Salarrué: El negro Punce??? y el mito racista

Se impulsó un “blanqueamiento” de la población, la política pública era sólo recibir gente de raza aria procedente de Alemania, Bélgica, Holanda y Francia, para “mejorar la raza”.

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Representantes de Grupo Tomza dieron a conocer la situación legal en la que se encuentran actualmente.

/ Foto Por Cortesía

Por Ricardo Esmahan*

2016-06-28 8:59:00

Hace 83 años se emitió la Ley Salvadoreña de Limitaciones y Restricciones a la Emigración, que impedía el ingreso al país de personas de raza negra y otras como malayos, gitanos y chinos.
 
En 1932, con el levantamiento campesino, cuentan las crónicas, se exterminó a la célula negra que quedaba en “Los Izalcos” (Nahuizalco e Izalco). Llama la atención que un año después de la matanza se emitió el Decreto 86 del 21 de junio de 1933, quedando así plasmado como Ley de Migración, el pensamiento racista de la época, ya que dicha ley reguló y autorizó que personas vivían en el país, así como a las que salen y entran.
 
A partir de esas fechas, en El Salvador empieza la invisiblilización y negación ideológica que provoca que los afrodecendientes “desaparecieran” legalmente del pulgarcito de América.

Se impulsó un “blanqueamiento” de la población, la política pública era sólo recibir gente de raza aria procedente de Alemania, Bélgica, Holanda y Francia, para “mejorar la raza”. Dicha ley fue abolida y eliminados sus efectos por las nuevas legislaciones sobre migración, de 1959 y 1986.

En la mentalidad de los salvadoreños se impuso el mito de que nunca han habitado negros en El Salvador. Los negros que viven aquí se cree vienen de otro lugar. Bien recoge este mito la narrativa de Salarrué: del Punce negroide que se quería cheliar. “pero es que Punce era bien negrito cuando se miraba en el espejo y un día vino y se fue donde la mamá y le dijo: mamá, ¿qué vos sos mi mamá? Sí, le responde, ¿qué no lo sabías? Es que quiero que me deshagas y me hagas chelito pelo de canche y ojos azulitos…”.

En El Salvador muchos se sienten orgullosos que a diferencia de Centroamérica, no tenemos población negra y nos sentimos que somos blancos, a lo sumo llegamos a creer que somos mestizos. Hay un chelito en la familia y el negro, también no falta.

 Y tenemos explicaciones “científicas”: que no tenemos costa atlántica; no hubo bananeras; no tuvimos esclavos; que sólo hubo sirvientes negros en mansiones; y finalmente, suponemos que el general Maximiliano Hernández Martínez nos hizo el favor de sacarlos.

Existe documentación histórica que atestigua sobre la existencia de negros, mulatos, zambos, pardos y otras clasificaciones usadas en esa época para describir las categorías conceptuales de los esclavos. Pero también ilustran la naturalidad, insensibilidad y crueldad de los amos, la aprobación cómplice del clero y el valor legal de un régimen contrario a la igualdad de los seres humanos.

Los esclavos africanos vinieron a esta región con los conquistadores, una segunda ola migratoria vino con los funcionarios reales españoles y finalmente por la demanda de esclavos para el servicio en mansiones de los hacendados añileros.

La demanda europea del cacao hace indispensable contar con abundantes esclavos africanos. Por el maltrato, la población indígena empezó a descender y se vuelven necesarios los esclavos traídos de África. Posteriormente se usaron  esclavos para trabajar el cultivo del añil.

El Libro Azul (1917), publicado por el Gobierno de los Meléndez-Quiñónez, contiene un apartado claramente racista que dice: “la última mezcla de las razas que habitan nuestros suelos es la de los zambos, es el producto de indio con negra, son de una rara fealdad, sobre todo cuando llegan a viejos. Los que llegan a instruirse son hombres a veces muy superiores, desgraciadamente los zambos forman un nivel intelectual muy bajo y representan el prototipo de la abyección y de la miseria y por tanto entre ellos pululan los malvados y facinerosos.” Y concluye: “el elemento dirigente de la sociedad es el blanco…”. 

 
*Columnista de El Diario de Hoy
resmahan@hotmail.com