La comunión eucarística, en la mano o en la boca

Nadie es digno de recibir a Cristo, y si nos referimos a la forma, no podemos afirmar que las manos son indignas y que la lengua es digna. 

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/ Foto Por EDH/ Cortesía

Por ??scar Rodríguez Blanco, s, d, b*

2016-05-07 6:56:00

Hay personas que cuando reciben la “comunión eucarística” en la mano, sienten dudas y escrúpulos de conciencia. Con frecuencia escuchamos decir que la forma correcta es recibir la hostia en la lengua. Las razones que presentan son justas: Tradición de la iglesia, documentos pontificios, miedo de profanaciones, prácticas supersticiosas, poner más de manifiesto el respeto y la adoración a la eucaristía, y muchas otras razones. Antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, la comunión se recibía de rodillas y en la boca. No dudamos que ésta ha sido la forma tradicional de la iglesia. 

Frente a las posibles dudas que todo esto genera, se hace necesario aclarar que, en muchos lugares, incluyendo El Salvador, “no está prohibido recibir la eucaristía en la mano”. El Papa Pablo VI con las Instrucciones “Inmensae caritatis y Memoriale Domini (AAS 1969 y 1973) concede este permiso a las Conferencias Episcopales que lo soliciten de acuerdo a un juicio justo y prudente. Es un permiso que al recibirlo no debe ser impuesto como obligatorio. Toda persona tiene el derecho de recibir la comunión de pie, de rodillas, en la boca o en la mano. Es un rito que requiere una catequesis adecuada para que su fe en la eucaristía se vea enriquecida. Lo que sí se recuerda a todos es la limpieza de las manos, como signo de respeto hacia el sacramento.
 
Durante varios siglos la comunidad cristiana mantuvo con naturalidad la costumbre de recibir la Eucaristía en la mano. Numerosos testimonios confirman esta costumbre. En las catequesis de San Cirilo de Jerusalén leemos: “cuando te acerques a recibir el Cuerpo del Señor, no te acerques con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino haciendo de tu mano izquierda como un trono para tu derecha, donde se sentará el Rey. Con la cavidad de la mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde Amén”. Nadie es digno de recibir a Cristo, y si nos referimos a la forma, no podemos afirmar que las manos son indignas y que la lengua es digna. Lo que nos permite recibir a Dios es la voluntad de estar en su gracia y de reconocer que la misericordia de Dios es infinita.

Al principio del Misal Romano, se encuentran normas aprobadas por la iglesia: “Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos. Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, que deben establecer las mismas normas” (IGMR 160). “El que comulga recibe el sacramento en la boca o, en los lugares en que se ha concedido, en la mano, según prefiera” (IGMR 161). Son normas que cuando vienen de la Santa Sede hay que acatarlas. La Sagrada Comunión no se “coge con la mano” se “recibe con la mano” para expresar la mediación de la iglesia. 

Para comulgar fructíferamente basta estar en gracia de Dios, no se nos pide ser santos. No somos dignos de recibir a Dios, pero lo necesitamos. La Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida de la iglesia, y también lo es de nuestra vida en Dios. Dice Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed.” (Juan 6, 35). 

*Sacerdote salesiano