Una conmovedora carta de un misionero francés en Angola trata sobre la incomprensión que con tanta frecuencia rodea el sacerdocio, escandalizando sobre los execrables abusos de unos pocos pero desconociendo la labor benéfica y los sacrificios de los muchos.
Dice la carta, difundida en francés:
Querido hermano periodista:
Soy un simple sacerdote católico, lo que me hace feliz y de lo que estoy orgulloso. Tengo veinte años de vivir en Angola como misionero. Yo leo en diferentes medios y sobre todo en el suyo, amplificadas y morbosas noticias sobre el tema de la pedofilia, rebuscando detalles de la vida de esos individuos y sus pecados.
Se cita lo sucedido en una ciudad de Estados Unidos en la década de los Setenta, de un caso en Australia en los Ochenta y así sucesivamente. Todos casos condenables.
Hay tratamientos periodísticos ponderados como otros amplificados, llenos de prejuicios y odio. Yo mismo siento un gran dolor por el daño inmenso que personas que debieron ser una manifestación del amor de Dios son un puñal en la vida de seres inocentes. No hay argumentos que justifiquen tales actos.
No hay duda de que la Iglesia debe estar siempre del lado de los más débiles y por tal razón todas las medidas deben tomarse para proteger a niños.
Sorprenden las pocas noticias y escaso interés sobre los miles de sacerdotes que consagran su vida para ayudar a niños y adolescentes en el mundo.
Creo que su diario debe interesarse por los hechos siguientes:
–he tenido que llevar a niños famélicos a través de caminos minados con bombas después de las guerras en Angola; nadie más lo hizo;
–he tenido que enterrar a muchos niños muertos desplazados por la guerra;
–sacerdotes hemos salvado la vida de millares de personas en México en un solo centro de salud en un territorio de noventa mil kilómetros cuadrados (más de cuatro veces el tamaño de El Salvador);
–hemos educado en estos últimos diez años a ciento diez mil niños;
–hemos alimentado a quince mil refugiados de guerrillas a los que nadie ayudó al finalizar hostilidades;
–en Luanda el padre Roberto de 75 años ha recogido a cientos de niños para desintoxicarlos de la gasolina que aspiraban para ser antorchas humanas en las calles;
–hemos enseñado a leer a centenares de prisioneros en África;
–no es noticia que más de seis mil sacerdotes entre los cuarenta mil del mundo han dejado sus países para servir a sus hermanos leprosos, en hospitales, en campos de refugiados y orfanatos, a hijos de padres muertos de sida, ayudar a seropositivos…
–el padre Stephan organiza casa de refugio para jóvenes maltratados, violados y apaleados;
–incontables sacerdotes dedican su vida a enseñar en parroquias misiones a vivir mejor, amar, ayudar a otros. Y en el caso de regiones inmersas en graves conflictos, los sacerdotes están siempre en riesgo y muchos han muerto.
Sobreviviendo infiernos y ayudando desamparados
Y agregamos nosotros de este Diario, la demencia imperante en Siria y el Medio Oriente ha causado la muerte de incontables sacerdotes, además de que templos cristianos hayan sido profanados y destruidos. El caso de violaciones de monjas en el África por jihadistas enloquecidos es un crimen por desgracia frecuente.
Gracias al padre Martín Lasarte por su testimonio…