Este día se lleva a cabo el funeral de un queridísimo amigo, don Carlos Enrique Castañeda Parada. Es mi deseo que su ejemplo nos traiga un rayito de luz en medio de la gran oscuridad por la que nuestro país atraviesa; que sea un atisbo de alegría aun en medio de la inmensa pena por su fallecimiento.
Carlos fue un hombre integralmente ejemplar: como esposo, como padre de familia, como abuelo y bisabuelo, como amigo, como empresario y como ciudadano. Él y Marina (Q. D.D.G.) formaron un hogar luminoso y alegre, donde se respiraba amor, comprensión, un proverbial sentido del humor y una inmensa generosidad, de la que disfrutamos no solamente sus amigos, sino todos aquellos que se les acercaban. Afrontaron penas y problemas con valentía, con fe, trabajando sin descanso pero con amor; salieron victoriosos en mil batallas, hasta que Marina perdió la salud por una cruel enfermedad; ella se mantuvo airosa hasta el último momento, sin perder nunca su belleza – interior y exterior – dejando un tremendo vacío al fallecer.
Esa terrible pérdida significó para Carlos perder el apoyo que, en todas las facetas de su vida, recibía de Marina. Pero con el amor de sus hijos, con la lealtad del personal de su empresa, con el cariño de sus amigos, tomó un nuevo impulso y continuó cumpliendo cabalmente con sus obligaciones.
Carlos y su familia estaban muy bien establecidos en Estados Unidos, pero extrañaban su terruño y su gente. Así, siendo ya padres de cuatro hijos, decidieron regresar e iniciar desde cero una nueva empresa, en aquellos difíciles momentos de la década de los setentas.
Con inmensos sacrificios, económicos y personales, levantaron el Hotel Terraza. El turismo fue un rubro de los más afectados entonces, pero siguieron adelante, cuidando de su personal, ideando nuevos servicios, trabajando sin descanso para mantenerse a flote. Paralelamente, Carlos se involucró en movimientos cívicos y en diversos voluntariados, siendo siempre un salvadoreño ejemplar, un patriota valiente y comprometido.
Su generosidad y espíritu de servicio fue una inspiración para sus hijos. Por eso, para su 45º aniversario de bodas, ellos regalaron a sus padres una fundación para atender a la educación de niños que no tenían esa oportunidad. Ahora, Marina y Carlos continúan viviendo espiritualmente en su empresa, en su fundación y, especialmente, en esos cuatro hijos a quienes educaron ejemplarmente. Tal como Alberto Masferrer dice en su escrito “Harás a tu hijo”:
“Tienes que hacer, hombre, una obra trascendental: la más seria, difícil e importante, fecunda en bienes o en males, digna de todo encomio o de vituperio indecible, según la trabajes con yerro o con acierto. Bajo el sol, no hallarás para emplear tus fuerzas otra empresa de mayor responsabilidad, ni encontrarás que a nadie se le haya confiado una obra más significativa.
Tienes que hacer a tu hijo. ¿Cómo lo harás? Esta es la cuestión suprema para ti y para los que te rodeamos. Tu hijo, precisamente tu hijo, puede ser para nosotros instrumento de condenación o de vida”.
Dedico a Carlos esos dos párrafos, porque él cumplió cabalmente esa misión, dejándonos como legado cuatro excelentes ciudadanos.
Gracias, Carlos, gracias por su vida ejemplar. Quienes le conocimos, le guardaremos siempre en nuestra memoria y corazón. Junto a Marina, coseche ahora toda la riqueza que, con sus buenas obras, acumuló en el cielo.
*Columnista de El Diario de Hoy.