Fantasías de golpes de estado

El hecho que la gente oye como oír llover cuando el gobierno se pone melodramático y se pinta como víctima de una conspiración demuestra que la gente no le cree o no le importa.

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/ Foto Por elsalv

Por Manuel Hinds*

2016-05-05 7:06:00

El FMLN ha vuelto a decir que existe una conspiración para darle un golpe de estado al gobierno actual, citando como evidencia las fuertes protestas que sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil han realizado contra la intención del gobierno de confiscar los ahorros de los cotizantes de pensiones, y contra la obtención de nuevos préstamos sin auditorias públicas del uso de los fondos. El FMLN ha vuelto también a acusar a la Sala de lo Constitucional de participar también en esa imaginaria conspiración. Al mismo tiempo, grupos afines al FMLN corrieron el primero de mayo por varias calles de San Salvador, pintando muros de casas y edificios, y vehículos de empresas de televisión. La policía solo intervino cuando estos grupos trataron de darle fuego a estos carros. 

Estas aseveraciones coronaron una prolongada campaña de insultos al sector privado y a los medios de comunicación, financiada con fondos públicos, que por varias semanas hizo acusaciones tan burdas y tan sin base que nunca habían sido proferidas por un gobierno, exceptuando el anterior que también fue del FMLN. 

Cualquiera que conozca la realidad del país sabe que esas acusaciones son ridículas, que no hay nadie que quiera dar golpe y que en todo caso los golpes de estado no son posibles en la nueva institucionalidad nacional e internacional. Incluso el gobierno mismo tiene que saber que las asonadas militares son ya cosa del pasado.
 
¿Por qué entonces lo siguen diciendo? Puede ser que el FMLN esté tratando de convencer a la población de que es incompetente porque está protegiéndose continuamente contra un golpe de estado. Pero todas las encuestas desde hace tiempo demuestran que la inmensa mayoría de la gente tiene una opinión pésima del gobierno y no le dan ninguna excusa por su incompetencia. Más aún, el hecho que la gente oye como oír llover cuando el gobierno se pone melodramático y se pinta como víctima de una conspiración demuestra que la gente no le cree o no le importa. 

Otra explicación es que como el FMLN no logra ni quiere adaptarse a las reglas de una sociedad democrática, piensa (como algunos de sus representativos lo han dicho muchas veces) que debería de tener el poder total hoy y para siempre, y que cualquier oposición a esta idea evidencia una intención de dar un golpe de estado. Esta idea no es exclusiva de el FMLN. Los Socialistas del Siglo XXI en Venezuela decían que la oposición quería darles golpe de estado, y daban como prueba que quería ganarles las elecciones que finalmente le ganaron. Varios voceros del FMLN han dicho lo mismo, acusando a ARENA de querer removerlos del poder en elecciones de diputados,  alcaldes y presidentes.
 
Sea cual sea la explicación, es hora de que el FMLN realice que en El Salvador, como en cualquier país, hay muchas opiniones diferentes y hasta opuestas sobre lo que el gobierno debe hacer, y que la manera de decidir lo que se hará no es aplastar a la oposición sino negociar democráticamente entre los distintos partidos y sectores. 

El gobierno del FMLN también debe realizar que no puede usar el poder del ejecutivo para atacar a la Sala de lo Constitucional, y que no puede condonar los ataques callejeros de grupos allegados al FMLN a la propiedad de los ciudadanos.
 
Todos estos actos tienen un lado grave: la continuación de los ataques de este gobierno a la libertad de expresión y sus intentos de intimidar a la oposición ciudadana. Pero también tienen un lado patético: el uso de insultos y desórdenes callejeros para imponer la voluntad del partido. El FMLN se enorgullece de tener gran pericia en “el manejo de la calle”, o sea el arte de quemar llantas y banderas, y de pintar paredes. Estos fueron comunes antes y durante la guerra, hace ya casi cuarenta años. Ahora, sin embargo, ya no se ven como actos políticos sino sólo como lo que son, manifestaciones de vulgaridad y matonismo. El Gobierno de la República, y el Presidente mismo, no deben permitir que sus imágenes se mezclen con estas matonerías. El país debe respetarse, y el primero que tiene que hacerlo es el gobierno mismo. 
 

*Máster en Economía, Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy