El 2 de mayo de 1936 los capitalinos escucharon por primera vez el pregón de los canillitas: “¡El Diario de Hoy, a cinco!” que, poco más tarde, por la popular economía de lenguaje, se convertiría en: “¡El Dioy, a cinco!”.
Se incorporaba un nuevo diario a la dura competencia con otros periódicos locales ya asentados en un mercado que apenas se iba reponiendo de los efectos que sufrió el país por la gran depresión de 1929, en Estados Unidos; precios internacionales del café en su nivel más bajo; los preludios de una nueva conflagración mundial, inestabilidad política interna y otros acontecimientos que impedían un repunte económico significativo. Esto volvía más difícil capturar el interés de los lectores quienes, por entonces, tenían otras prioridades. A todo ello hay que agregar que El Diario de Hoy aparece en escena en medio de la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, en la que no existía la libertad de expresión y los medios estaban sometidos a una severa censura. En 1936, faltaban pocos años para que el Diario chocara frontalmente con el régimen y su director tuviese que ir al exilio.
En aquella primera edición los lectores del Diario se enteraron de que Eritrea, al este de África, estaba a punto de caer en manos de las tropas de Mussolini; muchos sonrieron al ver en la portada la caricatura fotográfica de don Francisco Gavidia, hecha por el fotógrafo Aníbal J. Salazar; también tuvieron acceso al menú de películas que se exhibían en el Cine Principal y Coliseo: “La Venus del fuego”, con Randoplh Scott y Helen Gahagan. De igual manera pudieron decidir sobre sus preferencias de compra a través de los anuncios publicados en esa ocasión por Goldtree Liebes, H. De Sola & Henríquez, B. Daglio, Mugdan y Freund, Romeo Papini, Farmacia Cosmos, El Chichimeco y Cigarrería Morazán, entre otros.
En las calles del San Salvador de 1936, muchas de ellas todavía empedradas, circulaban carretas tiradas por bueyes y carretones tirados por hombres; camionetas con carrocería de madera, motocicletas Harley Davidson, autos modelo “roadster”, marcas Ford, Studebaker, Buick, entre otros.
En la radio se escuchaban las orquestas de Jimmy Dorsey y Benny Goodman, además de los cantantes mexicanos, Emilio Tuero, Alfonso Ortiz Tirado, Néstor Mesta Chaires. Pero el que se hallaba en el primer lugar de preferencias era Carlos Gardel, con sus tangos, quien había muerto en un accidente aéreo el año anterior.
Las librerías tenían en oferta obras de Vicente Blasco Ibáñez, Hugo Wast, Víctor Hugo, José Ingenieros, Enrique Rodó, Vargas Vila, la novelística francesa y española, Bernard Shaw, H.G. Wells y muchos otros.
Entre quienes ejercían oficios populares hacían mayoría los zapateros, sastres, hojalateros, costureras, panaderos, así como vendedores ambulantes de barquillos, sorbetes, minutas y siberianos, unos helados cilíndricos pinchados en un extremo con palillos de dientes.
En el restaurante “El Rayo”, situado en la esquina de la avenida Cuscatlán y la 6a. Calle Poniente, un bistec de lomo de aguja con papas costaba 75 centavos de colón.
Dentro de este contexto social, político y económico, la oferta de El Diario de Hoy apostaba por la calidad, por la innovación, por el cambio de fisonomía, a un producto rico en contenido noticioso y de opinión, en todo distinto al resto de periódicos que por entonces circulaban en el país.
En primer lugar era de formato tabloide, en tanto que los otros lo eran del tipo estándar o inglés, de difícil manipulación y lectura. Además El Diario de Hoy también se diferenciaba de ellos por clasificar sus secciones e incorporar una página de opinión.
El primer editorial, escrito por el director don Napoleón Viera Altamirano, se tituló “Nuestra Palabra”, fue una firme declaración de propósitos que marca el inicio de un proyecto patriótico y cultural bien definido: “…El Diario de hoy (…) aspira a ser la viva voz del pueblo salvadoreño en cuanto exprese las necesidades urgentes de nuestro diario vivir…”.
Esta es una voz que 80 años después se mantiene valiente, vigorosa y futurista.
*Periodista.
rolmonte@yahoo.com