcionarios, si a demasiadas solicitudes de información se les aplican arbitrariamente el cartel de “reservado”, con justificaciones genéricas y motivos que rayan en lo absurdo?

* Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare