LA UNIÓN. Con 96 años de edad, Dominga Cruz Vanegas, conocida cariñosamente por los unionenses como “niña Minga”, continúa siendo un ejemplo de perseverancia, trabajo y orgullo.
A su edad, ella vende hojas secas de orégano con fines medicinales, además de pastillas y jarabes para diversos malestares de salud.
Minga instala todos los días su negocio en el parque central de la cabecera.
Apoyada de su silla de ruedas y una muleta, parte desde el barrio San Antonio, en donde vive con unos parientes, hacía el populoso parque y al mercado local.
En esos sitios ya tiene su clientela, a la que atiende al crédito y contado.
Asegura que no salir a trabajar le genera una enorme preocupación, pues no le gusta pedir dinero a los ciudadanos a cambio de nada, aunque acepta que siempre hay personas que llegan a regalarle comida, dinero u otro tipo de ayuda.
La nonagenaria, quien enviudó hace ya varios años, asegura que el ritmo de trabajo, en comparación a 2015, ha disminuido y que la venta que logra es mínima.
Incluso, recuerda que el año anterior viajaba a Honduras a comprar orégano y medicinas para revender, algo que por cuestión de salud y movilidad ya no puede hacer.
En 2015 llevaba pescado del lado salvadoreño al hondureño y de lo que vendía en el vecino país, compraba el producto que regresaba a vender a El Salvador.
“Hoy me cuesta trabajar, ratos paso sentada en la silla y después agarro la muleta y me voy a cobrar o vender y descanso ratos por un dolor que me da en los huesos, el estómago o el corazón”, agregó la anciana.
Cuenta que el año pasado le hicieron una operación de corazón y que se ha enfermado y estado hospitalizada por varios días, pero sigue luchando para no quedar postrada en cama.
Muchos comerciantes y vendedores ambulantes, consideran a esta mujer un ejemplo para la juventud.
Admiran que escucha perfectamente y su sentido de la vista está intacto.
La nonagenaria dice que desde pequeña, sus padres le enseñaron a trabajar.
Con admiración y ternura recuerda que su madre se llamaba Teófila Cruz Ramírez, de origen hondureño y su padre era el salvadoreño José María Vanegas.
Asegura que muy joven conoció a quien denomina su primer amor y que identifica como Gregorio Rivera, que era miembro de la extinta Policía de Hacienda.
“Tuve dos hijas, una se murió de año seis meses, la otra a los cincuenta años de edad y dejó tres nietos; Gregorio me llevaba para su pueblo, pero yo no quise separarme de mis padres y fue así como empecé a trabajar en el mercado”, expresa.